De los aragoneses, de los madrileños, de los valencianos... Las empresas catalanas venden la mitad de sus productos y servicios en el resto de España y cualquier veleidad soberanista que pueda sacar de la chistera el triunfante Artur Mas puede poner en peligro la economía de Cataluña.
Es verdad que los catalanes pagan más impuestos de los que reciben del Estado, pero no es menos cierto que el saldo comercial es muy positivo para Cataluña. Vende más de lo que compra en su relación con cualquiera de las regiones españolas.
El mensaje populista de que "España nos roba" con el que nos han bombardeado los líderes nacionalistas en la campaña electoral es una gran falacia, y sólo sirve para exacerbar los ánimos de unos ciudadanos hastiados de controversias inútiles, y que han sufrido en los últimos años un fuerte declive económico, provocado por la nefasta gestión de sus gobernantes.
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El problema de Cataluña no es España, el problema es que se ha refugiado en el victimismo, y sus empresarios han perdido parte de la pujanza y de la iniciativa que siempre han tenido. La huida de compañías de electrónica como Sony o Panasonic y la venta de empresas carismáticas como Panrico o Chupa-Chups son claros ejemplos de esta decadencia.
La industria catalana siempre ha sido puntera y sus empresarios han sabido salir con éxito al exterior, pero ahora sólo recuperarán el pulso perdido si dejan atrás el victimismo, se olvidan de las estériles controversias políticas y aparcan su obsesión antiespañolista. Quizás este tipo de mensajes populistas dé votos en los estratos más bajos de la sociedad –el PP utiliza su anticatalanismo para ganar adeptos en Andalucía y Extremadura–, pero es muy negativo para unas empresas que comercializan sus productos en todo el territorio español.
Dejando a un lado los chabacanos vídeos sexuales con los que nos han castigado durante la campaña, resulta especialmente preocupante el que presenta a un ladrón vestido con la bandera de España que atraca a un ciudadano catalán y le quita la cartera. Sobre todo porque este vídeo formó parte de la campaña de CiU, el partido ganador en los comicios.
Su líder, Artur Mas, se comprometió en el programa electoral a intentar conseguir un concierto económico especial para Cataluña de tal forma que esta comunidad tenga un mejor tratamiento en la financiación autonómica. Es poco factible que esta propuesta salga adelante porque supondría cambiar un modelo incluido en el nuevo Estatut, que fue fruto de un pacto entre PSOE y CiU. Pero es que además cualquier discusión sobre la balanza fiscal debería ser inseparable de la balanza comercial.
Analizando ambos conceptos, la situación de Cataluña no es tan negativa como la pintan sus líderes nacionalistas. Esta región vende cada año en el resto de España productos y servicios por un valor de 50.000 millones de euros, mientras que sus compras apenas llegan a los 25.000 millones. Este saldo positivo de 25.000 millones supera ampliamente el déficit fiscal de Cataluña, que se estima en alrededor de 15.000 millones.
Ya no se trata de que las peticiones fiscales de Cataluña sean insolidarias con el resto de España, que lo son, sino que la economía de esta comunidad desaparecería si el resto de ciudadanos españoles, como represalia, dejasen de adquirir productos elaborados en Cataluña.
Los Planeta, Roca, Freixenet, Codorníu, Vichy Catalán, La Caixa, Gas Natural o Casademont verían peligrar sus negocios en caso de una pugna comercial de este tipo. De los nueve millones de clientes que tiene Gas Natural en España, sólo dos millones están en Cataluña, mientras que el 70% de las sucursales de La Caixa -que curiosamente es la primera entidad financiera en Andalucía- se localizan fuera de Cataluña.
Da pereza pensar que los políticos puedan volver a meternos en discusiones bizantinas y en mezquinas riñas territoriales, porque al final las pugnas comerciales resultan maquiavélicas. Cuando se produjo el boicot al cava catalán, por ejemplo, no sólo se penalizó a las bodegas de Sant Sadurní d’Anoia, sino que supuso un castigo para las plantas de vidrio de Aragón, para los productores de corcho de Extremadura y para las empresas de cápsulas de La Rioja.
Los empresarios catalanes siempre se han posicionado en contra de este tipo de posiciones nacionalistas porque lo que les interesa es hacer negocio y vender sus productos a cuanta más gente mejor. Ya lo dijo muy gráficamente el escritor Josep Pla: "el catalanismo no debería prescindir de España, porque los catalanes fabrican muchos calzoncillos, pero no tienen tantos culos".
fuente: http://www.expansion.com/2010/12/01/opinion/tribunas/1291234594.html
Este individuo no fue a clase el dia que expliaban la diferencia entre BALANZA COMERCIAL y BALANZA FISCAL.
ResponderEliminarCon periodistas como estos vamos bien daos ¡¡¡