Este texto, del que soy autor, no es original: fue publicado en el 
número 43 (Diciembre del 2012) de la revista ‘Evolución’ que edita la 
compañía de servicios TIC Ibermática. Considero que resume tan bien lo 
que está sucediendo que me permito reproducirlo.
 Dice el Diccionario de la RAE en la segunda de las definiciones que da 
para 'evolución': "Desarrollo de las cosas o de los organismos, por 
medio del cual pasan gradualmente de un estado a otro". Pasar de un 
estado a otro, de forma gradual, los organismos. Sustituyamos organismos
 por personas, compañías, Estados, organismos e instituciones; y 
cambiemos estados por modelos y sistemas; y admitamos que las cosas 
pueden ser graduales o no serlo. Lo que nos sale es, nada más y nada 
menos, lo que está sucediendo. ¡Resulta que estamos evolucionando!, pero
 no es tan sencillo: por el medio suceden cosas. Veamos.
 ¿De dónde venimos?
 Pues venimos de una fase maravillosa en la que todo era posible gracias
 a una cosa llamada 'crédito'. Una cosa que era concedida por quien 
tenía potestad para hacerlo, pero tras esos conseguidores de sueños y de
 deseos siempre había una entidad financiera, porque conceder crédito 
equivalía a 'dar' dinero, lo que ponía en marcha un proceso de 
endeudamiento para el recibidor de ese crédito y otro de crecimiento 
para quien lo concedía porque para esa entidad tal crédito era un activo
 que permitía hacer cosas.
 Durante unos años se fue a más, todo era posible y todo era importante 
porque todo favorecía el crecimiento de forma que cualquier acción que 
se emprendiese suponía un aumento productivo y, obviamente consuntivo. 
¿El divorcio de un matrimonio?, positivo: dos ajuares, dos 
equipamientos, dos viviendas. ¿La inversión?, imprescindible: una 
máquina orbital con pasos cuánticos para mecanizar microesporas de 
Iridio: da igual que se subutilizase: lo importante era tenerla. ¿La 
obra pública?, ¡cómo no!, aunque una estación de AVE fuese utilizada, de
 media, por quince personas al día: había que hacerla para que un 
político se hiciese una foto y para que una urbanización (que nunca 
llegó a concluirse) ofreciese proximidad a alguna parte.
 De ahí, y de más sitios, venimos. Y fue fantástico. Y decir que tal o 
cual tuvieron la culpa es absurdo porque todos, de algún modo nos 
beneficiamos de aquello. Pero sobre todo no tiene sentido maldecir lo 
que se hizo porque, pura y simplemente, no había alternativa: a mediados
 de los 70 el modelo que se puso en marcha tras la Depresión supuso que 
ningún límite se dibujaba en el horizonte; en nada y para nada. En los 
80s empezó a vislumbrarse que cada vez hacía falta menos factor trabajo 
para producir una unidad de PIB. En los 90 empezó a masificarse el 
crédito y en los 2000 llegó su crecimiento exponencial. Hasta que se ha 
agotado la capacidad física de endeudamiento. Y en esto estamos.
 ¿Hacia dónde vamos?
 Cuando un modelo se agota otro nuevo se pone en marcha: la crisis 
(sistémica) de 1873 agotó el modelo al uso y uno nuevo se fue diseñando 
hasta que en 1885 se puso a pleno rendimiento; modelo que se agotó en la
 Depresión (otra crisis sistémica) y que llevó a la puesta en 
funcionamiento del que oficialmente aún es nuestro modelo, hasta que los
 diversos planes E que a lo largo y ancho del mundo se fueron poniendo 
en marcha a partir de la quiebra de Lehman demostraron en el 2010 su 
imposibilidad de revertir un proceso inevitable desencadenándose otra 
crisis, sistémica, claro. ¿Qué modelo vendrá ahora?.
 Tiene que ser un modelo que administre la escasez una vez asumido que 
la abundancia fue un mito que ya no es; un modelo que busque la 
optimización de unos recursos que son muy limitados; un modelo que se 
base en la productividad, no en la producción por la producción; un 
modelo que persiga la eficiencia, que se sustente en la coordinación y 
en la colaboración y no en el hiperindividualismo que ha regido el 
modelo actual hasta que se ha puesto de manifiesto que el todo es mayor 
que la suma de las partes; un modelo que supere conceptos políticos ya 
superados: ¿en qué se parece hoy el actual entorno social y económico al
 del siglo XIV, momento en el que el concepto de Estado que conocemos es
 inventado?.
 Claro que un cambio de ese calibre, al margen de que es duro porque es 
profundo, tiene consecuencias. Las que tuvo el paso del modelo que entró
 en crisis en 1929 fueron expansivas: todo era importante, todo lo ha 
sido; las que llegarán con el nuevo serán contractivas: lo necesario 
será lo que sea importante. Y lo expansivo siempre es más bonito que lo 
restrictivo.
 ¿Quiénes somos?
 Somos unos bichos metidos en una nave llamada Historia, y esa nave va 
recorriendo procesos, procesos denominados sistemas. Desde principios 
del siglo XIX el sistema por el que estamos transitando es uno basado en
 la propiedad privada de los medios de producción, en la existencia de 
trabajo asalariado, en la confianza de que un marco jurídico defenderá 
la libertad que para operar se necesita, … Y mientras se transita en el 
sistema nos manejamos con modelos que no es la forma como el sistema 
manifiesta su operativa en cada momento.
 Lo que estamos viviendo es muy complejo, pero antes de nosotros otros 
lo vivieron, y otros lo vivirán después. Es la evolución, y en esa nave 
todo evoluciona, siempre, constantemente.
 Cuando esta crisis sistémica acabe haremos las cosas de otra manera 
porque el modelo será otro, pero el marco de referencia, el sistema de 
momento continuará siendo el mismo; hasta que cambie, que lo hará. Ese 
marco antes fue de otras maneras: ¿en qué se parecen los principios con 
los que ahora vivimos a los de la época feudal?; en nada, pero eso ya es
 otra historia.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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