En los próximos meses un tema saltará a los titulares de la prensa 
económica y general de toda Europa: Las elecciones en Alemania.
 La actual canciller Angela Merkel, a tres meses de que los alemanes 
acudan a las urnas, se ha pronunciado ya en su programa electoral por 
mantener firme su política de austeridad para los países endeudados de 
la zona euro, y por aplicar algunas medidas de estímulo económico y 
gasto social en su propio país, que contrastan con las exigencias que la
 propia Merkel realiza a otros países de la unión.
 Carsten Brzeski, economista de ING, afirmó recientemente en la CNBC, 
que “en el contexto de los diferentes programas electorales, los 
resultados de las elecciones tendrán un impacto significativo en la 
gestión de la crisis del euro por parte de Alemania”.
 Recordamos que Alemania ha bloqueado repetidamente la creación de los 
eurobonos, una medida que según muchos analistas entre los que me 
incluyo, sería la mejor opción de viabilidad y desarrollo sostenible de 
la UE. De hecho, el propio Steinbrueck, antiguo Ministro de Finanzas de 
Alemania, ha expresado su apoyo a esta idea, a la que Merkel se sigue 
oponiendo firmemente.
 “Esto allanaría el camino para una unión bancaria de la deuda europea, 
en la que los contribuyentes alemanes se enfrentarían a una 
responsabilidad ilimitada sobre la deuda de otros países. Nos negamos a 
esto”, afirma Merkel en su programa. También ha impedido, y 
previsiblemente seguirá haciéndolo si gana las elecciones, una mayor 
distribución de la carga fiscal y un incremento de la integración 
financiera de la UE.
 Brzeski cree que si las elecciones conducen a un resultado mixto con 
una gran coalición de la CDU y la oposición del centro-izquierda SPD, 
podría haber un cierto empuje hacia una mayor integración, en particular
 de la unión bancaria, aunque no de una mayor distribución de la carga 
financiera.
 Pero si la oposición ganara, y una coalición del SPD y los Verdes 
llegara al poder, Alemania podría estar lista para dar un salto 
cualitativo en una sindicación bancaria en toda regla, tal vez incluso 
con un régimen común de seguro de depósitos, un fondo de amortización de
 deuda y una cierta forma de eurobonos, añade.
El documento que presentó Merkel el pasado lunes, según afirma Antonia Matthews en la CNBC, esboza una serie de políticas favorables a la familia. Un bandazo a la izquierda para atraer al mayor número posible de votantes. En él se incluyen medidas que entran en contraste con las reformas fiscales que Angela Merkel ha exigido a otros países de la zona euro, como señalábamos al principio del artículo. Entre las propuestas se encuentran el aumento de las prestaciones por hijo, disposiciones sobre flexibilidad laboral, planes de vivienda más asequibles, control de alquileres, nuevo gasto en infraestructuras y pensiones. Medidas que según el diario alemán Handelsblatt podrían costar hasta 28.500 millones de euros.
 Merkel ha sido muy criticada por el alto precio que esas medidas 
tendrían para el contribuyente alemán. La canciller ha defendido que no 
generarán nuevas cargas impositivas, y que una mayor libertad económica,
 junto con medidas de fomento del crecimiento, aumentarán las 
posibilidades de mayores ingresos fiscales. Este discurso de fomento del
 crecimiento para mejorar la recaudación fiscal y mejorar de esta manera
 el déficit presupuestario, se ha defendido en los países periféricos 
europeos, y ha sido rechazado frontalmente por la propia Angela Merkel, 
que prefiere la contención del gasto público mediante severas medidas de
 austeridad.
 Alemania necesita para su crecimiento de la recuperación del resto de 
Europa, pues es dónde dirige la mayor parte de sus exportaciones. Los 
ciudadanos alemanes, que se han beneficiado del euro para incrementar 
sus exportaciones a la unión europea, dañando las de otros estados 
miembros, cada vez se muestran más reacios a apoyar a los diferentes 
estados en crisis. Pero no es un apoyo desinteresado, como señalábamos 
anteriormente. Las autoridades alemanas se hacen eco de la sensibilidad 
de sus ciudadanos, y exigen fuertes medidas de austeridad a estos 
países, “haciéndoles pagar” en cierta medida, su “irresponsabilidad 
financiera”. Todo esto bajo su prisma. Sin embargo, de puertas para 
adentro, los máximos responsables del gobierno alemán, encabezado por la
 propia canciller, creen que el estímulo económico es el mejor remedio 
para incrementar los ingresos fiscales, y poder así mejorar los 
servicios a sus ciudadanos.
 En pocas palabras, Merkel quiere para sus ciudadanos, lo que no permite
 a los de la periferia europea. Es lógico entender con este tipo de 
actitudes, que se incremente el antieuropeísmo  de los países en crisis.
 Según las últimas encuestas de opinión, el partido de centro derecha de
 Angela Merkel (CDU/CSU), obtendría el 40% de los votos, mientras que 
los demócratas liberales, principal apoyo del gobierno, obtendrían un 
6%. El apoyo para el SPD se situaba en el 22%, mientras que los Verdes 
alcanzaban el 18% de los apoyos.
lacartadelabolsa 
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