viernes, 24 de febrero de 2012

¿Condiciona el ADN nuestra forma de invertir?

¿Por qué algunas personas son propensas a un comportamiento financiero estúpido mientras que otras actúan sabiamente? Al final puede que no tenga que fustigarse por las decisiones de inversiones erróneas y solo deba culpar a la naturaleza. Y es que varios de los errores más comunes y costosos en los que caen los inversores parecen estar codificado en nuestros genes. Así lo argumenta un nuevo estudio de investigación realizador por dos profesores de finanzas, Henrik Cronqvist del Claremont McKenna College y Stephan Siegel, de la WP Carey School of Business de la Universidad Estatal de Arizona, y que recoge el Wall Street Journal. Cronqvist y Siegel basaron su estudio en dos conjuntos de datos muy importantes.

En Suecia, hasta hace poco, el gobierno recogía información sobre cada cartera de inversión de sus contribuyentes. Cronqvist y Siegel pudieron así realizar un seguimiento individualizado de las carteras de inversión de los ciudadanos suecos, así como cualquiera de sus ventas de acciones, entre 1999 y 2007. (No se dio a conocer ningún nombre de los inversores)

Pero hay más. El gobierno sueco introduce a todos los gemelos en un registro de nacimientos nacional. Cronqvist y Siegel identificaron a más de 30.000 gemelos que poseían una cartera de inversión - incluyendo a más de 9.200 gemelos idénticos - y luego estudiaron como variaba el comportamiento de inversión entre ellos. Hay que tener en cuenta que los gemelos idénticos tienen una genética idéntica, mientras que los mellizos comparten perfiles genéticos similares pero no idénticos; los investigadores también compararon los gemelos frente a una muestra aleatoria de no gemelos como un experimento de control.

El pensamiento intuitivo es obvio: si miles de personas que son genéticamente idénticas presentan un comportamiento más parecido que las personas no idénticas, entonces es posible atribuir esa variación a su composición genética.

Cronqvist y Siegel estudiaron cinco errores frecuentes de inversión o "sesgos":

1. La diversificación inadecuada (medida como una preferencia por las inversiones con sede en Suecia)
2. El exceso de operaciones
3. La renuencia a vender en pérdidas
4. El perseguir a los valores más calientes
5. Tratar de conseguir ser rico rápidamente

Cronqvist y Siegel encontraron, a través de los gemelos de su muestra, que realmente existe una cierta relación entre el perfil genético y la forma de invertir. Con el score más alto se sitúa el sesgo de la inadecuada diversificación, con el perfil genético explicando el 45,3% de los casos analizados. En la parte más baja se encuentra el trading excesivo con el 25,7%.

Por supuesto, no sólo somos esclavos abyectos de nuestro ADN cuando invertimos, ya que explican en algo menos del 50% la clase de inversor que somos.

La experiencia es muy importante. Nuestras experiencias de la infancia, con una vida llena de riqueza o pobreza, marcan nuestra actitud adulta ante el dinero, y los errores del pasado también nos persiguen como inversores. El ambiente que nos rodea también da forma a nuestras decisiones financieras: Inversores que tienen un perfil conservador en la soledad pueden llegar a ser agresivos, financieramente hablando, si están rodeados de gente que presume a la hora de asumir riesgos y cambios emotivos momentáneos pueden causar estragos en los planes financieros a largo plazo.

Pero hay una buena razón por la qué los comerciales de las agencias bursátiles de Wall Street (y de todos los mercados de acciones en general) invocan la urgencia, la familiaridad, la tentación y una mentalidad de lotería, cuando están vendiendo productos y servicios. Millones de inversores probablemente nacen con la predisposición genética a no diversificar, a operar en demasía, a perseguir los valores calientes y apostar arriesgadamente.

Y es que se necesitan años de esfuerzo para que los inversores puedan ser parcialmente eficaces a la hora de contrarrestar los sesgos genéticos propios.

Esta nueva investigación confirma lo importante que son las inmortales palabras de Benjamin Graham: "el principal problema del inversor - e incluso su peor enemigo - es probable él mismo."

Fuentes: Wall Street Journal

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