Bob Rodriguez es el gestor de fondos de inversión con el mejor récord de rentabilidad en el último cuarto de siglo y quien predijo correctamente los dos últimos crash del mercado de valores. Así que ¿por qué la gente no escucha cuando Bob Rodríguez dice que se avecina otra catástrofe? Eso es lo que se pregunta Mina Kimes en una entrevista a Rodriguez en la revista Fortune. La respuesta se puede resumir en que la gente no quiere oír malas noticias. Rodriguez ha pronosticado tiempos tormentosos dos veces. Dos veces ha advertido al mundo. Dos veces ha visto como se burlaban y como los inversores abandonaban los dos fondos que gestionaba. Dos veces ha tomado medidas para proteger a sus clientes de la crisis que se avecinaba.
Y dos veces - primero con las acciones de Internet en la década de 1990, y luego con la crisis financiera de 2008 - Rodríguez ha acertado.
A medida que el cataclismo se desplegaba, el hombre del que se burlaron una vez por perderse uno de los mercados más calientes de toda la vida, fue ungido como un vidente. El Wall Street Journal señalaba a Rodríguez como uno de los agoreros que lo hizo bien. Barron’s le ponía la etiqueta de profeta. MarketWatch lo describió como uno de los cuatro jinetes del mercado.
Rodríguez, el consejero delegado de la firma First Pacific Advisors, que gestiona 16.000 millones de dólares, no es el tipo que se siente satisfecho con haber acertado. Aparentemente es el hombre que se ve comprometido a compartir la dura realidad. Es como si tuviera ese don terrible y con eso viniera la obligación de decirle al mundo el desastre que se avecina.
Como la mayoría de iconoclastas, Rodriguez a menudo se siente como si estuviera gritando en un abismo. Pero en la primavera de 2009, pensó que finalmente la gente estaba escuchando. La sobriedad, al parecer, estaba de vuelta. El apalancamiento se deshacía. La frugalidad fue nuevamente aclamada como una virtud. Parecía que el mundo había comenzado finalmente a comprender el riesgo.
Tras un periodo de descanso, Rodriguez volvió en enero a First Pacific Advisors - solo como consejero delegado – y se dio cuenta de que, para su horror y repugnancia, casi nada había cambiado. La aceptación del riesgo se había vuelto de moda, y la carga de deuda de los Estados Unidos, que él cree que es la mayor amenaza a la que se enfrentan los inversores hoy, se había disparado. Ahora, una vez más, Rodríguez está haciendo sonar las alarmas.
Su nueva profecía: si no arreglamos el presupuesto - pronto - la economía se enfrenta a un desastre. “Creo que dentro de dos a cinco años tendremos una crisis de magnitud igual o mayor de la que acabamos de pasar”, dice. “Y surgirá desde el nivel federal.”
A Bob Rodríguez nunca le gustaron las acciones de Internet. A medida que la burbuja de las puntocom aumentaba en los últimos años de los 90, le ponía nervioso ver como compañías que perdían dinero cotizaban a múltiplos más altos que compañías que generan grandes cantidades de cash flow. En 1999, describió este fenómeno como nada más que especulación disfrazado con el traje de inversión. Con el miedo a que estallara la burbuja, comenzó a recortar su presencia en compañías tecnológicas.
Esa decisión perjudicó a su fondo en el corto plazo. El fondo de acciones de Rodriguez se comporto peor que el resto del mercado y los accionistas cerraron cuentas. Los activos del fondo se redujeron de 800 millones de dólares a 350 millones de dólares. Don Phillips, presidente de investigación de fondos de Morningstar comenta: “Hubo una creciente presión a finales de los 90 cuando la gente iba diciendo, ‘Bob Rodríguez se ha perdido. Por el amor de Dios, hombre, vives en California. ¿Cómo no puedes comprender las acciones tecnológicas?”
Pero cuando la burbuja finalmente estalló, Rodríguez fue reivindicado: Desde 2000 a 2002, First Pacific Advisors (FPA) dio una rentabilidad del 29% frente al -38% del S&P 500. Después, Rodríguez fue el brindis del mundo de las inversiones, y los dos fondos acumularon activos de forma constante durante los siguientes años.
Luego, en 2005, de nuevo comenzó a detectar signos de problemas. Rodríguez y su co-gerente de FPA, Tom Atteberry, se dieron cuenta de una inusualmente alta cantidad de impagos en tramos de hipotecas supuestamente seguras. Rápidamente comenzaron a eliminar de sus inversiones esta clase de activos y comenzó a mejorar la calidad crediticia de su cartera. Para el año 2006, Rodríguez vendió todos los bonos de Fannie Mae y Freddie Mac a su fondo de bonos.
A pesar de que el mercado de hipotecas “subprime” estaba empezando a desmoronarse en 2007, la mayoría de los gestores de acciones todavía estaban totalmente invertidos. Rodriguez, sin embargo, había elevado al 40% su posición de liquidez e invertido el resto en compañías petroleras y de gas con fuertes balances. “Muchos expertos creen que el ciclo de la vivienda se encuentra en un nivel estable”, dijo en un discurso ese verano. “Nosotros no somos de esta opinión”. Y concluyó: “Estamos dispuestos a apostar nuestra empresa y nuestra reputación por tener razón”. Una vez más, los inversores lo castigaron. En 2007 y 2008, su fondo de acciones fue golpeado con una salida de 711 millones de dólares.
Al igual que prácticamente todos los fondos, FPA Capital cayó en 2008. Pero a diferencia de la mayoría, tenía enormes reservas de efectivo. Como los precios se desplomaron, Rodriguez fue capaz de doblar su apuesta en acciones. El resultado: su fondo de acciones marcó una rentabilidad del 54% en 2009 vs. el 27% del índice.
La crisis de deuda que se avecina
Standard & Poor’s ha anunciado la rebaja de las perspectivas para los EE.UU., y Roberto Rodríguez no podría estar más de acuerdo. Es otro signo, dice, que al menos algunas personas están despertando a la catástrofe de deuda que se avecina.
Desde que volvió a trabajar el 1 de enero, se ha encontrado una vez más irritado por lo que ve. Los gestores de fondos, animados por sus ganancias de mamut, claman por el riesgo. Los bonos basura siguen siendo muy populares. Aún más sorprendente, dice Rodríguez, es el fracaso del gobierno para hacer frente a su deuda. “Yo sé una cosa de los negocios”, dice. “A menos que se corrijan los problemas que están ocurriendo, no sumes más apalancamiento y nuevas responsabilidades, hasta que se corrijan las antiguas! Todo lo que vas a lograr es hacer volcar el barco!”
Rodríguez sostiene que la deuda de EE.UU. como porcentaje del PIB (actualmente el 64%) está masivamente subregistrada, ya que no cuenta derechos fuera de balance como Medicare, y la deuda que poseen Fannie y Freddie. Si factorizas estos pasivos, el ratio actual está por encima del 500% y creciendo. Los EE.UU. tienen que reducirlos antes de 2012, dice Rodríguez, pero es poco probable que se logre durante el año electoral. Si nada cambia, añade, los inversores comenzarán a ponerse nerviosos acerca de la cantidad de deuda en el balance EE.UU.. Ante esto los prestamistas se negarán a comprar bonos del Tesoro, las tasas subirán, lo que hará que los costes por intereses se disparen en todo el sistema financiero. “El sistema financiero se mantiene unido con un hilo muy fino llamado confianza”, dice Rodríguez. “Cuando lo eliminas, todo el infierno se desata.”
La situación no es irreparable; Rodríguez cree que el gobierno puede evitar que los tipos de interés suban demasiado si se empieza a hacer recortes de 350.000 millones a 500.000 millones por año. Pero tiene poca fe en su voluntad de hacerlo. Si fuera por él, habría una seria reforma tributaria, con todas las deducciones fiscales (incluidos los intereses de hipotecas) sobre la mesa.
Así que los gestores de FPA, asesorados por Rodriguez, están de nuevo eliminando posiciones de riesgo. First Pacific Advisors posee ahora un 30% en liquidez y un 38% en acciones energéticas porque cree que la oferta de petróleo a nivel mundial está en descenso. Todavía, incluso en ese sector, no ve demasiadas oportunidades (olvide otros sectores). Rechaza comprar la mayoría de los bonos o bonos del tesoro de largo plazo. Su sistema de seguridad ha irritado a algunos inversores: los nuevos ingresos de FPA han comenzado a contraerse de nuevo, y unos pocos clientes de FPA Capital ya se están quejando.
Se necesita una piel gruesa para ser contrario. Rodríguez solía perder la fe de sus accionistas, pero parece cansado de eso. “No creo que consigas una recompensa en este negocio por hacer lo correcto”, dice. “Es una relación amor-odio. Se puede sentir amargura por eso, pero luego me pregunto ¿Qué haría diferente?”. Lo primero que hay que hacer es vivir con uno mismo”. Para él, eso es fácil. Convencer a los demás es el desafío.
Fuentes: Fortune
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