Si hay algo que quedó claro de la primera rueda de prensa del presidente electo de EE.UU. Donald Trump, es que su animadversión por México parece personal. Reiteró su intención de la construcción de un muro entre ambos países, construcción que afirmó sería pagada por México. ¿Pero por qué de este sentimiento negativo del mandatario estadounidense? La respuesta la tenemos de palabras del prestigioso economista mexicano Ricardo Homs. Veamos:
Debemos reconocer que muchos suponíamos que un Donald Trump era el candidato y otro sería el presidente.
Sobredimensionábamos algunos pequeños destellos de lucidez. Sin embargo, se ha convertido en un tsunami que siempre tiene una nueva sorpresa para desconcertar no sólo a los mexicanos, sino a todo el mundo, cuando aún no toma posesión del cargo y es sólo presidente electo.
Para entender lo que está sucediendo debemos comprender ¿Quién es realmente Donald Trump?.
Definitivamente no es un político y por no serlo, es que ganó la presidencia de Estados Unidos. Para un país decepcionado de los políticos, Donald Trump era una apuesta por algo nuevo. Ahora los norteamericanos tendrán que pagar las consecuencias de haber votado por un político improvisado.
Antes que ser considerado un funcionario público o un político, debemos reconocer que Trump es un empresario y la presidencia de Estados Unidos es una nueva aventura empresarial, como lo fue antes su paso por la televisión como conductor y productor de un reality show denominado The Apprentice, o sea El Aprendiz en castellano. Su actitud déspota con los participantes del programa daba un gran espectáculo.
Sin embargo, la política no es espectáculo ni busca rating y las consecuencias de decisiones inapropiadas pueden tener un impacto funesto para la economía de un país.
Es evidente que su vocación no es la política y por ello no tiene sensibilidad social. Difícilmente podrá ser considerado un estadista, como posiblemente sea reconocido su predecesor Barack Obama.
Es un hombre que en la confrontación saca ventaja. Seguramente no piensa en la política como servicio público, sino como competencia y confrontación, dónde unos ganan y muchos pierden.
Trump es un hombre inquieto, creativo y ambicioso. Sin duda sumamente carismático también. Un ave de tempestades. Un hombre controvertido, a quien un segmento de la población ama después de una espectacular seducción y otros odian. Seguramente la mayoría le teme por ser autoritario, pero el poder también ejerce gran capacidad de seducción.
Pero definitivamente Trump no es un estratega ni innovador. Se mueve en el ámbito de los negocios duros. Por ello en su haber lleva una trayectoria de éxitos, pero también de negocios fallidos cuando debe competir contra otras empresas en mercados agresivos.
Su fuerte es la especulación en el mercado de bienes raíces, donde acrecentó la fortuna que recibió de su padre, pero antes, de su abuelo, un inmigrante alemán.
Un hombre acostumbrado a ganar por las buenas o por las malas, pero no por ser visionario ni talentoso, como esta nueva generación de empresarios millenials que construyen emporios a partir de la innovación.
Por ello debe estar sorprendiendo a los empresarios que poseen visión emprendedora, que Donald esté tomando decisiones que parecen de alto riesgo, como es obligar a la industria automotriz a abandonar México para regresar a su país a ensamblar autos con una altísima carga laboral, que convertirá a las marcas norteamericanas en las más caras, no por la tecnología y el glamour como el que tienen las alemanas como Mercedes, BMW y Audi, sino por tener costos superiores a las compañías que están en su segmento de mercado que principalmente son de origen oriental. Las diferencias salariales entre los trabajadores mexicanos y los norteamericanos, son abismales.
Cualquier mercadólogo sabe que hoy la rentabilidad de una marca está en generar valor agregado, o sea ofrecer intangibles altamente valorados por el consumidor y no a través de la manufactura.
Su falta de sensibilidad empresarial en segmentos de competencia agresiva como es el mercado automotriz lo está llevando a tomar decisiones patrioteras de graves consecuencias para la economía de su país. Por ello está presionando a las ensambladoras automotrices norteamericanas a dejar de producir en México y regresar a su país e incluso a las extranjeras que hoy están en México porque les interesa el mercado norteamericano
Según Forbes, tuvo una aerolínea de lujo que quebró así como casinos en Las Vegas que entraron en bancarrota tres veces.
Sin embargo, parece ser que sólo le está cargando la mano a México hasta ahorita, como si quisiera cobrar afrentas antiguas. No ha hablado de las inversiones norteamericanas en otros países, por el momento, sino sólo de las que están en México y su confrontación con China.
¿Qué pudo haber generado en él esta aversión por nuestro país?. Definitivamente las malas experiencias empresariales en México. Negocios fallidos donde nuestro sistema de justicia no ha cumplido los acuerdos según él.
El Trump Ocean Resort Baja México, en Punta Bandera, al sur de Tijuana, fue un proyecto fallido. Iba a convertirse en un resort de lujo con 525 departamentos frente al Océano Pacífico. En una extensión territorial de 17 hectáreas habría restaurantes gourmet, spa, canchas de tenis y piscinas.
Se sintió estafado porque cuando el proyecto quebró y fue demandado por quienes dieron anticipo para la compra de departamentos, aclaró que los dueños del proyecto sólo usaron su nombre y culpó al sistema legal mexicano.
Por ello ha expresado “El sistema legal de México es corrupto, así como la mayoría del país. Páguenme lo que me deben y dejen mandarnos criminales. ¡No hagan negocios con México!”.
Otro proyecto fallido en que Trump participó estaba ubicado en la playa de Cozumel en una zona protegida por el gobierno mexicano, lo cual terminó decretándose en el Diario Oficial de la Federación en septiembre de 2012, después de que hubo rechazo de parte de la población y de grupos ambientalistas por la depredación del ecosistema.
La realización del evento Miss Universo en Cancún en 2007, por una de las empresas de Donald Trump, fue otro factor de conflicto con empresarios mexicanos, ya que quiso embargar unos terrenos en la Riviera Maya, propiedad de un empresario mexicano de nombre Rodolfo Rosas Moya, que en principio iban a ser presentados como garantía para avalar la realización del evento. Sin embargo, nunca hubo problemas y nunca se firmó el contrato, pero aún así las empresas de Trump intentaron quedarse con ellos.
Trump se ha dicho engañado en sus intentos de hacer negocios con México y ha denostado a nuestro sistema jurídico.
Los intereses empresariales de Trump hoy se convierten en parte del conflicto con nuestro país.
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