He dejado para el final tres cuestiones que me resultan incomprensibles
para un carácter como el alemán, por lo que no puedo entender que estén
sucediendo en la capital del Estado.
La primera tiene que ver con el Checkpoint Charlie, un paso entre el
sector estadounidense y el Berlín Oriental situado frente al actual
número 43 de la Friedrichstraße, de hecho el más famoso de todos los
existentes entre las dos zonas en las que Berlín quedó dividida.
Hoy, en el mismo lugar que hasta 1990 ocupaba la caseta de control,
sobre el asfalto, en el centro de calle, hay colocada una réplica de la
caseta y un ¿actor? con uniforme del Ejército USA se hace una fotografía
con quien quiera frente a un montón de sacos terreros por el módico
precio de dos euros. Les aseguro que sentí vergüenza ajena cuando vi eso
y fui incapaz de entender como un lugar con el simbolismo que ese punto
tiene ha podido banalizarse y mercantilizarse de tal modo. ¡Y encima la
caseta ni siquiera es la original restaurada!.
En las imágenes adjuntas pueden ver el aspecto del lugar en la década
de 1960s y el que mostraba el día 3 de Agosto del año en curso. (Fuente
1960s: panel explicativo junto al control).
La segunda está vinculada con la lluvia. Podría pensarse -debería
pensarse- que la eficiencia alemana también se muestra en los drenajes
de calles, aceras y avenidas, máxime en una ciudad en la que la lluvia
no es extraña y la nieve no es infrecuente, pues nada más lejos de la
realidad. Cuando en Berlín llueve, sobre todo cuando caen chaparrones,
en pocos minutos pueden formarse auténticos lagos en el asfalto, junto a
los bordillos de las aceras, lagos que en las plazas pueden ser mares. Y
no, eso no sólo pasa en el Berlín Oriental, también sucede en el
Occidental. La pregunta es automática: ¿por qué no se han acometido
obras de mejora en el alcantarillado considerando toda la obra pública
que se está acometiendo?. La respuesta también es automática: es un
misterio.
La tercera tiene que ver con un símbolo exclusivamente alemán: la
Puerta de Brandenburgo que cuando fue construida por Federico Guillermo
II de Prusia en una de las puertas de las murallas tenía que dar acceso
al nuevo Berlín y que hoy se halla al final de la avenida Unter den
Linden. Bien, pues lo que se aprecia en el monumento y en sus
alrededores en una amasijo de autocares, y ya en la avenida, gentes
yendo de un sitio para otro sin orden ni concierto, puestos de venta de
souvenirs y cachivaches varios, mimos vestidos de soldados de la DDR que
por una moneda se hacen una foto contigo, alguien que también lo hace
ataviado con un disfraz de oso, una pareja un tanto especial que baila
un tango a la música de un bandoneón, terrazas de puestos de venta de
refrescos,… Insisto, incomprensible.
Si se me ocurre alguna cosa más ya se la contaré.
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Esto también es España: en Girona, capital de la provincia más rica de
España y una de las cuatro que integran una región con un -8,7% de
déficit interregional, el Ayuntamiento ha decidido que los contenedores
de basura de materia orgánica en los que superficies comerciales abocan
sus desperdicios vayan pertrechados de candados. El objetivo, dice el
ayuntamiento, es el de que todo aquel que lo necesite tenga acceso a los
alimentos que precise, por ello en la ciudad se ha puesto en marcha un
proceso por el que esos centros comerciales entregarán alimentos
caducados pero aún de uso factible (?) a centros específicos para que
sean distribuidos.
No entro en si la medida es para evitar la mala imagen que da a una
ciudad que grupos de personas escarben en la basura, por razones de
oportunismo político, por buscar racionalizar una situación repetitiva, o
por qué, pero es curioso que nadie se haya cuestionado el fondo del
tema: que personas que residen en la capital de la provincia más rica de
España y una de las cuatro que integran una región con un -8,7% de
déficit interregional tengan que buscar en la basura unos alimentos que
precisan para subsistir y a los que no pueden acceder de otro modo.
(Y si me preguntan si he visto en Berlín a personas rebuscar en contenedores y papeleras, la respuesta es sí: las he visto).
@sninobecerra
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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