¡Qué horror!, ¿no?. Las agencias de calificación no han sido todo lo 
escrupulosas e imparciales que debían haber sido al elaborar sus 
dictámenes y estudios. Lo dice un estudio publicado y difundido por el 
BCE (http://www.ecb.europa.eu/pub/pdf/scpwps/ecbwp1484.pdf) pero del que el Banco del euro no se responsabiliza.
 Resulta que desde 1990, que es cuando el estudio inicia su andadura, 
las agencias han estado favoreciendo con sus calificaciones más guays a 
las entidades financieras más potentes, a las que más utilizaban sus 
servicios, y a las que les proporcionaban más negocio posterior, es 
decir, más clientes para calificar activos emitidos por estos clientes. 
En ningún momento se habla de fraude, pero el informe, pienso, consigue 
su objetivo: sembrar aún más dudas sobre la honorabilidad del trabajo de
 dichas agencias, posiblemente las del paquete de dudas definitivo. ¿Por
 qué?.
 Este tema ya lo hemos abordado, y, nuevamente pienso que lo único que 
pone de manifiesto es la hipocresía que envuelve todas las relaciones 
socio-económico-políticas de nuestro sistema: dijiste lo que dijiste 
cuando lo dijiste porque convenía, pero ahora ya no es conveniente que 
lo digas, aunque puedes seguir diciéndolo durante un tiempo.
 El megaboom en el que ha estado inmersa la economía planetaria (unos 
sitios más que otros, ya) desde 1995 y que empezó a declinar en el 2007 
para quedar muerto en el 2010 fue, en una muy gran medida posible 
gracias al papel desempeñado por las agencias de calificación. Quienes 
emitían activos necesitaban que tales activos tuvieran una 
supercalificación, y al igual que lo necesitaban quienes los compraban 
para negociar con ellos. Si la valoración del activo era técnicamente 
perfecta e impoluta o era susceptible de mejora, pura y simplemente 
dejaba de importar porque la pureza de tal activo quedaba reflejada en 
sus volúmenes de negociación, en las cotas que tal cotización alcanzaba,
 y en las comisiones que alcanzaban los negocios que con esos activos se
 realizaban.
 Ahora este informe puede decir que las agencias fueron demonios que 
engañaron a todo el planeta, pero lo cierto es que si esas agencias no 
hubieran hecho lo que hicieron no se hubiese crecido lo que se creció ya
 que su tarea permitió financiaciones que de otra manera hubiesen sido 
imposibles. Y no, no piensen sólo en superbancos y en inmuebles de 
revista de arquitectura, piensen en pymes y en rostros sonrientes 
conduciendo cochazos: ambas, indirectamente, también se beneficiaban de 
esas supercalificaciones.
 Todas esas acciones y procederes ahora calificados de irregularidades 
tuvieron lugar porque se permitió que sucedieran, porque superfondos de 
inversión, megabancos y superEstados bendijeron esas acciones y esos 
procedimientos porque en el manual para el crecimiento del modelo esas 
acciones y esos procedimientos estaban en el último capítulo, es decir, 
ya no había nada más seguir creciendo. Evidentemente, cuando el 
recorrido de esas herramientas se ha agotado, se acabó, y con ese se 
acabó ha llegado esta crisis, sistémica.
 ¿Qué tiene de especial este informe?, pues que está bendecido por el 
BCE. ¿La lectura que hago de sus conclusiones?, pues que, ahora ya sí, 
las agencias de calificación tal y como las hemos conocido han dejado de
 ser necesarias, útiles, convenientes, porque el papel que desempeñaban 
ya no es necesario.
 Nadie las va a borrar del mapa de un plumazo porque ese tipo de 
violencia a esos niveles no se lleva, pero desde ya (desde hace ya unos 
años) su rol y su importancia irá declinando hasta que sólo sean un 
recuerdo de lo que fueron. Nacerán otras vías de calificación, técnicas,
 frías, impersonales; las cosas se valorarán de otra manera porque se 
atenderá a otros parámetros; y, sobre todo, estarán adaptadas a unas 
nuevas necesidades entre las que la especulación no figurará; y no 
porque los inversores se hayan vuelto unos santos, sino porque la 
especulación habrá dejado de ser necesaria.
 ¿No desapareció formalmente la esclavitud cuando dejó de ser necesaria?, pues con las agencias de calificación lo mismo.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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