viernes, 27 de febrero de 2015

Articulo sobre pensiones


Hace unos días recibí un mail de un lector en relación a un texto que aquí publiqué en el que abordaba la problemática existente con las pensiones; este y este era el mail:
“Hace ya unos años le escribí para contarle un poco sobre los ingenieros industriales, entre los que me encuentro. Pero no le escribo sobre ello esta vez, sino sobre su artículo de las pensiones; aunque para ello le tenga que contar un poco sobre mi historia.
Al final me metí a educación (aunque no le guste, y lo entiendo perfectamente) donde (todavía para más inri) cada vez hay más ingenieros. Gracias a los recortes y cambios de baremos, viendo peligrar el sustento, me metí al grado en Economía por si tuviera que salir fuera (ingeniero, economista, inglés y francés, supongo que me querrán a pesar de mis años de docencia) o mejorar en las listas de educación.
La cuestión es que en una clase salió ese tema y salté como un resorte. Sostuve que no tengo nada que ver con los jubilados, ni les debo nada ni su pensión depende de lo que gane yo o de si me quedo o me voy al extranjero. Ante la objeción de en qué parte del cálculo de las pensiones aparece la variable de lo que pagan actualmente los cotizantes y su número, la profesora no tuvo más remedio que admitir que la pensión no es función de lo que paguen los trabajadores actuales mientras la clase derivaba en discusiones entre otros alumnos y uno de ellos que es jubilado (e ingeniero también), gritos de "no voy a pagar tu pensión"... en fin, un espectáculo.
La idea de la solidaridad intergeneracional no es sino justificar el timo que nos ha hecho el gobierno desde la creación del sistema de pensiones. Ninguno de los que trabajamos ahora debemos pagar nada a los que se han jubilado porque su pensión no depende ni de lo que ganemos los trabajadores, ni del nivel de trabajo que haya después de jubilarse, ni del nivel de vida existente actualmente, ni de la cantidad de trabajadores. Simplemente depende de lo que ellos pagaron en su momento.
Es decir, bien entendido es como si nos dijeran a todos los que nacimos en 1978: "Señores, ustedes van a ir pagando y vamos a meter ese dinero en una caja, cuando uno tenga algún problema como invalidez iremos sacando dinero para dárselo y, cuando se jubilen, lo que haya en la caja se lo iremos dando mes a mes a los supervivientes. Para ello haremos cálculos con lo aportado por cada uno y, a más aportación, más pensión". Y se repitiera el esquema para los nacidos en cada año. Lo que sería un seguro intrageneracional. En la forma en que lo narro, no habría ningún problema salvo que los cálculos estadísticos se hubieran hecho mal, pero nadie habla de eso.
Así que llega la tentación del esquema Ponzi: Si cada vez hay más trabajadores, y generalmente con salarios crecientes, siempre tendré superávit y puedo emplear ese dinero en otras cosas. Mientras todo siga así, no habrá problema.
Ahora viene cuando los trabajadores y los salarios no aumentan y todo se va al traste. Pero la verdadera pregunta es: ¿Qué se ha hecho con el dinero de los jubilados? No lo puedo asegurar pero creo que se ha aprovechado el dinero para otros fines y se confió en el futuro y así se ha ido hasta que la tormenta termine por tirar todo por tierra porque no hay cimientos, se confiaba en el buen tiempo.
¿Soluciones? Empezar a hacer las cosas bien a partir de ahora y, lo que se deba pagar, incluirlo en la deuda total. Por supuesto, habría que rehacer los cálculos con mucho más margen para el Estado e intentar sacar dinero para ir pagando esa deuda que se genere. Sin embargo, para mejorar la prestación de los jubilados, habría que dejar de pagar las pensiones de viudedad dentro de unos años: La mujer que no ha trabajado a partir de cierto año es porque no ha querido, ya no se justifica en el mercado laboral cerrado al empleo femenino. Y rebajar las pensiones no contributivas o eliminarlas”
A continuación me remitió otro mail puntualizando algo:
“Quería simplemente matizar la frase de "eliminar o reducir las pensiones no contributivas". Para nada quiero decir que se eliminen o reduzcan las pensiones de invalidez aunque no hayan colaborado al sistema de pensiones. Me refería a las de aquellas personas que, sin causa aparente, han decidido no contribuir a dicho sistema. El primer caso sería no sólo impopular sino una auténtica locura”.
Mi respuesta, mañana.



Mi respuesta al mail que ayer reproduje fue esta:
“Veamos. Toca Ud. muchas teclas. Vayamos al final: pienso que tiene Ud. razón y que no la tiene. En un sistema de pensiones de reparto, el vigente en casi todos los países desarrollados, hasta las reformas del sistema introducidas en los últimos cinco años, la pensión que una persona percibía en el momento de su jubilación dependía de dos factores: 1) el importe por el que había cotizado, lo que en España se denomina base de cotización, y 2) el importe que se fuese recaudando cada mes de quienes estaban trabajando.
La denominada ‘solidaridad intergeneracional’ era una mera figura retórica: la tasa de cobertura: el número de cotizantes era en cada momento más que suficiente para nutrir la ‘cajita’ de la que salía la pensión de cada jubilado medio en función de su base de cotización. Esto era así porque, efectivamente, como los salarios eran siempre crecientes, con lo en un momento recaudado podía atenderse la pensión de alguien calculada en función de unas bases de cotización correspondientes a salarios más bajos; además, durante décadas el pleno empleo estuvo garantizado, por lo que a más población ocupada más recaudación y más fondos. En parte esa fue la razón por la que en España se decidió crear la caja de reserva de las pensiones en 1997, operativa –con aportaciones– desde el 2000.
¿Qué ha sucedido? Tres cosas: a) ya no hay pleno empleo, al revés, el desempleo es creciente, b) los salarios medios están cayendo, luego lo están las cotizaciones, es decir, en la caja de la que se pagan las pensiones cada vez entra menos dinero, y c) ha tenido que utilizarse el fondo de reserva a fin de seguir pagando las pensiones para las que, quienes hoy las están percibiendo, cotizaron. Maticemos más: el desempleo estructural tiende a más así como el subempleo, por lo que las cotizaciones disminuirán; en consecuencia, a la que se acabe el fondo de reserva, ya que malamente puede nutrirse si falta numerario para pagar las pensiones corrientes, tendrán que reducirse los importes que mensualmente se satisfacen en pensiones o los pensionistas tendrán que desjubilarse. El sistema de reparto es así.
Lo que Ud. plantea es un sistema de pensiones de capitalización, como el vigente en Chile. En un sistema de ese tipo, una parte de lo que una persona percibe como salario es dedicada a un fondo de contingencia, es una parte muy mínima que incluso podría desaparecer, y cada persona decide que parte de su remuneración quiere dedicar a capitalizar su pensión. Si la persona cambia de lugar de trabajo no pasa nada: esa hucha: su hucha, le acompaña do quiera que vaya. Cada hucha individual es parte de un fondo de titularidad privada, cada persona decide a qué fondo realiza sus aportaciones, y cada fondo decide donde invierte la suma confiada. Ese sistema tiene tres problemas: por un lado, tiene que competir con otros fondos a fin de convencer a futuros depositantes; por otro, sus inversiones están en los mercados, y estos suben y bajan, por lo que un sistema de capitalización no puede garantizar pensiones anualmente uniformes; por otro más, una serie continuada de años de rentabilidades bajas marcará una tendencia decreciente en las pensiones: en Chile ha sucedido.
El sistema de pensiones, no lo olvidemos, se instauró por dos motivos: para comprar paz social en un entorno de miseria generalizada, y para proteger de las penurias a quienes no pueden trabajar tras alcanzar una edad que se lo imposibilita: antes de que las pensiones existiesen, en la inmensa mayoría de los casos ‘vejez’ era sinónimo de ‘miseria’. Es decir, el sistema de pensiones se introdujo en un escenario de Guerra Fría y formado parte del modelo de protección social. En un entorno como ese era impensable un sistema de capitalización. Claro que se partieron de supuestos que hoy no se dan, o sí: una demanda de trabajo que absorbiera la oferta de trabajo existente, una esperanza de vida de 65 años, un estándar de vida que no contemplaba cruceros para jubilados, ….
Pienso que los importes que corresponderían a quienes cotizaron por un sistema de reparto no se van a poder pagar por falta de ingresos y porque, de momento, los perceptores viven un número de años muy superior al que en su momento se estimó (esto se corregirá cuando la esperanza de vida disminuya a medida que vaya recortándose la sanidad pública); también que un sistema de capitalización no es sostenible en el tiempo debido a que la necesidad de factor trabajo es decreciente por lo que la capacidad media de ahorro será muy reducida o nula, y quienes puedan tenerla no crearán una masa crítica suficiente para garantizar sus pensiones. Por tanto, sigo pensando, las personas que puedan deberán garantizarse unos rendimientos a través de otras vías y quienes también puedan no jubilarse jamás. ¿El resto?, por eso es imprescindible la renta básica.
El debate sobre las pensiones va a continuar durante años. Le daremos muchas vueltas, pero no hay que olvidar algo: 1950 es muy, pero que muy diferente al 2020.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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