Hace unos días un lector me remitió un mail en el que me planteaba
algunas preguntas. Son tan gráficas y clarificadoras que me ha parecido
interesante exponérselo. En rojo mis respuestas.
Disculpe que le envíe este correo, pero hace días que doy vueltas a
algunos aspectos de los que leo en sus artículos de La Carta de la
Bolsa, así en la conferencia que a finales de noviembre dio en
Castellón.
Puedo entender su tesis de que en los últimos años se hizo lo que se
tenía que hacer y que por eso se creció como la gente pedía que se
creciera La gente no pedía crecer de ninguna manera, sólo pedía comprarse un piso y un coche. Incluso podría compartirlo. Pero me asaltan algunas dudas.
1 ¿Nadie fue capaz de llamar la atención sobre que ese crecimiento y la
forma como se hacía, hasta agotar el crédito, llevaría a una situación
lamentable y que produciría la crisis en la que estamos?
Alguien me comentó hace unas semanas que
alguien del BdE le comentó que el Banco se cansó de hacer informes entre
1996 y el 2006 diciendo que lo que se estaba haciendo y tal y como se
estaba actuando era insostenible, pero otro alguien de mucho más arriba
sistemáticamente decía: "ignorar". Yo me lo creo porque si quería crecer
no se podía crecer de otro modo y porque en el BdE hay profesionales de
bandera.
2 Cuando van las cosas bien, ¿nadie en los gobiernos, empresas, mundo
académico y entidades financieras, es capaz de prever que hay que
prepararse para tiempo revueltos? Tal vez, el margen de maniobra de los
gobiernos no sea amplio pero en las grandes empresas, que también
planifican y hacer estudios de prospectiva, ¿no hay nadie capaz de poner
un poco de luz, de prever lo que se avecina y frenar situaciones? ¿O el
sistema es un maremagno que nos supera y hay del que se ponga delante
en situaciones desbocadas?
Eso ya se veía en el 2000, de ahí que se
produjera una recesión tal año y de ahí la superaceleración del
megacrédito y la igualación de los riesgos de los países del euro. Lo
que sucedió era muy simple: la economía mundial estaba en un callejón de
una sola dirección sin posibilidad de cambio si se quería continuar
creciendo. Si a eso se añade que los actores de esa obra son humanos ...
3 Usted dice que lo exigía el modelo, pero, en ese modelo, ¿no se prevé
su eclosión? ¿Merecía la pena crecer endeudándose hasta los pelos
sabiendo que la caída nos haría retroceder dos o tres décadas? ¿Nadie
pone racionalidad y explica que se podría haber crecido de una forma más
sostenida y ahora no tendríamos que volver a situaciones no deseadas
por nadie? En este sentido, ¿Qué acabará resultando más costoso, haber
crecido como se creció aunque ahora se esté en una profunda crisis o
haber pisado el freno y haber crecido menos en tan poco tiempo para
ahorrarnos esto?
¡Somos humanos!. Seres que tropiezan mil
veces en piedras semejantes. Galbraith lo dijo muy claro en los 50: que
la gente había comprendido lo que había sucedido en los 20 y que nunca
jamás querrían que pasase, y ... ya ve.
4 Claro, en su modelo descriptivo percibo una especie de teoría
mecanicista, donde los agentes humanos tienen escaso margen de maniobra,
sobre todo cuando va bien y nadie se arriesga a retirar la bebida en
mitad de la fiesta. De acuerdo a esta teoría suya, en algún momento,
quizá no muy lejano, podremos volver a las andadas, porque la historia
demuestra que la memoria es flaca y que enseguida se vuelve a caer en la
trampa.
2, 4, 6, 8, ... ¿Qué cifra es la
siguiente?. Si se hacen una serie de cosas, si se toman una serie de
decisiones, lo que se produce es inevitable porque es fruto de una
cadena lógica. Cuando se llevan a cabo políticas que hacen que la deuda
privada crezca en diez años 150 puntos sobre el PIB, no puede ocurrir
más que un desastre, y momentos antes de que suceda es inevitable que
suceda, y momentos después lo que viene a continuación no se puede
evitar.
En otra trampa se volverá a caer,
pero no será igual porque esta trampa se ha aprendido a identificar, de
la misma forma que se aprendió a identificar los fallos de actuación en
Depresión.
***
Imagínense lo que pensarían aquellos inversores que hasta mediados de
1929 pensaban que habían diseñado procesos inagotables de creación de
plusvalías cuando vieran que todo aquel andamiaje se venía abajo.
Durante años quienes más padecieron aquel derrumbe: los de abajo, se
preguntarían si no se vio que, sino se pensó que, hasta que se asumió el
proceso. Pues pienso que ahora está siendo exactamente igual.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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