Parece ser que todo apunta a que se va a exigir a las entidades financieras europeas un 9,0% de capital con una calidad fuera-de-toda-duda, también la valoración de la deuda pública que tengan a precios de mercado. Insisto: falta algo: la incorporación de la probabilidad de impago de la deuda privada: ahí está el problema.
Bien. Eso, tener que aumentar el capital buenísimo (¿en función de qué se dice que algo es buenísimo?) y valorar toda la deuda pública a precios de mercado va a tener consecuencias: o bien las entidades van a tener que conseguirlo por ahí, o bien van a tener que llamar a alguna puerta, o bien van a tener que hacerse más pequeñas, pero yo me hago una reflexión: teniendo en cuenta las consecuencias que esas consecuencias van a tener, si algunos ¡políticos! lo están pidiendo, ¿por qué será?. A mí se me ocurre una obviedad: hay entidades financieras que están tan rematadamente mal, que la única opción es la apuntada, a pesar de esas consecuencias, sí, a pesar de esas consecuencias.
Eso nos lleva a otra pregunta que no sé si alguien ha formulado: considerando todo lo considerable, ¿cuál es la solvencia real en la que se encuentran las entidades financieras?, ¿qué grado de solvencia tiene el sistema financiero?; el europeo, sí, pero no sólo.
Porque claro, si políticos: po-lí-ti-cos, piden eso teniendo en cuenta que es una medida que no gusta a muchos es que, o bien saben algo que el resto ignoramos, o es un puro ejercicio de demagogia con el único fin de … ¿con qué fin podría crearse un estado de desconfianza si no estuviese basado en nada?.
Quienes critican la propuesta, quienes se oponen, dicen que no es necesaria tal recapitalización porque a) no se debe dudar de toda la deuda pública, y b) porque su entidad: la entidad con la que trabajan, y las de su país están bien. Apunto algo: España tiene 65 mM de euros de deuda portuguesa. Pregunta: ¿saben a ciencia cierta quienes en España se oponen a la medida que Portugal pueda pagar lo que debe?.
En línea con lo anterior: “Si el criterio de las agencias no es el adecuado, podríamos prohibir su evaluación (de los países rescatados” (M. Michael Barnier, Comisario de Mercado Interior y Servicios. El País 21.1o.2011, Pág. 49). ¡Vaya!, esto suena a: ‘Si no me gusta lo que dices no te dejo decirlo’, ¿no?.
Bien, pienso que ya ha sonado la campana que anuncia el fin de las agencias de calificación o, al menos, de las agencias de calificación tal y como las conocemos. Durante décadas han estado haciendo lo mismo que ahora hacen, pero mientras entonces eran alabadas y ensalzadas hoy son vilipendiadas y tratadas como corsarios con patente y como mercenarios a porcentaje.
Según este modo de verlo, las agencias de calificación habrían cumplido dos papeles -‘ido’: pasado- 1) hacer de polis malos amenazando con el fuego eterno a los países subdesarrollados en la época del Consenso de Washington a fin de que esos países hiciesen lo que se les decía que tenían que hacer, 2) contando maravillas de quienes convenía que fuesen contadas a fin de mejorar expectativas y engordar posibilidades. Teniendo en cuenta que ya no hace falta amenazar a ningún país subdesarrollado y que ya no hay maravillas que contar, las agencias de calificación tienen que hacer mutis por el foro; que su tiempo se acabó, vaya, y que cuando convenga partirle la cara a alguien o prometer el paraíso sobre algo ya se utilizarán otros métodos más actuales.
Las palabras de M. Barnier son fuertes, muy fuertes, pero bueno, ahora toca decir las cosas así, ¿no?: el ‘sí pero bueno lo podemos estudiar’ ya pertenece al pasado, ahora lo que se lleva es el ‘tiene que ser así y sólo así; puede sentarse en aquel cómodo sillón de la esquina y meditarlo durante media hora; por cierto, me encanta su corbata’.
Sin cambiar de tema. Si la prima de riesgo es una medida de la confianza en un país, en una economía, en su capacidad de pago de los compromisos adquiridos, ¿para qué sirvieron los rescates de Grecia, Portugal, Irlanda, si desde sus rescates las primas que han de pagar para que les compren la deuda han aumentado 2.087 puntos, 494 y 99 respectivamente?. Según la definición dada al inicio de este párrafo ahora esas economías, tras ser rescatadas, ofrecen menos confianza que antes del rescate, por ello han de pagar más que antes del mismo. ¡Jolín!.
Es decir, aplicando la lógica, hoy su situación es más terrible que cuando fueron rescatados, lo que significa que han empeorado su estado, por lo que necesitarían otro rescate, y más ajustes a añadir a los que ya realizaron. ¿Algo falla o lo que sucede es que, pura y simplemente, esas economías no son viables?.
Y a ese hilo, las palabras de M. Lagarde ayer en Pequín: cada vez un poco más peor (aquí) Bueno, parece que las cosas tienen que ir así: despacito para que las ciudadanías se vayan dando cuenta por sí mismas de que viene diez años de crisis sistémica; no: la super del FMI no usó ese término: aún. El discurso está en la línea del referéndum de Grecia: ‘es inevitable ir a peor, vivir peor, y será durante diez años; ya lo decía yo’. Mañana otro alguien importante dirá algo más peor, y las ciudadanías se darán más cuenta; hasta que ya se hayan dado toda.
(Me preguntaron qué me había parecido EL debate del día 7. Pienso que perdieron los dos debatientes: suspendidos: 2,5 sobre 10. Aquello se convirtió en un ‘Tu feo, tu más’ y no se abordaron, o se hizo a la carrera, los que, pienso, son los auténticos problemas de la economía española: productividad ridícula, desempleo estructural enorme, un paro del 40% entre la población inmigrante, economía sumergida, fraude fiscal, regiones que no puede ni remotamente financiar muchas -la mayoría- de las competencias transferidas, tasa de pobreza estancada en un 20% durante décadas que ha aumentado hasta el 21,8% en el último año. Y no se agredieron: nada en absoluto. Fue, continúo pensando, una pugna florentina encorsetada en un marco absurdo de minutos y segundos que se hizo porque había que hacerla debido a que tocaba hacerla. Para ese viaje …).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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