El Protocolo de Kioto está haciendo aguas. ¿Extraño?, ¿incomprensible?, ¡qué va!: normal, lógico, más aún: obvio. Uds. ya lo habían leído aquí: fracasará, y en mi libro me refería a ello: estaba cantado.
Los acuerdos (con los pactos y las componendas puede que no sea así) sean del tipo que sean y tengan la dimensión que tengan, precisan de un requerimiento para que sean verdaderamente efectivos y para que funcionen según lo diseñado: las cosas han de ir bien. Habitualmente los pactos se diseñan, se abordan y se firman, o bien cuando la euforia inunda todos los ámbitos de la cotidianidad, o bien cuando todo apunta a que se va a iniciar un período de bienestar. Cuando se anuncia su puesta en marcha todo son sonrisas y parabienes. Kioto es un típico ejemplo de tal proceder.
Pero cuando las cosas empiezan a torcerse aquellas sonrisas se hielan en los labios de quienes las esbozaron y las cañas se tornan lanzas. ‘¿Reducir las emisiones un X por ciento?, pero entonces tales empresas tendrán que cerrar, y el desempleo aumentará, y la actividad aún caerá más’. Y eso que cuando se repartieron las cuotas y los derechos de emisión ya hubieron comentarios de gentes que del tema saben mucho en el sentido de que se había tenido una manga superanchíma en las concesiones, pero cuando los problemas han empezado cada uno de los implicados ha mirado para su casa. ¿Egoísmo?, ¿insolidaridad?, ¡seguro: somos humanos!, pero pienso que hay algo más.
El tema de la reducción de las emisiones contaminantes es completamente irresoluble con nuestro sistema económico-social: con el sistema económico-social vigente en el planeta, y, evidentemente, con todos los modelos productivos a través de los que se ha estado manifestando el sistema.
Nuestro sistema contamina porque la contaminación es parte consustancial de su modo de producción; nuestro sistema ya nació contaminador, no se volvió contaminador. Nuestro sistema puso por delante de todo la maximización de la producción y la acumulación de capital, supuso que la oferta de las commodities que precisaba para lograr ese era ilimitada y que el precio de esas commodities prácticamente era nulo, y se puso a externalizar todo aquello que era susceptible de ser externalizado. Con esos mimbres y sin frenos ni regulaciones estaba más que cantado que llegaría un día en que la contaminación nos invadiría.
Digámoslo otra vez: ningún ser diabólico se ha puesto a contaminar los mares y los cielos del planeta a fin de satisfacer su sadismo, ha sido la Humanidad la que lo ha hecho a fin de crecer y prosperar en su estatus material debido a que sus procesos productivos eran muy poco eficientes, por lo que generaban mermas y subproductos la mayoría de los cuales no eran considerados útiles y todos con muy elevado precio de reprocesamiento.
Mientras el mundo estuvo caminando por una tendencia de ir-a-más, parte de lo que se contaminaba con una mano se intentaba controlar firmando acuerdos de reducción de esa contaminación por otro, máxime si tales acuerdos podían ser fuente de negocio, caso de la compra-venta de los derechos de emisión; pero cuando han empezado los problemas …
Pienso que con los modelos productivos que puedan ir generándose a partir de los elementos de este sistema, del actual sistema, será absolutamente imposible detener la contaminación y revertir el proceso contaminador. Podrá mitigarse mucho, muchísimo con un nuevo modelo basado en la eficiencia que, a base de tecnologías altísimamente productivas, desarrolle procesos productivos que minimicen la producción de residuos casi hasta cero a fin de lograr significativas reducciones de costes; pero nada garantizará que cuando las cosas vuelvan a venir mal dadas se vuelva a la casilla de partida de la contaminación.
Para liquidar los problemas derivados de la contaminación, para eliminar la contaminación, es necesario un nuevo sistema que, además de profundizar en la optimización y en la eficiencia deje de tener como objetivo la megaproducción y el hiperconsumo por parte de la mayor cantidad de población que sea posible.
¿Se llegará ahí?. Pienso que sí: por la propia evolución de las cosas.
(Parece ser que algunos miembros del M15M han derivado hacia posiciones más expeditivas, ¿y alguien se extraña de eso?. Lo que no se entiende (yo no lo entiendo) es que no tengan un programa reivindicativo basado en un par de hechos concretos, destacando el desempleo que afecta a una mayoría de las personas que se hallan en la edad de la mayoría que forma el movimiento, y lo que sorprende es que antes no hayan (los que lo han hecho) derivado hacia esos métodos más expeditivos.
Ahora se lleva lo muy-políticamente-correcto, pero quienes se sorprenden de tal evolución de los hechos que se sitúen en la piel de esas chicas y de esos chicos: una tasa de desempleo del 44%, y subiendo; con expectativas nulas de tener un Ferrari, que es lo que les ha estado diciendo que había que tener; y con expectativas más o menos igual de nulas de llegar a mantener la posición de que han disfrutado en sus hogares (en la mayoría) debido a que la clase media está desapareciendo. Lo realmente sorprendente es que antes, quienes lo han hecho, no hayan hecho lo que el pasado Miércoles hicieron en Barcelona, eso es lo sorprendente no que lo hicieran, y también, pienso, que no lo hiciera un número mayor. (Claro que si siguen haciéndolo (pienso que no), los políticos tendrán un problema: todos los políticos y de todos los colores)).
(Grecia. Ya lo hemos dicho, repitámoslo: ¿se es plenamente consciente de que lo que en el fondo se está discutiendo es de la viabilidad de Grecia como Estado?).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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