viernes, 29 de abril de 2016

Poder

Tal y como yo lo veo es una cuestión de traslación del poder: desde compañías más o menos grandes a corporaciones globales (detrás de Airbnb o de Netflix no están unos cualesquiera), y desde los Estados a las corporaciones. A la vez se está produciendo una concentración de poder: Blackrock gestiona más fondos que al total del PIB de España, pero no es permanente: Amazon quiere lanzar TV por screaming y cuando lo haga tal vez engulla a Netflix a no ser que pacte con quien esté detrás de Netflix.


Pienso que van a quedar cinco grupos bancarios, cuatro automovilísticos, cuatro corporaciones alimentarias, tres megaaseguradoras, cuatro supersiderúrgicas, … y esas corporaciones van a controlar el 85% de los subsectores en los que se muevan. No hay nada diabólico en ello: es la propia evolución de la dinámica histórica.
Lo más chusco de todo es que es una tendencia que ya se estaba viendo venir: Karl Marx y Friedrich Engels lo apuntaron hace 168 años en “El Manifiesto Comunista”. (En mi libro ‘La Economía. Una Historia muy personal’ analizo la frase):
“Con su explotación del mercado mundial, la burguesía ha imprimido un sesgo cosmopolita a la producción y consumo de todos los países. Para chasco y desazón de los reaccionarios, ha retirado de debajo de nuestros pies el mismísimo suelo nacional. Las viejas industrias nacionales se han ido –y se siguen yendo– a pique, presionadas por nuevas industrias cuya entrada en escena constituye un serio peligro para todas las naciones civilizadas. La vieja autosuficiencia y cerrazón a nivel local y nacional han dado paso a un movimiento y a una dependencia multilateral de las naciones. Y esto no sólo en la producción industrial, sino también en la producción espiritual. Así, los productos del espíritu de cada nación se convierten en bien común. La unilateralidad y cerrazón nacionales tienen los días contados, mientras vemos cómo a partir de numerosas literaturas nacionales y locales se va formando una sola literatura mundial”.
El Sistema Capitalista, por definición, por sus fundamentos, por su filosofía, tiende a la concentración, al oligopolio: siempre habrá alguien más listo, más hábil, más capaz, más arriesgado, más …, que tratará de ir a más, y cuando lo que haya a repartir se acabe o tienda claramente a acabarse, irá a más absorbiendo a otros. Es lógico que esta tendencia tienda a acrecentarse en la madurez del sistema: en eso estamos.
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Pasado mañana se conmemora el 130 aniversario del inicio de las protestas obreras que desembocaron, tres días después, en la Revuelta de Haymarket Square, en Chicago. ¿La causa de las protestas? Reclamar la jornada de ocho horas. Cinco ejecutados después en un juicio sin garantías y el aumento de la productividad llevaron a la disminución del tiempo diario de trabajo.
Mucho han cambiado las cosas en estos 130 años, pero hay una que es hoy calco de la de ayer. Entonces el trabajo era imprescindible para generar PIB, pero por unidad valía muy poco; ahora el trabajo cada vez es menos necesario para generar PIB por lo que su valor tiende a la baja. ‘El futuro no es más que el pasado que regresa’, ¿quién dijo eso?
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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