Ya no hay nadie que no piense que ‘las cosas están fatal’. También casi
todo el mundo (aquí no hay mayoría) tiene claro que ‘esto va a ser
largo’. En lo que aún hay minoría es en el número de ciudadanas/os que
piensan que hay muchas cosas, muchísimas, que no van a volver.
Una de esas cosas es la demanda de trabajo; otra es el nivel de
protección social que se ha tenido; otra más el papel decisorio que
el-hombre-de-la-calle ha desempeñado; y otra la enorme oferta de bienes y
servicios fabricados y elaborados por una galaxia de empresas entre los
que se podía elegir. Son sólo meros ejemplos y, evidentemente, la lista
no se halla completa.
Por diversas razones y todas consustanciales al modelo que estábamos
utilizando, el objetivo ha sido ocupar a la mayor cantidad de personas
posibles haciendo cosas que pudieran venderse a fin de que ingresaran
unos salarios que les permitiesen acceder a unas capacidades de
endeudamiento con las que pudieran consumir de todo, a la vez que
pagaban unos impuestos con los que financiar la atención pública que
recibían en forma de salud, educación, pensiones y cosas así; y con ello
posibilitar que tuviesen beneficios quienes les ocupaban al vender
todas las cosas que aquellos hacían a todas las personas físicas y
jurídicas, nacionales o extranjeras que las adquiriesen, beneficios
sobre los que pagaban impuestos (tras restar las deducciones); y que
eran financiados por unas entidades que hacían de bombas distribuyendo
los fondos que posibilitaban el proceso (por lo que cobraban y también
pagaban impuestos). Era un modo de hacer que se realimentaba a sí mismo
de forma creciente y que permitió que el mundo fuese bien como jamás
había ido.
Todo eso acabó, al menos se acabó como lo conocíamos por muchas
razones, pero, fundamentalmente, porque ha dejado de ser necesario que
las cosas sigan siendo así. Es más complejo, pero es algo parecido (lo
es porque fue el inicio) a cuando en los 80s dejó de ser imprescindible
el pleno empleo del factor trabajo al revés de lo que había sido en los
60s.
Las cosas que hemos conocido han acabado: se están acabando, porque
ahora todo (cada vez más cosas) puede hacerse de otras maneras que
posibilitan utilizar menos recursos, lo que supone gastar menos y mirar
muchísimo más en qué se van a emplear esos recursos; es decir, no sólo
se busca recurrir a procesos productivos más rápidos y eficientes que
utilicen cada vez menos acero para fabricar un firulillo, sino que la
pregunta previa será -ya está siendo-, ¿son necesarios los firulillos?.
Eso cambia todo el panorama, absolutamente todo, desde lo financiero a
lo productivo, y tiene implicaciones en el ámbito social, cultural e
incluso político. ¿En qué se manifiesta a nivel de la calle?, pues en
que ‘sobran cosas’. Sobra población activa: ¿para qué crecer y ocupar a
personas que van a fabricar bienes que no se van a poder vender porque
no hay capacidad de endeudamiento para consumir? (suponiendo que quienes
fabriquen tengan financiación, claro). Sobran instalaciones públicas:
¿para qué mantener abiertas unas instalaciones deportivas, sanitarias,
educativas, si no se pueden financiar porque la recaudación fiscal está
cayendo?. …
Lo más evidente sucede en y con el desempleo porque afecta a las
personas, a la ciudadanía. En España las entidades financieras, por
ejemplo, crearon un modelo bancario de proximidad: muchísimas oficinas
con relativamente poco personal para aproximar la entidad al usuario.
Cuando tocó vender créditos, el modelo funcionó muy bien porque, además
de vender eso, conseguían clientes; pero ahora las cosas ya no funcionan
así; a los bancos en España les sobran oficinas a mansalva y personal a
tope. ‘Sobran’, ‘les sobran’.
Es la idea de excedente, de reducción, de ir a menos a fin de hallar
una dimensión óptima, conveniente, idónea. Y esto va a dejar al margen
bastantes cosas. Locales comerciales y oficinas, por ejemplo; pero no
sólo.
Bien, pues eso es lo que aún, todavía, no se quiere admitir. (Si, en parte es porque no se puede).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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