Copio el título de un artículo muy, muy interesante publicado por El
País el 20 de Noviembre en sus Págs. 30 y 31 que aborda las proyecciones
demográficas entre el 2012 y el 2052 recientemente publicadas por el
INE. Su tesis es clara y la resume perfectamente en una frase: España se
dirige hacia un ‘Invierno demográfico’ fruto de un cocktail mortal:
emigración, menos inmigración y descenso de la tasa de natalidad, todo
ello en una medida que no podrá ser compensado por aumentos
poblacionales que puedan producirse. El texto viene acompañado de una
serie de gráficos muy clarificadores. La lectura detenida del mismo me
ha sugerido las siguientes reflexiones:
- Siempre, pero nunca como en las dos décadas pasadas, ‘Economía’ y
‘Demografía’ han estado más vinculadas. Cierto: cada vez menos personas
son precisas para generar una unidad de PIB desde la oferta, pero cada
vez más lo son para generarlas desde la demanda. ¿Incongruencia?, no:
crédito. Las mermas en la renta real o crecimientos ridículos de la
misma más que se compensaron concediendo graciosamente a las unidades
económicas de consumo y de producción, y tanto públicas como privadas,
una capacidad ilimitada de endeudamiento.
- La fotografía que muestra hoy la población no-pasiva española (no
sólo), es la de una necesidad decreciente del factor trabajo que se
traduce en un aumento imparable del desempleo, del subempleo y del paro
encubierto; un retroceso de los ingresos públicos por la menor actividad
económica lo que hace que cada ciudadana/o, pueda pagar menos / sea
capaz de pagar menos contribuciones fiscales; un aumento de la necesidad
de más gasto público vía prestaciones por desempleo y subsidios.
- Paralelamente, el acceso a las commodities es cada vez más difícil
por lo que su precio será crecientemente más elevado y/o su
disponibilidad más incierta, lo que encarecerá todo aquello en cuyo
proceso productivo interviene: todo, lo que llevará a que las cantidades
de los bienes que con ellas son producidas sean menores y se centren,
sobre todo, en los bienes necesarios.
- Es decir, el escenario futuro -próximo- productivo es un contexto en
el que, por imperiosa necesidad, primará la búsqueda de la eficiencia,
lo que potenciará la productividad. En ese escenario es asumible una
caída continuada de la demanda de factor trabajo lo que supondrá, o bien
el derrumbe de la población activa o bien el aumento exponencial del
desempleo estructural, dándose, en ambos casos, caídas muy
significativas en las rentas medias.
- A la vez, el modelo de protección social retrocederá al experimentar
los ingresos públicos significativas reducciones, lo que implicará
disminuciones en la esperanza de vida; a ello contribuirá las caídas que
experimentará la renta media. Un ejemplo empírico de ello lo tenemos en
la desaparición de la URSS y en el derrumbe de su modelo de protección
social. Es decir, pienso que la esperanza de vida, lejos de aumentar
disminuirá lo que, por el lado del gasto público, supondrá un alivio
para unos ingresos fiscales decrecientes.
- Esta reducción en la necesidad de población activa no será lineal; de
hecho será mayor en el segmento de menor generación de valor y menor
remuneración; y mayor en aquellos que más fácilmente sean autimatizables
y robotizables. La ventaja demográfica de esta tendencia reside en que,
en estos casos, un mayor envejecimiento relativo es menos importante.
- Las previsiones del INE alcanzan hasta el 2051, una época que en los
procesos de cambio en los que el planeta se halla inmerso, suena a
futuro remoto. ¿Cabe pensar que dentro de 40 años las estructuras
políticas, jurídicas y administrativas que actualmente conocemos y en la
forma que conocemos pervivirán?, pienso que no. En consecuencia, y en
base a todo lo anterior, ¿cómo puede afectar estos cambios a ‘lo
demográfico’ y esto a aquello?.
Cabrían más reflexiones. Vayan apuntándolas.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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