Este fin de semana comentaba en una cena con otros analistas la
problemática que existe en EE.UU. con los créditos estudiantiles, que
según muchos especialistas, es la próxima burbuja a estallar. De este
tema inicial, pasamos a discutir sobre las últimas burbujas
financieras, y a criticar la masiva contribución de los mercados a
estos procesos tan dañinos. Y es ahí donde disiento.
En mi opinión, las burbujas financieras, al menos en algún caso, no se crean por la intervención generalizada y decisiva de los participantes en un mercado actuando con una homogénea irracionalidad, sino por el efecto que unos pocos con gran poder de compra, producen de forma interesada en el precio de algunos activos.
En mi opinión, las burbujas financieras, al menos en algún caso, no se crean por la intervención generalizada y decisiva de los participantes en un mercado actuando con una homogénea irracionalidad, sino por el efecto que unos pocos con gran poder de compra, producen de forma interesada en el precio de algunos activos.
La diferencia de las dos posturas es creer que la irracionalidad del
inversor crea las burbujas, o que por el contrario, están creadas de
forma muy racional e interesada, por un pequeño grupo de inversores
cualificados, y que una vez ya desarrolladas, es la gran generalidad la
que interviene, y la que normalmente sale perjudicada.
Quizás no haya habido en la historia
una burbuja más famosa que la de los Tulipanes en Holanda a mediados
del siglo XVII. Son muchos los estudios sobre las causas de esta
burbuja, y en la mayoría de ellos hay cierta sintonía en que no todo el
mercado se comportó con irracionalidad. De hecho, parece que fueron
sólo unos pocos los causantes de esta subida de precios en los
tulipanes.
Los analistas de The Economist hablan
en un reciente artículo sobre este hecho. Señalan que en 1630, un
marinero fue arrojado a una cárcel holandesa por comer lo que él creía
una cebolla, y que resultó ser un bulbo de tulipán. El coste de la gula
del marinero era equivalente al coste de la alimentación de toda la
tripulación durante doce meses.
Esta historia probablemente no sea
cierta, ninguna persona sensata dejaría algo tan valioso al alcance de
un marinero hambriento. Pero al igual que en la burbuja de los
Tulipanes, en la historia se desdibuja la línea entre la realidad y la
ficción.
The Economist añade: La burbuja de los
tulipanes dio lugar a grandes aumentos en sus precios. A principios de
1637, algunos contratos de tulipán llegaron a cotizar a un nivel
alrededor de 20 veces superior al nivel de tres meses antes. Un tulipán
particularmente raro, el Semper Augustus tenía un precio de 1.000
florines en la década de 1620. Justo antes del crash, este tulipán se
valoraba en 5.500 florines por bulbo, más o menos el coste de una casa
de lujo en Ámsterdam. Los precios se precipitaron en 1637, y algunos
inversores se quedaron en bancarrota.
Las fluctuaciones en los precios no
fueran causadas por cambios masivos en los costos de producción.
Tampoco se volvieron particularmente útiles. La mayoría de gente asume
que la “Tulipmanía”, como se la llegó a conocer tras la obra de Charles
Mackay, fue causada por la irracionalidad del mercado financiero.
¿Pero que produjo esta irracionalidad?
Peter Garber culpa al público en general por la subida de precios. Se
calcula que un brote de peste bubónica asoló Ámsterdam en esas fechas,
y provocó que la gente tuviera menos aversión al riesgo. Los habitantes
de la ciudad sabían que cada día podía ser el último, por lo que no
importaba especular un poco.
Pero realmente, los datos muestran que
la mayoría de los inversores actuaron racionalmente. Las fuertes
subidas de precios y el crash posterior, fueron debidas a factores
autónomos, y fruto de escasos operadores informales y amorales. Los
inversores serios no participaron en estos movimientos.
Earl Thompson, ex miembro de UCLA,
calcula que el mercado de los tulipanes fue una respuesta eficaz a las
cambiantes regulaciones financieras, en particular, a la conversión
anticipada del gobierno de los contratos de futuros en contratos de
opciones. Este truco fue ideado por los funcionarios del gobierno,
quienes estaban deseosos de hacer dinero rápido en el comercio del
tulipán.
Lo que sucedió con estos cambios
regulatorios es que los inversores que adquirieron el derecho a comprar
tulipanes ya no estaban obligados a comprarlos. Si el precio del
mercado no era lo suficientemente alto, podían pagar una pequeña multa
y cancelar el contrato. El equilibrio entre riesgo y recompensa en el
mercado fue sesgado masivamente a favor de los inversores. El resultado
fue un enorme e inevitable aumento de los precios de las opciones de
los tulipanes (el precio de las opciones se derrumbó cuando el gobierno
recuperó el sentido común y canceló los contratos). A partir de ese
derrumbe, los precios de los tulipanes se ajustaban según la oferta y
la demanda, y tenían baja volatilidad.
Es fácil decir que las burbujas son
irracionales. Parecen representar una desviación de los precios de los
valores fundamentales y que contradicen la teoría económica básica.
Pero ha habido pocos intentos de entender cómo funciona realmente la
especulación.
Como señalaba al principio del artículo, creo que muchas de las burbujas financieras que el consenso estima fruto de un comportamiento irracional de la masa, son debidas a movimientos orquestados y dirigidos. Lo cual, es una explicación aún más aterradora.
Como señalaba al principio del artículo, creo que muchas de las burbujas financieras que el consenso estima fruto de un comportamiento irracional de la masa, son debidas a movimientos orquestados y dirigidos. Lo cual, es una explicación aún más aterradora.
lacartadelabolsa
¿Algún ejemplo más actual que el de los tulipanes?
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