Creo no tener demasiadas amistades en Bruselas y tras mi reciente 
entrevista con Bloomberg, es poco probable que mi popularidad haya 
aumentado. "El euro está condenado", este era el titular de Bloomberg 
que atrajo la atención de Richard Quest de CNN, así como de otros medios
 alrededor del mundo. En realidad nunca recibí tantas reacciones a una 
sola entrevista como me sucedió con ésta. Entre las preguntas de 
clientes y otros periodistas estaban las siguientes: ¿Es realmente tan 
grave? ¿Es realmente culpa del euro? ¿Cómo terminará? ¿Cómo me protejo 
de esto que nos espera? ¿Cuándo sucederá? Sí, creo que la situación de 
la zona euro es muy grave. Y sí, creo que el origen principal de los 
problemas es el propio euro. Al haber sido introducido sin ningún 
fundamento subyacente, el euro es un castillo de arena. No existe una 
política económica o fiscal en común, la popularidad del proyecto es 
fluctuante y el impacto del euro sobre la competitividad y productividad
 relativa ha tenido un efecto devastador para muchos de sus 
participantes. La base de una moneda común simplemente no existe y 
tampoco existe la voluntad de abordar las consecuencias de sus 
distorsiones, tales como la transferencia de pagos a los países en 
desventaja y los bonos comunes.
         
 Grecia ha perdido su capacidad competitiva, mientras que Alemania se ha
 beneficiado enormemente. Este tipo de desequilibrio se constata 
generalmente dentro de los estados-naciones, en donde algunas zonas son 
más exitosas mientras que otras tienen más dificultades. Pero dentro de 
un estado-nación, el movimiento de la mano de obra desde una zona de 
desventaja, con poco trabajo, a una zona próspera con muchas 
oportunidades es mucho más simple y la voluntad de apoyar a la zona más 
pobre es significativa por la solidaridad nacional.
 Esa solidaridad y flexibilidad claramente no existe entre los países 
miembros de la eurozona, ni tampoco puede esperarse que así sea. Incluso
 en los mejores momentos, y ni hablar durante una crisis, la principal 
responsabilidad de un gobierno nacional deben ser sus propios ciudadanos
 y no otros países distantes que los votantes perciben como 
despilfarradores de dinero. Por lo tanto, históricamente la única forma 
de salir de una economía que no es competitiva ha sido la devaluación, 
lo que es sumamente importante para restaurar el equilibrio de vez en 
cuando. La devaluación competitiva muchas veces ha sido denunciada por 
los políticos como injusta y egoísta. Sin embargo, en los hechos, la 
revaluación y la devaluación son situaciones normales para la mayoría de
 las monedas, además de ser un mecanismo útil para los mercados. Al 
eliminar esa posibilidad, la única opción para los miembros de la zona 
euro es la devaluación interna, una estrategia que es políticamente 
imposible y dolorosamente innecesaria para las poblaciones afectadas.
 Italia es el ejemplo más reciente de esta imposibilidad inherente. La 
Comisión Europea ha fomentado repetidamente la idea de que el gobierno 
tecnócrata de Mario Monti fuese respetado y aceptado por los italianos. 
Pero la primera vez que se enfrentó al juicio público, Monti fue 
destruido. Y ahora tanto Beppe Grillo como Silvio Berlusconi señalan 
continuamente que la solución para Italia podría ser abandonar el euro. Y
 sin duda que tienen razón.
 La situación es la misma para Grecia, obviamente, pero también lo es 
para España, Portugal y finalmente para cualquier otro país cuya 
competitividad sea inferior a la de Alemania. Incluyendo a Francia, sólo
 es cuestión de tiempo, a mi parecer.
 ¿Cuánto tiempo puede durar este proceso, incluso aunque esté garantizado que el resultado será negativo? 
 Es una pregunta difícil. Está claro que se ha invertido un enorme 
capital político en el proyecto euro y su fracaso será un gran bochorno 
para los países y líderes políticos. Por lo tanto, espero que ellos 
puedan mantener vivo al euro mientras esto sea posible.
 La única posibilidad de frenar la locura serán las protestas masivas de
 los votantes, y eso es exactamente lo que estamos empezando a 
vislumbrar. En Italia, el rechazo de un delegado de la UE, un parlamento
 inmanejable. En el Reino Unido, el surgimiento del Partido 
Independiente del Reino Unido que ahora pretende extenderse a nivel 
nacional, y sospecho que en poco tiempo también en Alemania, en donde el
 descontento y la desconfianza con respecto a los socios europeos va en 
aumento. Y por supuesto, cuando los ciudadanos europeos se rehúsen un 
día a seguir pagando cuentas (a pesar de los enormes beneficios que 
Alemania ha experimentado indiscutiblemente como el único país 
importante dentro de la zona euro) el euro abandonará su formato actual.
 El final podría ser un adiós al Club Med, podría ser una ruptura total,
 podría ser una eurozona a dos o tres velocidades o que Alemania 
simplemente abandone el escenario, lo que la conduciría a cualquier de 
los panoramas descritos anteriormente.
 Mientras tanto, tendremos que soportar arreglos cortoplacistas, que se 
presentarán como grandes logros y soluciones, un mayor debilitamiento de
 la solidez monetaria de la zona euro y retrocesos frecuentes cada vez 
que la realidad nos golpee. La debilidad actual no es culpa de 
Berlusconi. Es culpa de que la realidad está siendo encubierta durante 
unos meses, solo para ser revelada nuevamente cada vez que los votantes 
(o los mercados) tienen la oportunidad de reaccionar. De hecho, yo creo 
que deberíamos estar agradecidos de que el efecto Berslusconi haya 
sacado a luz los desafíos – cuanto antes veamos la realidad, mejor será.
 Finalmente el euro deberá irse y todo el dinero que se gasta 
actualmente en acuerdos para “prolongar y disimular” estaría mejor 
aprovechado si se utilizara para eliminar la divisa en forma bien 
estructurada y cuidadosamente planificada. Pero seguramente el final no 
estará bien estructurado sino que será un proceso caótico y destructivo.
 ¿De qué manera afectará este desastre a nuestras inversiones? 
 Será muy desagradable, claramente. También llevará a la reducción de 
personal y a la libertad financiera en Europa, ya que se aplicarán 
medidas irracionales para tratar de evitar lo inevitable. Por lo tanto, 
sean muy cuidadosos al confiar en cualquier tipo de ahorro público o 
vinculado a impuestos o a planes de pensión que retengan su dinero. 
Seguramente las reglas cambien en su detrimento, dado que se han agotado
 las opciones financieras para los gobiernos europeos. Tengan cuidado 
con los bonos públicos. Su valor deberá bajar de forma significativa y 
probablemente también se reestructurarán en muchos lugares de la zona 
euro. Tendremos que pagar impuestos aún mayores. Y tendrán que 
encontrarse chivos expiatorios, por lo que debemos esperar un mayor 
maltrato hacia los bancos y odio para con los mercados financieros.
 Personalmente yo me mudé a Suiza hace tres años, principalmente porque 
me preocupaba la reacción de la UE frente a las empresas y a los 
ciudadanos adinerados a medida que avanzaba la crisis. No me he 
arrepentido ni un instante. Y de hecho las cosas se están moviendo a un 
ritmo mucho más acelerado en la UE de lo que yo temía en aquel momento. 
Pero por supuesto, Suiza también está bajo una enorme presión de la UE, 
que la ve como un oasis de racionalidad en medio de la amenaza que 
supone el caos. Por lo que mudarse aquí tal vez no sea un movimiento lo 
suficientemente defensivo en el largo plazo. Mientras tanto, diariamente
 se unen a mí otros europeos que buscan en Suiza un refugio que, por el 
momento, todavía existe.
 Tristemente, el futuro no parece estar en Europa
 Al menos no en el corto plazo. Pero me anima el hecho de que finalmente
 estamos comenzando a entender la gravedad de la situación. Comprender 
la realidad es el primer paso para poder aceptarla y abordarla 
racionalmente. Los ciudadanos europeos ya no están comprando la 
propaganda de Bruselas, por lo que tal vez haya algo de esperanza.
 Pero por supuesto, aunque logremos encarrilar un poco a Europa, aún 
cargamos con los sistemas de ayuda social inflados y subsidios sociales 
amorales. En estos tiempos ser europeo no es tarea sencilla.
 A finales de este mes publicaré en Dinamarca el libro “Europa: 
Integración sin Ilusiones” de Vaclav Klaus, presidente checo y un 
escéptico sobre el euro desde hace mucho tiempo. La versión en lengua 
danesa incluirá un extenso epílogo escrito por mí en el que trato de 
mirar el excelente análisis del presidente desde una perspectiva danesa,
 además de una perspectiva actualizada del mercado financiero. Creo que 
el libro, que ya está disponible en inglés, propone una mirada excelente
 sobre las dinámicas que están amenazando los mercados y desmembrando a 
Europa. Traduciré un par de capítulos para publicar más adelante en este
 blog – y creo que esto responderá a las preguntas anteriores de forma 
bastante detallada.
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