Las exportaciones españolas han crecido y mucha gente está muy contenta
porque es, dicen quien así piensan, la muestra de que la economía
española ha recuperado competitividad, competitividad que ha aumentado
por el éxito que ha tenido la devaluación interna que ha acometido
España. Sobre esta maravilla maravillosa de las exportaciones españolas
varias reflexiones:
1 – Quienes tanto ensalzan el incremento de las exportaciones deberían
meditar sobre qué bienes y qué servicios exporta España, es decir, sobre
el valor añadido de lo exportado. España exporta Ibizas, no M5s. No es
que sea malo producir y exportar Ibizas, pero es que diseñamos,
producimos y exportamos cero M5s, y, encima, nadie en España puede
decidir absolutamente nada en relación a esos Ibizas que aquí se
producen.
Caricaturas al margen (y ojo: España es una potencia en el mundo del
automóvil): España produce y exporta bienes de reducido valor añadido,
lo que pone de manifiesto una estructura que precisa un volumen y una
calidad de inversión muy concreta y una realidad en la que apuesta
demasiado al abaratamiento de las condiciones laborales: hoy son más
productivas instalaciones agrícolas holandesas que españolas, y hoy se
están produciendo deslocalizaciones agrícolas españolas hacia Marruecos;
que esto suceda con otros subsectores económicos es cuestión de meses.
2 – España exporta, si, pero las exportaciones españolas están muy
concentradas geográficamente: tres regiones exportan el 48,2% del total
de lo que exporta España, añadiendo dos más el 67,2% (Catalunya, Madrid,
Andalucía, Euskadi y Com. Valenciana), lo que llevaría a adentrarnos en
la economía regional y en como se genera el PIB en España. Por otra
parte, atendiendo al PIB regional, el peso de las exportaciones en el
peso de las economías regionales es variadísimo, oscilando del 43,2% en
el caso de Navarra o del 31,6% en el de Euskadi, al 3,2% en el de las
Islas Baleares.
3 – España produce y exporta lo que produce y exporta, y lo hace con
una productividad muy baja cuyo comportamiento está totalmente
vinculado a la relación entre oferta y demanda de trabajo. Cuando el PIB
ha crecido en España, lo ha hecho la demanda de trabajo, a costa de que
la productividad decreciese: cuando ‘España fue bien’ fue cuando más se
redujo la productividad en España; y al revés, cuando las cosas van mal
y la economía no crece o decrece, es cuando la productividad aumenta … a
base de que la demanda de trabajo se reduzca y los despidos se disparen
en una atmósfera de mantenimiento o crecimiento de la oferta de trabajo
España está ahora aumentando su competitividad a base de reducir
salarios y generar desempleo del factor trabajo, es decir, a base de
disminuir costes laborales y de forzar a que quienes trabajen hagan más
por menos. Y lo hace así porque la economía española es incapaz de
aumentar sanamente la productividad: a través de inversión porque el
valor de lo que produce España es bajo: del total de exportaciones
realizado por España en el 2011, el 24% correspondió a dos partidas
‘Automóviles’ y ‘Combustibles’.
4 – La constatación de lo anterior: la Balanza de Royalties: el grado
de cobertura de lo que España ha de pagar como royalties en función de
lo que España obtiene por royalties: en el 2000, el 24%; en el 2010, el
34%; lo que cobra cuerpo al observar el porcentaje de las exportaciones
españolas que son calificadas como de ‘alto valor añadido’: el 4,92% en
el año cumbre del ‘España va bien’, el 2006.
5 – España podrá continuar con este esquema mientras los costes
laborales puedan continuar bajando lo que haga falta que bajen y
mientras el desempleo pueda continuar amentando todo lo que sea
necesario que aumente en función del nivel de cualificación que es
preciso que tenga el factor trabajo para hacer lo que España hace.
Cierto es que el miedo, el hambre y la represión pueden conseguir mucho,
pero todo en esta vida tiene un límite: con la evolución de la
capacidad de endeudamiento lo hemos visto recientemente.
6 – Hay quien argumenta, no obstante, que lo importante es que España
aumente su competitividad y mejore su productividad, aunque sea a costa
de que se empobrezca su población y de que se dispare su desempleo; y si
la productividad crece -aunque se de forma sucia- los costes podrán
bajar con lo que la competitividad aumentará y las exportaciones irán
mejorando. Ya, pero aún dejando a un lado todo lo que haya que dejar a
un lado para seguir ese esquema, lo cierto es que a) en un escenario de
escasez otros intentarán copiar el método, y b) por muy competitiva que
España sea en lo que fabrica, para que España exporte otros han de
consumir lo que fabrica España, es decir, este esquema supedita el
crecimiento a la dependencia; Alemania y China de eso saben mucho.
España ha recorrido un gran bucle para volver a un sitio parecido del
que salió hace unos quince años. Gracias al crédito y a la capacidad de
endeudamiento que a España se le concedió España pudo ir muy bien.
Compraba de todo en el exterior y financiaba, en el exterior y en el
interior, todo lo que se le ocurría. Ahora todo aquello se acabó y
España debe volver a donde estaba, pero peor: más pobre, con más paro,
con peores expectativas y tocada psicológicamente al saber que ya nunca
volverá ‘lo de antes’.
Magistralmente lo ejemplificó Giuseppe Tomasi di Lampedusa en ‘Il
Gattopardo’: ‘que todo cambie para que todo siga igual’, aunque aquí tal
vez fuese más descriptivo aquello de que ‘Para este viaje no hubieran
hecho falta alforjas’. Claro que también es verdad que ‘Que me quiten lo
bailao’.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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