Vivimos en una civilización que es impensable sin un alto consumo de energía.
 Llevamos toda la vida con la amenaza de que los recursos energéticos 
son muy escasos y que en pocos años se agotarán, pero lo cierto es que 
el encarecimiento energético y los avances tecnológicos han hecho 
rentable la explotación de nuevos formas de extracción. Es el caso del gas pizarra, que está cambiando el mapa energético mundial.
El shale gas, en español gas pizarra o 
esquisto, es un gas natural no convencional, ya que no aparece 
almacenado en bolsas, como el convencional, sino confinado a gran 
profundidad dentro de grandes bloques de la roca sedimentaria.
El incipiente uso del gas pizarra, que 
ha sido posible debido a los elevados precios que alcanzó el gas natural
 en EE.UU., puede suponer una revolución a nivel mundial, resolviendo el
 problema de la escasez energética y conteniendo los precios de la 
energía.
Desde hace décadas se sabe de la 
existencia de este tipo de gas en zonas en las que también existen 
bolsas de gas convencional, metano o petróleo, pero su explotación no 
resultaba rentable porque se encuentra 
disperso en áreas muy amplias, su concentración es menor y, debido a su 
naturaleza, no basta con una perforación convencional para extraerlo, 
sino que requiere de una perforación horizontal debido a la disposición 
de la pizarra en estratos horizontales y de una estimulación artificial 
para sacar el gas de dentro de las rocas.
Tras 20 años de pruebas, fue la pequeña 
petrolera norteamericana Mitchell, la que, en 1997 consiguió dar con un 
método de estimulación suficientemente barato, la fracturación 
hidráulica o fracking.
La extracción se realiza a partir de los
 pozos abiertos para explotar el gas convencional, lo cual abarata el 
proceso, se perfora en horizontal a lo largo del bloque rocoso que 
contiene el gas y se introduce una válvula que rompelas rocas con 
pequeñas detonaciones eléctricas, después, se inyectan entre 4 y 10 
millones de litros de agua, mezclados con arena y aditivos. Los granos 
de arena introducidos con el agua se quedan encajados en las grietas de 
la roca y las mantienen abiertas para que el gas confinado 
pueda escapar, fluyendo hasta el gaseoducto de extracción.
En la actualidad el volumen de shale gas
 que hay en el mundo es desconocido, pero las estimaciones son muy 
optimistas: en el año 2000 se hablaba de que las reservas de gas, sólo 
en EEUU, ascendían a 54 años al ritmo de consumo actual, cifra que en el
 año 2008 se situó en 90 años. A nivel global, se estima que la reserva 
extraíble es de unas 150 veces el consumo mundial anual.
Además de en EEUU, país que lidera el 
cambio del mapa energético, se han localizado importantes yacimientos de
 pizarras con gas en China, Argentina, Canadá, Francia, Este de Europa 
(Polonia, Rumanía y Bulgaria), Marruecos, Argelia.
Los yacimientos encontrados en Europa 
ponen en jaque a Rusia, que hasta ahora ostenta el liderazgo de la 
exportación mundial de gas natural, si bien de momento no parecen estar 
muy preocupados ya que en Europa el desarrollo de la técnica de 
extracción es aún bajo.
En España, con una dependencia 
energética superior al 80%, casi no existen yacimientos, si bien una 
filial de Repsol, dos compañías especializadas españolas y tres 
internacionales están realizando prospecciones en el País Vasco, Macizo 
Cantábrico, Castilla la Mancha, Valencia, Murcia y Cuenca del 
Guadalquivir. Álava es la zona con más expectativas, estimándose que 
existe recurso para abastecer durante 60 años de energía al País Vasco.
El gas es una alternativa interesante 
para la transición a una economía baja en emisiones de carbono, ya que 
permite la sustitución de las muy contaminantes centrales térmicas de 
carbón y fuel, por gas natural, que emite entre un tercio y la mitad de 
dióxido de carbono a la atmósfera que el carbón.
Pero, como siempre ocurre con las nuevas
 fuentes de energía, ésta no es perfecta y existen aspectos negativos y 
polémicos. Para cada fractura se requieren grandes cantidades de agua, 
recurso escaso y muy preciado. La industria del gas alega que se recicla
 y reutiliza el 65% del residuo, pero parte del agua con aditivos 
empleada en la operación, vuelve a la superficie pudiendo llegar a las 
redes de agua potable o contaminar los acuíferos.
La alarma generada ante estos riesgos, 
está produciendo mucha polémica en EE.UU., donde se han encontrado 
niveles sorprendentes de metano en pozos de agua privados cercanos a 
puntos de extracción; hay videos en Internet en los que se puede ver 
como se puede prender fuego al agua que sale del grifo. La preocupación 
ha llegado a tal extremo, que un documental sobre este tema (Gasland), 
ha sido candidato al Oscar al mejor documental en 2011.
En la actualidad parece que aún son 
muchas las preguntas en lo que respecta al desarrollo de este recurso 
como combustible de transición deseable hasta que se amplíe el uso de 
las energías independientes de los combustibles fósiles, si bien su 
desarrollo se está produciendo a una velocidad de vértigo y es, sin 
lugar a dudas, uno de los temas a seguir durante los próximos años. El 
hecho es que ya ha provocado una sensible caída del precio del gas en 
EE.UU.
Fuente: Banca March.
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