martes, 9 de julio de 2013

Las pequeñas cosas

Hace unos días recibí un mail; largo, extenso, actual. Este:
“Quiere que le diga una cosa graciosa? Cuando quiero leer algo tranquilizante, le leo a usted! Y no precisamente por lo que oigo y leo en los medios de comunicación oficiales, sino por lo que aparece en otros medios más radicales dónde leo cosas como hiperinflación, salida inminente del euro en uno o dos años y demás catástrofes similares (que creo que base y argumentos para justificarlo continúan teniéndolos).
No sé si es que no sé leerle bien, pero la sensación que tengo siempre es "sí, vale, no volveremos a lo de antes, sino a lo de más atrás, allá por los 70-80. España se mexicanizará, adiós a las pensiones, adiós al estado de bienestar, etc. etc., pero todo gradualmente para que lo vayamos digiriendo lentamente.".
O también podría ser que el hecho de no tener cargas familiares y sí tener un pequeño colchón para ir subsistiendo que administraré concienzudamente, de momento me hagan estar un poco más tranquilo. Si antes se decía (algunos decían) que con menos de 1.500 euros no se podía vivir, yo ahora voy pasando con un presupuesto de 500 mensuales y no me supone ningún gran sacrificio.
Pero cuando oigo esas palabras mayores a las que me refería al principio, pienso "a ver si de un día para otro ese colchón ahorrado sólo valdrá una décima parte". Incluso cuando usted habla del nuevo modo de funcionar las cosas, también pienso que quizá esté diciendo que ese dinero, esos "bits" en un ordenador, puedan perder la mayor parte de su valor.
Sí, la gente prefiere no leer eso, y aunque alguien pueda decir que es una actitud imbécil, creo que algún psicólogo podría justificar esa actitud. Yo sentí ese pánico hace tres años cuando me di cuenta de dónde me había metido con mi hiper-hipoteca y lo vi en una compañera de trabajo con la que comentábamos sus artículos. Ella decidió dejar de leerle porque se le hacía una montaña ponerse a pensar en el futuro que se les venía encima a sus hijos. Yo decidí seguir con la terapia porque en el fondo sabía que hacerme consciente de la verdad me ayudaría a afrontar mi futuro. Al final, esa terapia y un golpe de suerte en forma de amigo en el lugar indicado en el momento indicado me salvaron.
Y respecto a lo de valorar las pequeñas cosas, lógicamente no me refiero a que sea de forma voluntaria, está claro. Eso ya se ha comprobado durante estos años, dónde pudiendo elegir, si las vacaciones no eran de al menos quince días cruzando el Atlántico, no eran ni vacaciones ni eran nada. Simplemente creo que la gente verá que una semanita en un apartamento en (nombre de una localidad costera española), compartido con otra familia, no son tan malas vacaciones. Eso quién se lo pueda permitir, claro. Y quién dice eso, también va por lo de cambiar un canal de TV de pago con todas las opciones por ver el fútbol en el bar tomándose una caña, tener un móvil justo para lo que se creó, llamar para dar el recadito rápido o estar localizable y hacerse cargo que un pixel muerto en  una TV de 2000 euros no es motivo suficiente para cambiarla”.
Mi respuesta fue:
“Desaparecer cualquier atisbo de modelo de protección social pienso que no: por una cuestión de orden público: la población tiene que ser consciente de que tiene algo que perder; al margen de que, a pesar de todo, no estamos en 1870.
Con 500 euros una persona puede vivir muy, muy, muy justamente si no tiene deudas, tiene buena salud, y reside en una localidad que no sea cara, y siempre y cuando cuente con una red de servicios públicos mínimos. Simplemente piense en el importe del salario mínimo para el 2013: 645,30 euros mensuales. 500 euros podría considerarse una renta mínima.
Lo de que los depósitos pierdan valor, no lo creo, entre otras razones porque ello generaría problemas en los bancos y unas tensiones sociales tremendas, innecesarias. Existen otros métodos, como reducir su movilidad o utilizarlos como garantía, una especie de nacionalización de la deuda exterior; aunque nadie perdiera nada.
Y sí, tiene Ud. razón: está aumentando el número de personas que no quiere saber nada de nada sobre nada para no sentirse agobiadas.
Pero eso de ‘las pequeñas cosas’ …  Pienso que si se asume como algo inevitable e ineludible, está bien. Esa semanita a la que Ud. se refiere será parca, pero aceptable porque no se estará renegando; pero de pequeñas cosas, pienso que nada: siempre se estará mejor en una terraza de Saint-Tropez con la brisa del mar y con un Manhattan como parte de la compañía”.
Insisto otra vez: para poder renunciar a un Ferrari se ha de haber tenido uno. Para valorar una ‘pequeña cosa’ se ha de estar muy concienciado.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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