Alguien que leyó el borrador de lo que aquí leyeron el pasado Viernes me dijo: ‘Y lo de después’. Tenía razón. Lo añado como más.
1 – Una de las peores cosas que hoy están sucediendo es la velocidad con la que se está degradando la situación. Este fenómeno empezó en Verano y se manifiesta a dos niveles. Por un lado, el encarecimiento de los precios que la mayoría de los países tienen que pagar por su deuda; por otro, el que ello sea reflejo de la progresiva degradación de la situación económica y social en general y que cada vez se maquilla menos a fin de que la población se vaya dando cuenta de la realidad.
2 – Ese progresivo y acelerado encarecimiento de la deuda pienso que es la puesta en escena de la desconfianza que los acreedores tienen de cobrar la deuda que se les adeuda o la que compran, máxime si son esperables quitas, compensaciones, aplazamientos, reconversiones, amortizaciones -recuerden al Ministro del reino Sr. Juan de Dios Álvarez Mendizábal- a y de la deuda.
3 – El decorado presente es el de una deuda total impagable en la inmensa mayoría de los casos y que los acreedores se están asegurando cobrar en el futuro de algún modo, bien a través de unos intereses siderales, bien, cuando la situación se presente, a través de concesiones de servicios o de explotaciones de recursos.
4 – Ciertísimos: vamos hacia Gobiernos de técnicos, pero eso no asegura el crecimiento económico, si no la buena administración, la correcta organización y la austeridad, mucha austeridad. Eso explica, en parte, las reacciones habidas en Italia y en Grecia, pero sólo en parte.
5 – El problema actual es doble: una deuda enorme, inconmensurable, y la imposibilidad de crecer. A las malas (o a las buenas, según se mire), la deuda se puede reducir, y, pienso, se hará, y sí: habrá personas físicas y jurídicas que cobrarán menos o que se quedarán sin cobrar, pero el crecimiento es otra cosa: para que haya crecimiento el PIB tiene que aumentar, y eso sólo se consigue con una generación creciente de valor en la que participe una cantidad creciente de factores productivos.
6 – Y, pienso, no se va a crecer como sería necesario, ni para pagar todo lo que se debe: de ahí las quitas y similares, ni para asegurar el mantenimiento del estándar de vida al que estábamos acostumbrados (porque nos habían convencido de que teníamos que acostumbrarnos a fin de continuar creciendo, y porque somos humanos y nos gusta paladear un Bordeaux de 1.000 euros la botella).
7 – El problema, por tanto, se halla en que no es posible crecer a la tasa que se crecía porque ya no se puede seguir haciendo lo que se hacía para crecer así. Ahora ya lo decimos todo: por ello, ni se podrá pagar la deuda, ni se podrá mantener el estándar de vida, ni se podrá esperar una recuperación al viejo estilo para retornar a una posición similar a la de antes.
8 – En tres palabras: la mayoría de la población va a vivir peor de lo que ha vivido en estos años pasados, durante la crisis, y después.
9 – La deuda pública hoy juega el papel que en el 29 jugaron las acciones de las compañías que cotizaban, y los productos estructurados el que entonces desempeñaron aquellos créditos encadenados y aquellos apalancamientos de tres Kms. de largo. La diferencia se halla en el desenlace: pienso que en ninguna parte se producirá un hundimiento de nada porque hoy se cuentan con elementos compensadores que amortiguan la caída de lo que sea, lo que está bien, pero que no evita el final: lo alarga y lo dulcifica: ¡ya hubieran querido todas las compañías cuyas acciones de hundieron en Octubre del 29 que alguien las hubiese rescatado!.
10 – Todo lo que está cayendo, todo el follón que se ha liado, y sólo se ha abordado el tema de la deuda pública. Imaginen que va pasar cuando se entre en la porquería que tienen las entidades financieras y en los que deben las SAs y los Sres. John Smith del mundo y que no pueden pagar. Imaginen.
Insisto: no se fijen en la deuda, ni en su precio (bueno, ya me entienden); fíjense en el crecimiento: no se está creciendo y no hay expectativas de que se vaya a crecer: repasen las previsiones de la Comisión Europea publicadas el Viernes 11. España peor, ya, pero todas/os mal.
No se crece ni se va a crecer porque no se puede crecer con este aún nuestro modelo porque está agotado, y en el que viene se va a crecer poco, de forma sesgada, y de forma eficiente. ¿Dos más dos en base diez? …
…
No sé cómo calificarlo: lo sucedido el pasado Viernes 18: Bloomberg y Reuters diciendo una cosa, la Sra. Ministra de Economía demostrando otra, llamadas, conferencias, … Desde la distancia me pregunto: ¿36 puntos sobre 441 es lo que está marcando hoy la diferencia entre el ser y el no ser de España?. ¿Todas aquellas movidas para acabar a una distancia de Italia de 26 puntos?. Lo más alucinante de todo, pienso, es que alguien pueda creerse que ‘otro Gobierno de otro color va a poder arreglar esto’, o que ‘de esto ha tenido la culpa el Gobierno’.
Lo más gordísimo es que si España no tiene que pagar aún más para que le compren la deuda es porque el BCE está comprando deuda española a lo bestia: “La Unión Europea está ayudando a España” dijo el Sr. Amadeu Altafaj, portavoz de asuntos económicos (El País 19.11.2011, Pág. 29). La pregunta es automática: ¿hasta cuándo lo hará?, así como su corolario: ¿y qué sucederá cuando deje de hacerlo?.
Dijo la Sra. Elena Salgado en aquel duelo con las agencias: “Este es un problema del conjunto de la zona euro y las soluciones tienen que venir de forma coordinada”. (Misma fuente) ¡Evidentemente!, hace tiempo que Uds. lo están leyendo aquí. Pero, ¿cuándo será el momento de hacerlo?.
Porque, por otra parte, las cosas podrían ser de otra manera: dando la UEM un puñetazo encima de la mesa y repartiendo un par de gorrazos a diestra y siniestra, pero ya no está de moda hacer las cosas así.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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