* - Nada se comporta como la deuda pública, absolutamente nada.
Cuanto más pachucho está el Estado, la región o el ayuntamiento que la
emite, más ha de pagar para que se la compren; pero si quienes la
compran tienen claro que hay alguien por ahí con suficiente pasta en el
bolsillo para comprarla ofrecen muy poco por ella.
Puede suceder también que una simple frase haga que su precio
descienda, o que a largo plazo baje su precio si se espera que para el
emisor las cosas van a ir menos mal que ahora. Y no existen reglas fijas
para el binomio ‘vencimiento – demanda’: es posible que haya menos
demanda a un precio menor, pero también más. Y de aquello que se decía
antes de la variación inversa de los tipos de interés y el precio de la
deuda ya no queda nada. En fin parafraseando al refrán, la deuda pública
entiende de razones que la razón cada vez entiende menos.
* - Pienso que el aumento a 450 € que ha experimentado la ayuda a las
personas desempleadas que han agotado la prestación y que tengan
personas a su cargo está configurando una realidad a la que nos estamos
aproximando aceleradamente. Por un lado se está asumiendo que va a ser
imposible reducir significativamente el número de desempleados; por otro
se está admitiendo que las prestaciones por desempleo se van a agotar
para ese creciente colectivo de factor trabajo no necesario por lo que
debe establecerse un ingreso mínimo; y por otro más se está yendo hacia
una escisión social que, aunque en muy poco, se quiere paliar a fin de
reducir la más que posible conflictividad social.
Si recuerdan aquí han leído que los 450 € iban a convertirse, ajustados
de alguna manera, en una especie de subsidio de subsistencia
generalizado para aquellas personas sin ocupación y, prácticamente, sin
posibilidad de tenerla; es muy significativo que esa ayuda fuese puesta
en marcha por un Gobierno de un color y haya sido mantenida y prorrogada
por otro de otro, señal de que lo que está pasando y viniendo no tiene
color alguno; y también que no es temporal, ni pasajero.
Quedaría un punto por tratar: al margen de que pienso que esa ayuda
debería ser institucionalizada y debería dejar la puerta abierta a que
sus perceptores pudieran realizar ciertas actividades de forma
totalmente legal, no da para lo mismo 450 € en Girona que en
Almendralejo, por ejemplo, por la sencilla razón de que el coste de la
vida no es ni parecido en ambos lugares. Que se lo pregunten, por
ejemplo, a los pensionistas.
* - Habrán oído el concepto ‘Unión Política’. Lo quiere Alemania. El
término puede inducir a error porque podría dar a entender que lo que
busca es la unión de países en una especie de nueva estructura en la que
el Parlamento Europeo podría alcanzar un mucho mayor protagonismo, pero
no, los tiros no van por ahí.
Con la ‘unión política’ sucede algo parecido a cuando los Gobiernos
hablan de ‘consolidación fiscal’: a lo que se están refiriendo es a
recortes de gasto puros y duros. La unión políticaasí entendida será el
control y la supervisión de los presupuestos de los miembros del euro
-de entrada- por parte de un comité de técnicos no vinculados a ningún
Gobierno; algo que ya fue abordado en el pasado pero que debía esperar a
que las cosas se pusieran verdaderamente peor para llevarlo a término.
¿Dónde está entonces la unión y la política?, se preguntarán, pues en
la superación de ambas: si un comité supra Gobiernos investiga y
controla lo que hacen los Gobiernos (los presupuestos los elaboran los
Gobiernos y los aprueban los Parlamentos), y eso se hace para todos los
países, se habrá producido una unión que situará el tema presupuestario
(pienso que habrán más) más allá de la política. Verdaderamente la
semántica utilizada es brillante.
Y lo dicho: es como lo que sucede con la consolidación fiscal: se
consolida porque se compacta el cuadro de gastos al eliminar los
considerados ineficientes y eliminar las duplicidades, que eso tenga
efectos indeseados como aumentar las listas de espera para
intervenciones quirúrgicas o aumentar el número de infantes por clase
son pequeños efectos colaterales que con el tiempo se solucionarán, es
decir … se asumirán. (Y, si no, al protestón siempre se le puede
calificar de ‘terrorista’: si en los 60 y 70 a la disidencia más allá de
lo establecido se la calificada de ‘comunista’ o de ‘hippie’, ¿por qué
no puede hacerse ahora algo parecido readaptando los conceptos?).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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