viernes, 21 de octubre de 2011

Por qué lo llaman flexibilidad de gestión

Lo he utilizado anteriormente, ya, pero es que es genial: “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?” (Manuel Gómez Pereira, 1993). Uso de nuevo el título porque va como anillo al dedo al plan que el Gobierno de la Generalitat de Catalunya está estudiando para la sanidad catalana: un giro copernicano a un modelo que hoy se considera agotado pero que hace cinco años era aplaudido y ensalzado. ¿Qué ha sucedido?, ¿qué ha pasado?.

El Gobierno de la Generalitat de Catalunya, pienso, no hace sino seguir la senda que empezó Ms. Thatcher en The UK en los años 80, una senda que tiene muchos caminos laterales y muchos vericuetos que hacen desandar lo andado, pero una senda que lleva una dirección única: reducir el peso del gasto público en, en este caso, la sanidad. Y no, no pienso que sea por afán de lucro: para dar de ganar ‘a sus amigos’, la razón por la que Gobiernos de distintos países y regiones han abordado tal reducción: recordemos la Agenda 2010 de GerhardSchröder en Alemania, es pura y simplemente porque el modelo de protección social está dejando de ser necesario y, a la vez, se está tornando crecientemente más caro, es decir, más absorbedor de gasto público, un gasto público que se ha de nutrir de ingresos públicos (aunque en estos últimos tiempos se haya estado nutriendo, en gran medida, de deuda).

No pilla de nuevo, no, los ecos de cambios vienen de atrás, de meses atrás: lo vimos en Portugal, en Castilla La Mancha, nuevamente en Portugal, aquí, en Catalunya, en una conferencia que el Conseller de Economía pronunció hace unas semanas, una conferencia crucial para entender la tendencia que-está-viniendo. (Hice una mención a tal charla en una reciente colaboración en L’Econòmic (aquí). Está en catalán, pero se entiende: estas cosas siempre se entienden).

La tendencia …, y, ¿qué tendencia es esa?. El modelo de protección social (educación universal y gratuita, sanidad general y completa, pensiones de jubilación, subsidio de desempleo, subvenciones y ayudas diversas, …), fue puesto en marcha tras la II Guerra Mundial por dos razones: 1) para evitar que una miserizada clase obrera escuchara cosas no convenientes y que de resultas de eso se rebotara, y 2) para contribuir al crecimiento a través del gasto público. A los-que-tenían les costó algo: impuestos director progresivos, pero se les dejó abierta una puerta: los paraísos fiscales, y a los que tenían menos se les vendió que eso que tenían que pagar de más sería para el bien común. Además algo jugaba a favor del esquema: el modelo exigía el pleno empleo de los factores productivos por lo que la gente pagaba impuestos; además la esperanza de vida era la que era: mucho menor que ahora; y la tecnología médica tenía el nivel de desarrollo que tenía: de museo en comparación con el actual. Hoy nada de eso se cumple.

La clase obrera da igual lo que oiga porque, entre otras razones, como se le ha permitido que accediese a muchas cosas, tiene miedo a perderlas; por otro lado, cada vez hace falta menos gente para producir lo que sea, por lo que del pleno empleo, na-de-na; pero si cada vez menos gente es necesaria la recaudación fiscal desciende, sin embargo la esperanza de vida aumenta, y el coste de la tecnología médica cada vez es mayor. En USA, que son muy listos, ya lo vieron en los años 30: Roosevelt instauró las pensiones de jubilación, pero aunque se consideró incluir la asistencia médica, al final se dejó fuera, y Johnson, en su Great Society ni se lo planteó. En Europa, sí, por lo que ahora hay que desmontar todo eso, y en España también, aunque al modelo de protección social llegamos con retraso (como en todo), y más si cabe porque los problemas de ingresos son mayores y más lo serán.

Le llaman, le llamarán, ‘reestructuración’, ‘reorganización’, ’gestión eficiente del gasto’, ‘racionalización de las coberturas’, ‘flexibilización de las prestaciones’, y de mil maneras más, y eso que se dice que se va a hacer se hará, y el modelo, en este caso el de la sanidad pública, estará más organizado, será más racional, se flexibilizará, pero el nivel de atención del usuario descenderá, ¿por qué lo digo?, pues porque en todos los sitios y lugares en los que se ha afrontado un proceso como este ha sucedido; lo que no quiere decir que no tuviese que hacerse, ni que la atención que esos usuarios recibían tuvieran que recibirla; pero descenderá, seguro, y quienes puedan pagar otras sanidades complementarias las pagarán, y quienes no puedan no lo harán, lo que tampoco quiere decir que no tenga que ser así: ¿no se está acabando con la redistribución?.

Tremendo, ya. Hemos tenido algo, hemos disfrutado de algo que pagábamos (aunque de media se recibía más de lo que se daba), que ya ni es posible, ni es necesario, ni es deseable. Llegados a este punto la pregunta es donde se halla el límite a este modo de hacer, perdón, donde será establecido el límite. Por ejemplo, ¿a toda la población se le tiene que garantizar la misma esperanza de vida?. No se escandalicen: esas preguntas se plantearán. Insisto: ¿donde será establecido el límite?.

Y el 21,8% de la población censada en España es pobre: el INE ayer. Los primeros cálculos fiables sobre la dimensión de la pobreza en España datan de 1982: el 20%. Nunca en España la tasa de pobreza ha descendido por debajo del 18%, ¿ni cuándo ‘España iba bien’?, no, ni entonces. De forma reiterada, vaya bien España o vaya peor, un español de cada cinco es pobre, claro, que ahora es peor: lo es uno de cada 4,6.

(Pienso que el presidente de la CEOE se equivoca: mucho: el que la salida de una empresa del factor trabajo no necesario sea barata (o gratis), no garantiza en absoluto que la demanda de trabajo sea mayor. En el 2007, con la legislación laboral que ahora las patronales demonizan y que el Gobierno -cualquiera- está de acuerdo en desguazar, España alcanzó la tasa de paro más reducida de la Historia reciente (era ficticia, ya, pero esa y todas las demás: el subempleo); ¿cómo se explica eso con el argumento de abaratar el despido?. Más. En USA, país en el que el despido es libre y ultrabarato para la gente de a pie, la realidad del desempleo ha alcanzado cotas calificadas de drama nacional por el presidente de la FED: el 50% de las personas desempleadas en USA son parados de larga duración; ¿qué explicación se da a eso desde la óptica del abaratamiento del despido?.

¡No, no y no!, se contrata a quien se necesita y la precarización y el abaratamiento de las condiciones laborales no incrementan la demanda de trabajo, sólo llevan al mantenimiento de modelos productivos de bajo valor en los que la competencia en costes bajos permita la supervivencia de subsectores en el borde de la marginalidad, de eso, en España, en nuestro turismo sabemos mucho.

Es muy posible que la CEOE consiga la indemnización de 12 días por año trabajado, pero la demanda de trabajo no crecerá porque eso depende de otras cosas, de cosas que España no cumple ni puede cumplir, y la CEOE lo sabe).

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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