Un país que gasta más de lo que ingresa de forma estructural tiene un
 grave problema: depende de la financiación que otros le dan y, a la 
larga, acaba teniendo que obedecer sus "consejos". Por tanto, quede bien
 claro que soy partidario de ajustar y racionalizar determinados
 gastos públicos, empezando por el sistema de políticos 
sobredimensionado. Y aumentar, si es imprescindible, los ingresos vía 
impuestos y demás herramientas. Dicho lo cual, el brutal ajuste aprobado
 por el ejecutivo de Mariano Rajoy no creo que sea acertado desde el 
punto de vista económico, y muy especialmente en cuanto a la necesaria 
creación de empleo vía crecimiento de nuestra economía. Analizando las 
medidas, uno se teme que lo que se haya ajustado tiene más que ver con 
una adaptación forzosa a las "recomendaciones" de nuestros acreedores, 
del FMI y de la Comisión Europea que nos ha de dejar 100.000 millones de euros para
 cubrir los desmanes de la burbuja inmobiliaria, permitida por los 
supervisores, azuzada por los políticos y promocionada por la banca. Y 
el que más sufre, el ciudadano endeudado, es el que menos culpa tiene de
 todo. Caro paga sus errores, el más débil del sistema.
 Dado que el rescate es eminentemente financiero,
 uno esperaría que fuera la banca la que sufriera el grueso del ajuste, 
seguido por los políticos y demás altos cargos. Sin embargo los ajustes 
no son precisamente un reparto adecuado de los costes. ¿Pagarán la deuda
 de los bancos los funcionarios, parados y las clases medias?
 Parece que esta es la decisión de nuestro Gobierno, que paguen los que menos culpa tienen.
 Trasladar al momento de la jubilación la paga extra de los 
funcionarios, eliminarla de facto para otros trabajadores públicos, 
aumentar a partir del 1 de septiembre el IVA reducido al 10% y el normal
 al 21%, reducir la prestación de desempleo a partir del sexto mes o 
eliminar la deducción por adquisición de vivienda habitual son algunas de las medidas adoptadas.
 En cuanto a los emprendedores, que se supone serán el germen de una 
nueva economía productiva, se les empeora la fiscalidad, obligando al 
autónomo a retener un 21% de sus facturas, en lugar del 15% actual. Si 
ya salía caro emprender en España, ahora lo hacemos aún más difícil.
 La única aceptable, que se toma a disgusto, es la de quitar el 
beneficio fiscal a la compra de vivienda a partir de 2013. Sin embargo, 
este beneficio debería dedicarse a otro tipo de gastos que sí deberían 
tener beneficios fiscales, como los gastos médicos de determinada 
naturaleza, por ejemplo. Sin embargo no va a compensar al ciudadano en 
otros conceptos, sino al Estado voraz.
 Los funcionarios, muchos mileuristas, ven expoliado su salario, que 
afectará directamente al consumo y, consecuentemente, al empleo (si las 
empresas venden menos, contratan menos).
 Los desempleados son un colectivo acosado por unas medidas 
absolutamente deleznables: en una economía con pleno empleo, reducir lo 
que se paga a los desempleados tiene sentido e incentiva la búsqueda de 
empleo. En una economía sin trabajo disponible es, sencillamente, un 
ataque directo a los más débiles. Vergüenza debería darles a los que han
 aprobado estas medidas. Y además reducirá su ya mermado consumo, y más 
paro traerá.
 Y subir el IVA en el mismo momento que se mantiene una preocupante 
"amnistía fiscal" es, sencillamente, una invitación a defraudar. 
Potenciar el riesgo moral, que el contribuyente que cumple se sienta 
insultado. Menos consumo y más fraude: menos empleo una vez más.
 El Gobierno está tomando las decisiones que menos coste para los suyos 
tiene, pero son letales para la economía y sus votantes, a los que debe 
servir. ¿Hasta cuándo?
 Pau A. Monserrat, economista de Futur Finances e iAhorro.com
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