Ya lo dijo ayer Willem Buiter, el economista de Citigroup, si el Banco Central Europeo (BCE) no actúa será el final de la zona euro. "El tiempo se agota rápido", dijo Buiter en una entrevista. "Creo que tenemos tal vez unos meses - que podrían ser semanas o incluso podrían ser días - antes de que exista un riesgo importante de un default innecesario en un país como España o Italia, algo que será una catástrofe financiera arrastrando al sistema bancario europeo y estadounidense." El Banco Central Europeo mantiene muchas bazas que podrían resolver la crisis del euro. Sin embargo, se ha mostrado renuente a aplicarlas con ellos.
A pesar de estar acorralado por la ley, la ideología y las posiciones del pasado, el BCE tiene margen de maniobra, comenta Christine Murray en Breaking Views.
Los llamamientos a que el BCE dispare su “bazooka” y actúe con mayor libertad como prestamista de última instancia, están llegando a su punto culminante cuando la crisis ha pasado de los pequeños países periféricos de la zona euro a Italia, y ahora a estados centrales como Francia. Los Estados Unidos, Francia y numerosos expertos económicos han declarado insistentemente que en el banco central comience a imprimir dinero.
El dinero barato del BCE podría atajar tres problemas, comenta Murray: una recaída en la recesión, una crisis de crédito inminente, ya que los bancos se enfrentan a una crisis de liquidez, y la posibilidad de que países como Italia y España puedan ser excluidos de los mercados de bonos. Es el último problema el que ha recibido mayor atención en los últimos días. La solución favorita actual es que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, FEEF o el fondo de rescate europeo, se convierta en un banco y pueda pedir dinero pedir prestado al BCE. El fondo de rescate tendría entonces el poder suficiente para prestar a los países grandes y mantener los costos de financiación en niveles bajos.
El BCE, por su parte, ha sido renuente a hacer cualquier cosa que atente contra su independencia frente a las interferencias políticas o contravenga las disposiciones del Tratado de Lisboa, que evita que pueda prestar directamente a los gobiernos. También quiere mantener su reputación contra la inflación. El banco central opina que los gobiernos tienen que resolver por sí mismos el problema de la deuda en lugar de confiar en el dinero fácil del BCE.
También hay una fuerte sospecha en los mercados que, a pesar de ser independiente, el banco central no quiere enfrentarse a Alemania, la mayor economía de la zona euro. Y Berlín, que todavía está traumatizada por la hiperinflación de la década de 1920, ha tendido a adoptar la línea ortodoxa de que el BCE no debe participar con una política monetaria laxa o ayudar a los gobiernos a financiar sus déficit. También se opone a convertir el FEEF en un banco.
Sin embargo, Christine Murray señala que hay varias razones que sugieren que el BCE podría no tenerlo tan difícil como parece.
1) El Tratado sólo prohíbe los préstamos directos a los gobiernos. Indirectamente, a través de préstamos del FEEF, podría actuar dentro de la ley.
2) Alemania no tiene ningún control formal sobre lo que hace el BCE. Sólo dos de los 23 miembros del consejo de gobierno del BCE son alemanes. Uno de ellos, Juergen Stark, saldrá a finales de año. Su sustituto será Joerg Asmussen, el diputado ministro de Finanzas de Alemania, al que se le considera menos alineado en la posición dura. Sin embargo, esto no significa que los demás miembros del Consejo de Gobierno sean “suaves” - los banqueros centrales rara vez lo son.
3) Aunque el objetivo primordial del BCE es garantizar la estabilidad de precios, un objetivo secundario es el de contribuir a la estabilidad del sistema financiero. Podría decirse que el sistema financiero está ahora en peligro. Un portavoz del gobierno francés, Valérie Pécresse, se refirió a este punto el pasado miércoles cuando dijo que su gobierno confiaba en que el BCE tome las “medidas necesarias” para garantizar la estabilidad financiera. Incluso algunos alemanes parecen estar llegando a este punto de vista. Peter Bofinger, un asesor del gobierno, dijo el pasado martes que el BCE debería actuar como prestamista de última instancia si la política no logra detener la crisis.
4) El BCE ha dado giros de 180 grados en el pasado. Por ejemplo, en mayo de 2010 comenzó a comprar bonos gubernamentales en el mercado secundario bajo el programa SMP (Securities Markets Programme). Unos días antes, Jean-Claude Trichet, el presidente del BCE, dijo que el Consejo de Gobierno no había discutido la compra de bonos gubernamentales.
5) Por último, muchas de las supuestas líneas rojas del BCE fueron dibujadas por Trichet. Su sucesor, Mario Draghi, parece estar suscribiendo esos puntos de vista. Sin embargo, Draghi no ha dicho nada en contra de convertir al FEEF en un banco. Esto significa que, si el BCE vuelve a contradecirse, Draghi, en lo personal, no quedaría excesivamente mal.
Fuentes: Christine Murray (Breaking Views)
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