Hace unos días recibí un mail de un lector en relación a un texto que
aquí publiqué en el que abordaba la problemática existente con las
pensiones; este y este era el mail:
“Hace ya unos años le escribí para contarle un poco sobre los
ingenieros industriales, entre los que me encuentro. Pero no le escribo
sobre ello esta vez, sino sobre su artículo de las pensiones; aunque
para ello le tenga que contar un poco sobre mi historia.
Al final me metí a educación (aunque no le guste, y lo entiendo
perfectamente) donde (todavía para más inri) cada vez hay más
ingenieros. Gracias a los recortes y cambios de baremos, viendo peligrar
el sustento, me metí al grado en Economía por si tuviera que salir
fuera (ingeniero, economista, inglés y francés, supongo que me querrán a
pesar de mis años de docencia) o mejorar en las listas de educación.
La cuestión es que en una clase salió ese tema y salté como un resorte.
Sostuve que no tengo nada que ver con los jubilados, ni les debo nada
ni su pensión depende de lo que gane yo o de si me quedo o me voy al
extranjero. Ante la objeción de en qué parte del cálculo de las
pensiones aparece la variable de lo que pagan actualmente los cotizantes
y su número, la profesora no tuvo más remedio que admitir que la
pensión no es función de lo que paguen los trabajadores actuales
mientras la clase derivaba en discusiones entre otros alumnos y uno de
ellos que es jubilado (e ingeniero también), gritos de "no voy a pagar
tu pensión"... en fin, un espectáculo.
La idea de la solidaridad intergeneracional no es sino justificar el
timo que nos ha hecho el gobierno desde la creación del sistema de
pensiones. Ninguno de los que trabajamos ahora debemos pagar nada a los
que se han jubilado porque su pensión no depende ni de lo que ganemos
los trabajadores, ni del nivel de trabajo que haya después de jubilarse,
ni del nivel de vida existente actualmente, ni de la cantidad de
trabajadores. Simplemente depende de lo que ellos pagaron en su momento.
Es decir, bien entendido es como si nos dijeran a todos los que nacimos
en 1978: "Señores, ustedes van a ir pagando y vamos a meter ese dinero
en una caja, cuando uno tenga algún problema como invalidez iremos
sacando dinero para dárselo y, cuando se jubilen, lo que haya en la caja
se lo iremos dando mes a mes a los supervivientes. Para ello haremos
cálculos con lo aportado por cada uno y, a más aportación, más pensión".
Y se repitiera el esquema para los nacidos en cada año. Lo que sería un
seguro intrageneracional. En la forma en que lo narro, no habría ningún
problema salvo que los cálculos estadísticos se hubieran hecho mal,
pero nadie habla de eso.
Así que llega la tentación del esquema Ponzi: Si cada vez hay más
trabajadores, y generalmente con salarios crecientes, siempre tendré
superávit y puedo emplear ese dinero en otras cosas. Mientras todo siga
así, no habrá problema.
Ahora viene cuando los trabajadores y los salarios no aumentan y todo
se va al traste. Pero la verdadera pregunta es: ¿Qué se ha hecho con el
dinero de los jubilados? No lo puedo asegurar pero creo que se ha
aprovechado el dinero para otros fines y se confió en el futuro y así se
ha ido hasta que la tormenta termine por tirar todo por tierra porque
no hay cimientos, se confiaba en el buen tiempo.
¿Soluciones? Empezar a hacer las cosas bien a partir de ahora y, lo que
se deba pagar, incluirlo en la deuda total. Por supuesto, habría que
rehacer los cálculos con mucho más margen para el Estado e intentar
sacar dinero para ir pagando esa deuda que se genere. Sin embargo, para
mejorar la prestación de los jubilados, habría que dejar de pagar las
pensiones de viudedad dentro de unos años: La mujer que no ha trabajado a
partir de cierto año es porque no ha querido, ya no se justifica en el
mercado laboral cerrado al empleo femenino. Y rebajar las pensiones no
contributivas o eliminarlas”
A continuación me remitió otro mail puntualizando algo:
“Quería simplemente matizar la frase de "eliminar o reducir las
pensiones no contributivas". Para nada quiero decir que se eliminen o
reduzcan las pensiones de invalidez aunque no hayan colaborado al
sistema de pensiones. Me refería a las de aquellas personas que, sin
causa aparente, han decidido no contribuir a dicho sistema. El primer
caso sería no sólo impopular sino una auténtica locura”.
Mi respuesta, mañana.
Mi respuesta al mail que ayer reproduje fue esta:
“Veamos. Toca Ud. muchas teclas. Vayamos al final: pienso que tiene Ud.
razón y que no la tiene. En un sistema de pensiones de reparto, el
vigente en casi todos los países desarrollados, hasta las reformas del
sistema introducidas en los últimos cinco años, la pensión que una
persona percibía en el momento de su jubilación dependía de dos
factores: 1) el importe por el que había cotizado, lo que en España se
denomina base de cotización, y 2) el importe que se fuese recaudando
cada mes de quienes estaban trabajando.
La denominada ‘solidaridad intergeneracional’ era una mera figura
retórica: la tasa de cobertura: el número de cotizantes era en cada
momento más que suficiente para nutrir la ‘cajita’ de la que salía la
pensión de cada jubilado medio en función de su base de cotización. Esto
era así porque, efectivamente, como los salarios eran siempre
crecientes, con lo en un momento recaudado podía atenderse la pensión de
alguien calculada en función de unas bases de cotización
correspondientes a salarios más bajos; además, durante décadas el pleno
empleo estuvo garantizado, por lo que a más población ocupada más
recaudación y más fondos. En parte esa fue la razón por la que en España
se decidió crear la caja de reserva de las pensiones en 1997, operativa
–con aportaciones– desde el 2000.
¿Qué ha sucedido? Tres cosas: a) ya no hay pleno empleo, al revés, el
desempleo es creciente, b) los salarios medios están cayendo, luego lo
están las cotizaciones, es decir, en la caja de la que se pagan las
pensiones cada vez entra menos dinero, y c) ha tenido que utilizarse el
fondo de reserva a fin de seguir pagando las pensiones para las que,
quienes hoy las están percibiendo, cotizaron. Maticemos más: el
desempleo estructural tiende a más así como el subempleo, por lo que las
cotizaciones disminuirán; en consecuencia, a la que se acabe el fondo
de reserva, ya que malamente puede nutrirse si falta numerario para
pagar las pensiones corrientes, tendrán que reducirse los importes que
mensualmente se satisfacen en pensiones o los pensionistas tendrán que
desjubilarse. El sistema de reparto es así.
Lo que Ud. plantea es un sistema de pensiones de capitalización, como
el vigente en Chile. En un sistema de ese tipo, una parte de lo que una
persona percibe como salario es dedicada a un fondo de contingencia, es
una parte muy mínima que incluso podría desaparecer, y cada persona
decide que parte de su remuneración quiere dedicar a capitalizar su
pensión. Si la persona cambia de lugar de trabajo no pasa nada: esa
hucha: su hucha, le acompaña do quiera que vaya. Cada hucha individual
es parte de un fondo de titularidad privada, cada persona decide a qué
fondo realiza sus aportaciones, y cada fondo decide donde invierte la
suma confiada. Ese sistema tiene tres problemas: por un lado, tiene que
competir con otros fondos a fin de convencer a futuros depositantes; por
otro, sus inversiones están en los mercados, y estos suben y bajan, por
lo que un sistema de capitalización no puede garantizar pensiones
anualmente uniformes; por otro más, una serie continuada de años de
rentabilidades bajas marcará una tendencia decreciente en las pensiones:
en Chile ha sucedido.
El sistema de pensiones, no lo olvidemos, se instauró por dos motivos:
para comprar paz social en un entorno de miseria generalizada, y para
proteger de las penurias a quienes no pueden trabajar tras alcanzar una
edad que se lo imposibilita: antes de que las pensiones existiesen, en
la inmensa mayoría de los casos ‘vejez’ era sinónimo de ‘miseria’. Es
decir, el sistema de pensiones se introdujo en un escenario de Guerra
Fría y formado parte del modelo de protección social. En un entorno como
ese era impensable un sistema de capitalización. Claro que se partieron
de supuestos que hoy no se dan, o sí: una demanda de trabajo que
absorbiera la oferta de trabajo existente, una esperanza de vida de 65
años, un estándar de vida que no contemplaba cruceros para jubilados, ….
Pienso que los importes que corresponderían a quienes cotizaron por un
sistema de reparto no se van a poder pagar por falta de ingresos y
porque, de momento, los perceptores viven un número de años muy superior
al que en su momento se estimó (esto se corregirá cuando la esperanza
de vida disminuya a medida que vaya recortándose la sanidad pública);
también que un sistema de capitalización no es sostenible en el tiempo
debido a que la necesidad de factor trabajo es decreciente por lo que la
capacidad media de ahorro será muy reducida o nula, y quienes puedan
tenerla no crearán una masa crítica suficiente para garantizar sus
pensiones. Por tanto, sigo pensando, las personas que puedan deberán
garantizarse unos rendimientos a través de otras vías y quienes también
puedan no jubilarse jamás. ¿El resto?, por eso es imprescindible la
renta básica.
El debate sobre las pensiones va a continuar durante años. Le daremos
muchas vueltas, pero no hay que olvidar algo: 1950 es muy, pero que muy
diferente al 2020.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.