Esta historia, para no remontarnos más atrás, comienza en Junio del
2002, cuando la compañía Lear cerró su planta de Cervera; a partir de
ahí se inició un rosario de liquidaciones y clausuras, hasta hoy:
Autoliv no será la última.
Rebobinemos. En los años 60 empezó el establecimiento en
España de la industria europea, algo de estadounidense y algo de
japonesa porque establecerse en España era un chollo. Unos trabajadores
que venían de una postguerra y de una autarquía con ansias de bienes
básicos; una dictadura que prohibía el asociacionismo obrero y cualquier
reclamación laboral; unos salarios bajísimos en comparación con los
existentes en los países en los que estaban las sedes de quienes
invertían; y unas facilidades totales en materia medioambiental y
regulatoria. Y la inversión extranjera empezó a venir, y en concreto el
automóvil y sus empresas auxiliares. Genial, ¿verdad?.
Sí, pero nadie vio o nadie quiso ver dos problemas que esa inversión
iba a traer si no se empezaban a tomar medidas desde el mismo momento en
que empezó a establecerse en España: la dependencia que implicaba que
los centros de decisión de esas compañías se encontrasen en el exterior,
y el hecho de que lo que en los años 60 y 70 era de altísimo valor
añadido el paso del tiempo iba rebajarlo. Obviamente esas empresas se
establecieron en zonas convenientes y con una cierta base industrial.
Los años fueron pasando, el franquismo hizo gala de sus Planes de
Desarrollo y en la Transición y sus gobiernos la potencia industrial
siguió más o menos igual. El primer aviso llegó con la reconversión
industrial del primer Gobierno de Felipe González enmarcada en aquella
frase del ministro del ramo que quedó para el recuerdo: ‘la mejor
política industrial es la que no existe’. La reconversión se vendió como
un peaje necesario para entrar en la CEE, y a los afectados se les pagó
muy bien para evitar protestas y reclamaciones. Pero a partir de
entonces, y aunque continuaron llegando inversiones desde el exterior,
ya nada fue igual porque el modelo industrial vigente en el mundo
apuntaba a la deslocalización del bajo valor, a la robotización del
alto, a los salarios bajos, , a la productividad, a la organización
flexible y adaptable, al stock cero, …. También para el recuerdo queda
la revolución industrial que causaron los métodos de José Ignacio López
de Arriortúa, Superlópez.
El problema industrial de España y en concreto de sus zonas más
industriales empezó a verse en los 90. Excepto en Euskadi donde el
Gobierno del lendakari Ardanza realizó una apuesta personal por la
industria de alto valor añadido, en el resto del país se entró en una
cadena de acostumbramiento, ayudas, aceptación de rebajas de condiciones
laborales por parte de los sindicatos, y esperas de que mañana iba a
ser mejor que hoy. Hasta que Lear dijo que todo aquello no era
suficiente y se fue.
Autoliv ni siquiera ha sido la penúltima, ha sido una más; porque
otras se van a ir, y entre otras su marcha va demostrar dos cosas. Una:
que la tan cacareada Reforma Laboral sirve para lo que sirve, a quienes
sirve, mientras sirve porque se dan las condiciones que la hacen servir,
pero cuando eso deja de pasar … Y dos: que la demanda de trabajo
depende de la necesidad que de trabajo tenga quien lo demanda no de
devaluaciones internas impuestas con el miedo generado por un desempleo
rampante. Porque la realidad es tozuda: por mucho que bajen los salarios
en España nunca los salarios van a ser suficientemente bajos para
competir con muchos otros países; y nunca un grupo de trabajadores, por
muy eficientes que sean, van a ser lo eficiente que es un robot.
¿Qué puede esperar la industria española? Aquella puntera, que diseñe
y aporte soluciones en campos necesarios, aquella que genere valor
añadido, que sea flexible, adaptable, que esté integrada y que sepa
integrarse, funcionará. La que fabrique cinturones de seguridad para
automóviles pienso que lo tiene realmente mal.
¿La culpa? Pues de la evolución de la dinámica industrial si es que a
ella se le puede echar la culpa de algo y de unos gobernantes de uno y
otro color que, como buenos políticos, tan sólo han mirado el corto
plazo. La mayoría de la industria en España lo tiene crudo, sí. Pero el
lobo llega siempre se olvida que este tipo de cosas siempre vienen de
atrás.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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