Hace unos días un lector me remitió uno de los mails más directos que me hayan enviado. Lo reproduzco porque lo considero de alto interés por lo que describe.
"Le suelo seguir habitualmente en los foros donde escribe o a través de terceros (URL de una web de noticias) o y similares. El caso es que lo que le voy a contar me acaba de suceder esta mañana y me ha dejado impresionado.
Vivo en (nombre de una localidad fronteriza), al lado de la frontera con Francia donde un buen número de familias mandamos a nuestros hijos a la localidad vecina para cursar sus estudios, de esta manera aprenden francés sin mayor esfuerzo y reciben una educación que en mi opinión es mejor, al menos en disciplina, respeto a los demás y valores. Curiosamente son muy pocos, por no decir ninguno, los franceses que realizan sus estudios a este lado de la frontera, pero ese es otro tema (aunque muy significativo).
El asunto es que nuestra hija menor cambia de ciclo en sus estudios y este año va a ir a San Juan de Luz para continuarlos en el Instituto Ravel. Los franceses utilizan todavía muy habitualmente los cheques para realizar sus pagos (ojo al dato), y para tener una cuenta en Francia nos hemos presentado en la (nombre de una entidad financiera francesa) de Hendaya para abrir una cuenta. De esta manera tendremos una chequera y pagaremos así los gastos del comedor y otros que surgen en los centros educativos.
Hemos reunido toda la información que nos han solicitado y nos hemos presentado en la sucursal que (nombre de la entidad financiera francesa antes referida) tiene en Hendaya. Un agente del banco nos ha atendido en perfecto castellano y la primera pregunta ha sido cual era la cantidad que queríamos ingresar. Le hemos explicado el porqué de la apertura de la cuenta y que las cantidades que vamos a mover van a ser pequeñas.
Movido por la curiosidad le he preguntado si se estaban abriendo muchas cuentas por parte de españoles. Me ha dicho que sí, que a diario muchas.
- Pero "¿Será de clientes que vivan cerca de la frontera?" le he dicho.
- "No, vienen clientes de Madrid, de Andalucía de Galicia, de toda España y con muy importantes cantidades de dinero. Tal y como está la cosa no me extraña nada" ha concluido.
Me he ido con la cuenta abierta y con una sensación de catástrofe inminente que me está haciendo plantearme el llevar todo lo que tengo a (la entidad referida) antes de que sea demasiado tarde. Si en una sucursal de pueblo está entrando tanto dinero del reino ¿cuánto será el sumatorio de la huída de euros al extranjero? Para ponerle a uno los pelos de punta".
El título del film (John Sturges, 1959) que he escogido para titular el texto de hoy es para referencia a lo del último tren que a veces a uno le queda para hacer ciertas cosas, o para no hacerlas.
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Están viniendo turistas extranjeros que compensan la caída del turismo español, de lo que se deduce que esos turistas extranjeros son superfundamentales independientemente de que el ingreso medio por turista y día se halle estancado en términos reales y de que los costes que ese turismo ocasione: ruidos, algaradas, inseguridad, follones varios, ... , no se tengan en cuenta. (¿Para cuándo un análisis coste-beneficio del turismo en España?).
Y como ese turismo es necesario hay que dejar que haga lo que, literalmente, le venga en gana: el balconing, el fuenting (bañarse en fuentes ornamentales de la vía pública: ¿les dejarían hacer eso en una de las fuentes de París?), el lloreting, el magallufing, sin olvidar, naturalmente, el saloufesting ni todas las consecuencias de lo anterior, como el vomiting.
Hay que dejar que ese turismo haga todo eso y todo lo que se le ocurra porque es más que necesario ya que genera un PIB que no se generaría de otro modo, y hay que saltar de alegría porque ese turismo venga porque, si no, no vendría ningún otro ya que la práctica totalidad de España se ha especializado en turismo-precio, y un bajo precio a la baja comporta cosas como las enumeradas. En fin.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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