Warren Buffet, en su ya mítica carta a inversores de 2003, decía lo siguiente:
“Veo los derivados como una bomba de tiempo, tanto para estos contratos como para el sistema económico general. Básicamente estos instrumentos requieren que el dinero cambie de manos en una fecha futura, en base a una o varias referencias tales como los tipos de interés, precios de las acciones o valores monetarios.
A menos que los contratos de derivados estén garantizados, su valor final también depende de la solvencia de las contrapartes.
Pero antes de que un contrato se haya resuelto, las contrapartes registran ganancias o pérdidas en sus declaraciones de beneficios anuales, sin ni siquiera un centavo haya cambiado de manos. Los ingresos reportados sobre los derivados a menudo son exageradamente exagerados. Esto se debe a que las ganancias de hoy en día se basan de manera significativa en estimaciones cuyas imprecisiones pueden no materializarse durante años.
Los errores generalmente reflejan la tendencia humana a tener una visión optimista de los compromisos que cada uno adopta. Pero las partes de los derivados también tienen enormes incentivos para engañar la contabilidad. Aquellos que negocian derivados suelen cobrar, en su totalidad o en parte, por ganancias calculadas con la contabilización de los mismos a valor de mercado. Pero a menudo no existe un mercado real, y se utilizan modelos de mercado. Esta sustitución puede ocasionar daños a gran escala.
Como regla general, los contratos que implican elementos múltiples de referencia y fechas de liquidación a futuro, aumentan las oportunidades para que las contrapartes utilicen suposiciones fantásticas. Las dos partes del contrato bien podrían utilizar modelos diferentes que le permitan a uno y a otro mostrar beneficios sustanciales durante muchos años.
El genio de los derivados está ahora fuera de la botella, y estos instrumentos casi con toda certeza se multiplicarán en variedad y número, hasta que algún suceso muestre su toxicidad. En mi opinión, los derivados son armas financieras de destrucción masivo, con peligros que, aunque están latentes, son potencialmente letales.”
En el momento en el que Buffet pronunció estas palabras, el total de derivados se estimaba que se situaría sobre los 150 trillones de dólares. A día de hoy, las estimaciones hablan de 500 trillones de dólares, es decir, 25 veces el PIB de EE.UU., o casi 7 veces el PIB mundial. JP Morgan mantiene unos 47 trillones de dólares en derivados. Citibank cerca de los 44 trillones. Los 25 primeros bancos de EE.UU. mantienen en sus carteras unos 164 trillones de dólares, o lo que es lo mismo, 8,5 veces el PIB de EE.UU.
Si con 150 trillones de dólares en el mercado de derivados Warren Buffet los definió como un arma financiera de destrucción masiva, con más de 500 trillones de dólares ¿cómo los definirá?
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