No he puesto ‘II’ en el título porque aunque puede considerarse el
texto de hoy una continuación del de ayer en realidad no lo es.
El de hoy tiene que ver con una tendencia que, afortunadamente, ya se
está dibujando en el horizonte y que ha nacido acompañando a otra a la
que ya nos referimos hace un par de días: el ‘no querer saber, el
preferir ignorar’. Esta otra propone medidas a fin de alcanzar
soluciones, y, bueno, se puede estarse de acuerdo, o no, pero, al menos
suponen avanzar: es la quimioterapia de la que Uds. ya han leído aquí.
(Y sí: no a todos los enfermos les funcionan los mismos medicamentos).
La pregunta es, ¿cómo han de ser esas medidas?, ¿agresivas o lo menos
invasivas posibles?. Cierto, hay poco tiempo, pero una cura que acabe
matando tampoco es cura. Más aún: desde hace décadas, unos más que
otros, hemos vivido en democracia, una democracia formal en muchas
ocasiones y donde lo económico ha marcado el rumbo a lo político y a lo
social la mayoría de veces, pero donde las formas nunca se han perdido.
En esta fase de quimioterapia, ¿hasta qué punto se van a imponer
salidas, hasta dónde se van a forzar posiciones?. Este, el de obligar a
hacer cosas a la población, a las empresas, es un tema del que no se
habla porque es feo, muy feo, y es mejor que se degraden las cosas mucho
más para abordarlo.
Por ejemplo, con más o menos educación y con una mayor o menor
indemnización, ¿se expulsarán inmigrantes ilegales -y hasta a legales
cuando les caduque el permiso de trabajo- y se obligarán a personas
desempleadas nacionales a aceptar esos empleos independientemente de las
condiciones laborales de los mismos?. ¡Joder!. ¡Qué fuerte!. Ya, pero
esas cosas se van a tener que tratar.
Más. Hasta que los recortes y copagos en sanidad incidan en el
decrecimiento de la esperanza de vida esta va a ir aumentando, por lo
que el gasto en pensiones irá creciendo aunque los importes de las
mismas se hagan subir poco o se congelen, y ello teniendo en cuenta que
la tasa de cobertura entre ocupados y pensionistas tiende a descender
debido a que cada vez es menor la necesidad de factor trabajo, y
considerando que los volúmenes de recaudación tienden a la baja ya que a
cada día que pasa la remuneración media del trabajo tenderá a disminuir
debido a un puro tema de oferta y demanda de trabajo. En consecuencia,
¿deben reducirse todas las pensiones a un nivel de mínima subsistencia
independientemente de que condene a la miseria un amplio volumen de
personas cuando ya no puedan seguir desempeñando su profesión o lleguen a
la ancianidad habiendo peviamente subsistido en la economía informal?.
¡Ostras!. ¡Qué demasiado!. Lo es, pero eso se tendrá que abordar.
Más aún. ¿Deben los Estados o los Gobiernos regionales,
independientemente de que se tienda hacia una estructura de clusters
pero con más motivo por ello, privatizar todo lo que sea rentable a fin
de hacer caja y limpiar sus déficits y liquidar todos los bienes
nacionales que no lo sean, cumplan una función social o no la cumplan?.
¡Vaya!. Efectivamente, radical, pero eso ya está sobre ciertas mesas de
trabajo.
Resumiendo. ¿Hasta que punto se está dispuesto a pasar a una estructura
en la que cada cual se responsabilice de sí mismo aguantando su vela
hasta las últimas consecuencias, colaborando con un grupo de referencia
al que de y del que reciba en la medida que de y aceptando perder
privacidad e intimidad a cambio de una eficiencia no siempre perceptible
a simple vista?.
Aún no toca hablar de esto, pero no estaría de más ir pensando en ello porque a no mucho tardar, tocará.
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Para la Historia queda la frase que el Miércoles pronunció en el
Parlamento del reino el Sr. Ministro de Economía: “Ahí está la fiscalía,
yo no tengo vocación de ángel vengador, cuando uno vuelve la vista
atrás se vuelve estatua de sal” (El País 24.05.2012, Pág. 22). Se
refería a lo que ha sucedido en ‘los bancos’. El Lunes hablaremos de
esto.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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