2ª Parte: El ejemplo. El cierre de la planta de motocicletas que Yamaha tiene, aún, en Barcelona. Manifestó el Miércoles Comisiones: “Yamaha España ha obtenido históricos beneficios y tiene una situación financiera solvente, que ha servido de soporte a las pérdidas de la planta francesa, a la que pretenden deslocalizar la producción”, por su parte UGT apuntó: “La producción se había recuperado un 40% de 2009 a 2010”. (Fuente de ambas citas:
Pienso que no se está entendiendo nada. Da igual los beneficios que la planta de Palau-solità i Plegamans haya generado en el pasado, la productividad de sus trabajadores, que la situación sea solvente, que la producción se haya recuperado el pasado año; da exactamente lo mismo: la matriz traza su estrategia, decide y mueve sus fichas, se halle su planta aquí o en Turkmenistán. Lo único que han conseguido con su profesionalidad los, aún, trabajadores de Yamaha Barcelona, ha sido que la empresa no se haya ido antes. El Conceller de Empresa y Ocupación, el Sr. Francesc Xavier Mena, lo ha expresado diáfanamente bien: “Es por motivos únicamente corporativos”. Punto.
(Comentario al margen. Tal vez habría que pedir responsabilidades a los políticos, a todos, por no haber hecho nada en el pasado sabiendo que casos como el de Yamaha iban a suceder: son los que ahora están sucediendo y mañana sucediendo continuarán; pero cuando ‘España iba bien’, ¿a quién le interesaban esas cosas).
(*) De todos modos dará lo mismo: lo importante será que haya fondos mañana para pagar los compromisos de ayer, es decir, de hoy. (No tiene que ver mucho con lo anterior, ¿o sí?. Las sentencias judiciales considerando saldadas deudas por la entrega de un bien hipotecado. No sé si se es plenamente consciente de la puerta que se está abriendo con este proceder. Es cierto que el ordenamiento jurídico USA vincula un inmueble a su hipoteca en el caso en que aquel lo haya sido, y muchos desearían que aquí fuese igual, pero, pienso, traducir la legislación USA al español e implantarla aquí, a la brava, es lisa y llanamente, imposible. En Francia y en The UK sucede algo parecido, y también vale lo dicho.
Una legislación es, o debe ser, fruto de un entorno histórico y sociológico. En USA la movilidad del factor trabajo siempre ha sido elevadísima y ha sido en las últimas décadas cuando la adquisición de inmuebles se ha puesto de moda, moda que ha venido muy de la mano del incremento continuado que el precio de la vivienda ha experimentado.
En USA, y caricaturizando, la entidad crediticia posiblemente se ponía a rezar para que la persona a la que acababa de conceder un crédito hipotecario lo impagase y tuviese que devolver la vivienda: al mes siguiente su valor iba a ser superior, y más al próximo; en España, en cambio, para muchas, muchas, familias la compra de una vivienda era una forma de ahorro: la vivienda para toda la vida, a lo que se añadía una prácticamente nula movilidad laboral.
Mientras ‘España fue bien y más que bien’ nadie dijo ni pío sobre esa norma que en España vinculaba el crédito a la persona y no al bien, norma legal que, por cierto, procede del siglo XIX, norma que ni dictadura ni democracia tuvo ni ha tenido a bien modificar; ahora, cuando ‘España va mal’ y muchos de quienes se endeudaron tienen problemas para pagar, se cuestiona la legalidad de tal norma.
Pero el sistema financiero español es como es en base a muchas normas y costumbres, por ejemplo, la que vincula crédito a persona, porque, ¿hubieran Bancos y Cajas operado como lo hicieron si hubieran sabido que con sus créditos iba a poder pasar lo que estas sentencias determinan?.
La puerta que se está abriendo pienso que es hacia lo desconocido, porque, ¿qué sucederá si se generaliza esta práctica?. Ojo, no estoy diciendo que se tenga que morir de hambre para pagar una deuda, pero, ¿puede soportar y asumir el sistema financiero español un cambio de esta naturaleza de hoy para mañana?. A no ser, claro que se pretenda algo que ahora mismo se nos escapa).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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