No se puede ser más patoso. Donald (Trump) arrambla con todo, sin que nadie lo detenga, por ahora. Ha roto moldes, violentado constituciones, ninguneado al Sursum Corda. Se ha puesto el mundo por montera, por ahora. Apoyado en una pléyade de ex banqueros del todopoderoso Goldman Sachs, ha propiciado la levitación del Dow Jones, hasta las alturas de los 20.000 puntos. Barron's, la carismática y emblemática publicación USA apuesta en su último número por los 30.000 puntos. Justo cuando los asesores ex Goldman han vendido todo, bonos y acciones, según se cuentan en los corrillos de Wall Street. Donald (Trump) es para muchos el quinto jinete del Apocalipsis (Los multimillonarios de Silicon Valley se están preparando para el apocalipsis). Tiende muros verbales, por ahora. Europa le importa un bledo, por ahora. Tiemblan los precios de las acciones, bonos, tomates, oro, plata, hierro, cobre, plátanos, limones, aguacates y mil mercaderías más, por ahora. Donald (Trump) se ha cargado el mítico efecto enero, cuya leyenda y sabiduría recogida en la estadística pueden leer, si gustan, más abajo. Donald (Trump) tiene acojonados a ciudadanos, banqueros, inversores, ahorradores, líneas aéreas. Arrambla, dije, con todo. Hay, entre los bolsistas, mucha alteración intestinal. Esto huele mal, por ahora. Y si les apetece, remarco la leyenda del efecto enero.
El llamado efecto enero en las Bolsas es una de esas máximas que, por estadística, tiende a cumplirse, pero que no deja de ser eso, una estadística con probabilidad de error. Sostiene que un enero al alza en las bolsas conlleva una probabilidad del 80 % de que el año también lo sea. Cuando en marzo de 2009 arrancó un ininterrumpido rally en Wall Street, que no en el resto de los mercados del mundo, después de la debacle financiera de 2008, los que adecuaron su estrategia anual al efecto enero tras un primer mes de año nefasto en Bolsa, debieron maldecir la estadística. Aquel ejercicio, obviamente, no se cumplió el llamado "efecto enero", que dice que un enero al alza en las bolsas conlleva una probabilidad del 80% de que el año también lo sea. Mark Hulbert, experto columnista de Market Watch, recuerda que en el caso del Dow Jones, enero es el sexto mes con mejor comportamiento del año, si analizamos el índices desde su creación en 1896. No obstante, su rentabilidad media es ligeramente superior a la de los demás meses: 0,9% frente a 0,6%. Defiende este experto además que, haya o no rally de Navidad a finales de diciembre, la rentabilidad en enero no está ni mucho menos asegurada.
¿Cuáles son las causas del efecto enero? escribe María Déjà vu en esBolsa que como en todos los patrones existen diferentes “hipótesis” sobre sus causas. Una de ellas es que durante el mes de diciembre los inversores profesionales arriesgan menos en sus inversiones para poder presentar un informe anual favorable a sus intereses profesionales. Es lo que se conoce como “maquillaje de carteras”. Para ello pueden utilizar distintas estrategias de maquillaje, siendo la más utilizada la denominada mark-up, que consiste en vender al final del año aquellos activos “menos populares” para que no aparezcan como componentes de la cartera al publicar el informe anual, y comprar aquellos que sí han sido populares. De este modo se maquilla la composición real de la cartera a lo largo del año ya que de esta manera se puede captar a nuevos clientes, atraídos por las estimaciones de rentabilidad/riesgo ofrecidas. Tras maquillar las carteras comienza otra etapa que será de inversiones muy agresivas para beneficiarse del efecto enero.
Otra hipótesis para que se produzca el efecto enero son los motivos fiscales. Algunos inversores siguen la estrategia de vender las acciones que al finalizar el año tienen pérdidas en sus cotizaciones para obtener minusvalías. Un comportamiento que acentúa más la caída de las cotizaciones y que volverán a su valor de equilibrio posteriormente, cuando los inversores compren de nuevo. De este modo, se establece una estrategia de inversión con la que obtener beneficios extraordinarios, consistente en comprar valores de compañías cuyos precios alcanzasen mínimos anuales en la última semana de diciembre (Rally de Navidad) para venderlos posteriormente en enero.
Ya os he comentado en muchas ocasiones que el factor psicológico es uno de los pilares básicos de los inversores, y para mí el más importante. Hay inversores que reajustan su cartera en función de sus expectativas futuras. Piensan que si realizan una inversión en enero tienen once meses por delante para rectificar los errores, por lo que muchas compras se centran en este mes, que suele ser, habitualmente, de bastante volumen. La fuerza del factor psicológico es su poder para auto-confirmarse; si en enero los inversores piensan que la bolsa subirá, todos en masa comprarán, haciendo que el valor de las acciones suba.
Otra posible causa es que en diciembre se hacen aportaciones a planes de pensiones, dinero que será invertido a comienzos del año próximo.
Como hemos visto, a principios de enero los inversores regresan a los mercados financieros de forma irracional o “racional” para vengarse y sacarle tajada, empujando al alza los precios de los valores. Todas estas explicaciones, posibles causas e hipótesis, no sé si serán del todo satisfactorias para saber el porqué este efecto ocurre tan asiduamente, pero es lo que tenemos.
efecto enero
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Moisés Romero