El título de hoy es el ‘Asunto’ (literal, absolutamente) del mail que recientemente recibí y cuyo texto reproduzco:
“Hola Sr Niño Becerra, soy seguidor de sus artículos en La Carta de la
Bolsa y me gustaría reflexionar con usted sobre todos esos jóvenes que
estamos absolutamente perdidos, sin saber si debemos seguir hacia
adelante o retroceder sobre nuestros pasos para empezar de nuevo, que no
sabemos si nuestra profesión, además, será necesaria por el impacto de
la tecnología y otros factores.
Quisiera compartir con usted mi caso: Tengo 28 años y soy delineante (o
intento serlo, dada la escasa demanda que hay actualmente de estos
profesionales), trabajé durante 5 años en una de las grandes
constructoras de este país, y desde Septiembre, después de un ERE de
extinción, estoy en paro.
Algunos de mis compañeros de departamento solían recordar con añoranza
los viejos tiempos en los que los planos se trazaban a mano, en los que
un buen delineante era un profesional muy valorado y en los que
desarrollar un proyecto como puede ser una presa, suponía tener trabajo
para una larguísima temporada.
Esto por supuesto no va a volver, como bien dice usted el avance de la
tecnología es imparable, y la inmensa cantidad de programas existentes
cada vez hacen más funciones ellos solos, con lo cual la demanda de
trabajadores va disminuyendo.
En muchos foros existe un encendido debate sobre si nuestra profesión
está condenada a desaparecer, ya que la crisis está fomentando un gran
intrusismo, son muchas las empresas que en las pocas ofertas que
aparecen piden ingenieros con experiencia que sepan manejar unos
determinados programas. (Eso si, ofrecen sueldo de delineante).
Después ya de 6 meses, he recuperado mis apuntes y libros de la primera
FP II que estudié: Gestión Comercial, valorando emprender un proceso de
reciclaje hacia un sector totalmente distinto pero el único en el que
se crea algo de empleo, y donde la tecnología entiendo (espero no
equivocarme), lo tiene más difícil para sustituir a un buen profesional
ya sea de la venta, publicidad...etc.
Me gustaría conocer su opinión al respecto, acerca de esas profesiones
como la mía que parecen estar condenadas, y si el sector comercial puede
ser una vía de reciclaje acertada.
Gracias por su tiempo, reciba un cordial saludo”.
Dejando a un lado la conveniencia del dilema de quien me escribía, lo
que destaca por encima de todo es esa realidad en la que se hallan
inmersos un supermontón de jóvenes (y no sólo españoles: repasen las
tasas de desempleo juvenil en Europa: enormes; lo que sucede es que en
España son de escándalo).
Se habla de adaptabilidad, se pregona que se tiene que ser flexible.
Pero cuando se baja a nivel de calle lo que se aprecia es una demanda de
trabajo muy inferior a la oferta de trabajo; unas condiciones de
trabajo muy bajas independientemente de la formación de la/del
demandante de empleo (ríanse del salario mínimo); y unas necesidades
profesionales que la formación ofrecida suele no cumplir (de ahí que se
diga que la enseñanza reglada se halla en retroceso). A eso añadan la
percepción de unos jóvenes que saben de la tasa de paro que padecen y de
las expectativas con que cuentan.
¿Cómo se arregla eso?. Para las/los superbuenas/os con contactos, ya
está arreglado. Para las/los superbuenas/os sin contactos, con unos
sacrificios tremendos, aguantando mucho y aceptando todo. Para el resto,
ni la más remota idea.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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