Define la RAE en una de las acepciones para la palabra del título: 
“Conjunto de fases sucesivas de un fenómeno natural o de una operación 
artificial”. Apliquemos esta definición.
 La economía española no crece, a eso hay que añadir que España debe una enormidad.
 Como consecuencia de lo anterior España -su Estado, sus regiones, sus 
ayuntamientos, sus empresas, sus familias, sus entidades financieras- no
 obtiene financiación o la obtiene carísima. A esto hay que añadir que 
el sistema bancario español, en su conjunto, está muy tocado. (Sólo hace
 falta ver la valoración que las agencias de calificación dan a su 
deuda).
 De lo que se deriva que España necesita ayuda exterior para salir de 
donde está porque, por sí misma, no puede salir. (‘Salir’ entendido en 
el sentido de ‘recuperación’).
 El problema es que quienes tienen que ayudar, aunque están mejor que 
España (¿menos mal?) no están bien (a). Además estamos en un punto en el
 que nadie se fía de nadie y menos de quienes se sabe que están mal (b).
 Y si juntamos (a) y (b) lo que sale es que quienes tienen recursos 
-algún recurso- están a verlas venir.
 Por todo ello no es ilógico que para ayudar a España se le exijan: 1) 
reformas a fin de que las cosas que España hace las haga de otra manera 
que convenga más a quienes ayudan, y 2) recortes para dejar de gastar 
ingresos públicos en cosas que entorpezcan el pago de los intereses de 
la ayuda (del pago del nominal no se habla: se refinancia y se continúan
 pagando intereses).
 España solicita el rescate porque su economía no da más de sí y porque 
quienes le van a ayudar le ‘animan’ a que lo haga a fin de sentirse más 
seguros tras quedar España ‘protegida’ por los fondos de ayuda y 
‘monitorizada’ para que cumpla las condiciones que la ayuda lleva 
aparejada.
 Pero España se empobrece y en su conjunto continúa sin crecer a la vez 
que cada vez tiene que pagar más por la refinanciación de las ayudas a 
sus vencimientos y por los intereses de lo que ya debe, por lo que 
vuelve a ser vista como peligrosa a la hora de obtener nueva 
financiación, razón por la que o no la obtiene o la obtiene carísima.
 En unos meses tras la petición de ayuda España pasa a ser un país que 
no tiene instrumentos para crecer, que debe, y que no cuenta con los 
instrumentos precisos para tener y pagar; entrando en un círculo 
perverso de empobrecimiento, no-crecimiento, y deuda creciente, en el 
que no es apreciable una salida plausible a medio plazo, y donde la 
única posibilidad es ver qué zonas y qué actividades tienen 
posibilidades; salida que proponen los mismos acreedores de España.
 Por lo que respecta al rescate en sí, el proceso es totalmente lógico:
 Se le dice a España lo que ha de hacer, cómo ha de hacerlo y cuando 
tiene que ir poniendo en marcha cada una de las cosas que le dicen que 
tiene que hacer. Esto constituiría las famosas ‘nuevas exigencias’ que 
distintos miembros del Gobierno han dicho que no habrán.
 España incorpora a su panel de política económica esas ‘nuevas 
exigencias que no se producirán’ y los mercados empiezan a tener en 
España más confianza ya que reserva fondos de sus ingresos fiscales 
(previsiblemente decrecientes) para pagar las deudas contraídas.
 La UEM ‘reserva’ unos fondos (‘reserva’: crea, inventa, nutre, pinta 
los billetes, los fotocopia, …) que previamente ha acordado y votado por
 si alguien (España, por ejemplo) los necesitaba, con la advertencia de 
que si acaba solicitando la ayuda ello implicará la fijación de nuevas 
exigencias a fin de dar garantías a los mercados.
 Y la conclusión: España se empobrece porque cada vez tiene que pagar 
más intereses lo que le obliga a más recortes a fin de tener pasta para 
pagarlos, ya que no es capaz de aumentar la recaudación porque no crece.
 La película finaliza cuando al país no se le puede prestar más cuando 
no sea capaz de pagar los intereses de la deuda creciente que va 
adquiriendo.
 Un panorama, vaya.
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 El ‘No’ de ¿Alemania? a la recapitalización directa de la banca y a que
 tal tenga efectos retroactivos. Vamos a ver, ¿realmente es tan extraña 
esa negativa?, y, ¿realmente Alemania es la mala de la película?. 
Pensemos, ¿a quién que ha de poner dinero encima de la mesa o que le van
 a meter la mano en el bolsillo para cogérselo le interesa que no quede 
perfectamente determinado el compromiso como deuda de esos fondos, si 
esos fondos han de servir para tapar agujeros producidos por cosas como 
el ladrillo español?. Pues absolutamente a nadie, lo que sucede es que 
Alemania tiene suficiente tamaño como para adoptar el papel de poli malo
 malísimo de esta peli.
 La capitalización directa de la banca llegará, ¡claro que llegará!, 
cuando los bancos hayan sido investigados, supervisados, analizados, y 
controlados, y cuando el BCE pueda darle un gorrazo a aquel que se 
desvíe un milímetro de lo establecido. Entonces y sólo entonces, la 
capitalización bancaria directa será un hecho.
 Y sí, también eso es del próximo modelo.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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