Hace unos días volví a visionar un film que en su momento me hizo pensar bastante: ‘The International’ (Tom Tykwer, 2009). Es una película tremenda porque detrás de una persecución de buenos a malos, pone sobre la mesa lo-que-pasa-en-la-calle sin camuflajes ni paliativos.
La historia va de un banco cuya sede se halla en Luxemburgo. Una de las especialidades de ese banco es posibilitar el acceso a armamento de una cierta sofisticación a grupos opositores de países subdesarrollados, de posibilitar el acceso a cambio de cero dólares, pero con el acuerdo de que tras la victoria en el golpe de Estado el banco controlará la deuda que ese país haya contraído en el pasado y contraiga en el futuro y la que ese grupo haya acumulado a lo largo de su particular guerra.
El banco, durante años, ha estado haciendo todo lo que se puede hacer para frenar y diluir la investigación de un poli y de su pequeño equipo, incluso recurrir a métodos expeditivos, por ello el poli, honrado a carta cabal, tiene que convertirse en un fuera de la ley a fin de impartir justicia. La persecución del presidente de ese banco por parte del chico de la peli por los tejados de Estambul es el desenlace final.
El presidente acorralado, le pregunta el motivo por el que persigue al banco, el motivo por el que le persigue a él. Le dice que si ese banco desaparece otros bancos tomarán sus negocios porque hay otros bancos que se dedican a los mismos negocios que el suyo, le dice también que si él desaparece otros dentro del banco ocuparán su lugar. Y se lo dice de forma totalmente natural, sorprendiéndose de que aquel funcionario de pacotilla no entienda como funciona el mundo.
Lo cierto, y no entro a valorarlo, es que las cosas están diseñadas de tal manera, han sido diseñadas de tal manera, funcionan de tal manera, que ese banco y todos los que como él actúan son imprescindibles. Ese banco posibilita cosas que, sin él, serían imposibles. Gracias a ese banco el cultivo de cacao, o de algodón, o de bananas, o la extracción de cobre, o de manganeso, que se lleve a cabo en ese país aumentará su productividad al tener que hacer frente a la deuda contraída en su guerra de liberación. También es posible que ese banco, en coordinación con otros , financie a una compañía que lleve a cabo la explotación eficiente de ese cacao, o de ese cobre, o de ese algodón, o de esas bananas. Y que ese consorcio, u otro, posibilite la logística para que esas commodities lleguen a su destino. Es decir, sin ese banco en nuestras tiendas habría menos bienes y los que hubiese serían mucho más caros.
Oponerse a ese banco es inútil e intentar destruirlo es imposible porque ese banco es una parte del sistema en el que se sucede todo lo que hacemos del modo como lo hacemos, y forma parte de nuestras vidas debido a que éstas se hallan conformadas por ese modo y por esa forma de hacer. Para destruir a ese banco habría que destruir este sistema lo que, al margen de que ello sería algo que sólo un muy reducido número de personas desearían debido a las consecuencias desagradables que en las existencias diarias de la población ello tendría: ‘la gente’ aún tiene cosas que perder; también es imposible porque nada en el día a día da a entender que este sistema haya llegado a su fin: ¿creen Uds. que la situación europea, mundial, es hoy semejante a la existente en 1792?.
Como resultado de la actual crisis sistémica otro modelo llegará, y en su momento entrará en crisis, y como sucedió con el Sistema Mercantilista la crisis habrá llegado al Sistema Capitalista, y otro vendrá como hasta ahora ha ido llegando cuando la evolución de la Historia lo ha hecho necesario.
‘The International’ finaliza con una serie de fotos de titulares de periódicos en los que se cuenta el triunfo de un golpe de Estado en un país subdesarrollado, la participación del banco en un consorcio financiero que invertirá en ese país, y el fallecimiento del presidente de la entidad y su sustitución por otro miembro del staff del banco.
The End.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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