Mañana continuaremos analizando las consecuencias que tendrá para
España la subida del IVA, los sucesivos requerimientos que la Comisión
Europea irá imponiendo a los miembros del euro y las expectativas que
tiene la superdependiente economía USA, o china, pero hoy permítanme un
paréntesis.
El pasado Viernes recibí un twit cuyo texto era este: “No quiero saber
mas. Estoy saturada y no quiero sentir miedo. Quiero pensar que algo
mejor nos espera. Un abrazo”. Mi respuesta fue rápida: “¿No cree que es
mejor saber cómo, cuándo y por dónde va a venir el tortazo?. Puede
ponerse una crema anestésica, dolerá menos”. Acabé de responder los
twits que me quedaban y durante un largo rato me quedé meditando en el
texto recibido. Más allá de la respuesta que le di, vayamos un poco más
allá.
En unos sitios más que en otros y en unos antes o mucho antes que en
otros, pero en bastantes, se han vivido unos años muy, muy buenos, en
España, el período 1995 – 2006 fue megasuperexcepcional. Cierto, se
sustentó sobre el crédito, se pagó con un endeudamiento desbocado, y se
envolvió en humo, pero la ciudadanía fue feliz y mientras el sueño duró
se vivió muy bien.
Conocen lo que pienso: nadie tuvo la culpa del monstruo que se fue
formando, pero sí, en gran medida y aunque sólo fuese por omisión, de
dos de las consecuencias que ese monstruo exigió a cambio del bienestar
que concedía. A medida que la población fue disfrutando de más y más
bienes y servicios fue olvidando dos elementos que años atrás habían
sido consustanciales a la persona: la capacidad de reivindicar y la
conciencia del esfuerzo.
Reivindicar, ¿qué, si lo que se quería se tenía?, esforzarse, ¿para
qué, si sin pedirlo se obtenía lo que se deseaba?. Cierto, el
razonamiento es de una lógica aplastante, pero ello nos ha llevado a un
lugar en el que cada vez se va a disponer de menos, y la respuesta que a
eso se va a dar va a ser la del avestruz: meter la cabeza en la arena
para no ver; porque se ha perdido mucha de la capacidad de discernir, lo
que lleva a que no sabiendo se sufra menos.
Vienen unos años terribles porque a medida que vayamos llegando a ellos
nos iremos dando cuenta de que ayer ya nos comimos el PIB que
correspondía a esos años, y además, encima de no tenerlo, se debe. Se
van a producir recortes de un calibre que ni imaginamos, retrocesos en
el bienestar que ni podemos intuir. El nivel de actividad retrocederá
veinte o treinta años atrás. La clase media, al no ser ya necesaria,
quedará reducida a un nivel simbólico a la vez que la brecha entre
insiders y outsiders de más o menos nivel se ensanchará. Estando
acostumbrados a tener todo lo que el endeudamiento ha permitido tener,
se va a pasar a tener sólo aquello que unas rentas muy bajas puedan
comprar pagando unos precios en absoluto subvencionados que habrá que
asumir.
Será, está siendo ya, para la mayoría, el paso de la abundancia de todo
a la escasez de casi todo debido a que aquello que nos habían contado
nunca ha sido cierto: los recursos no son abundantes, sino escasos.
Ante este futuro cuyos primeros compases ya estamos viviendo caben dos
posturas. Una es la de no querer saber y así, creer, menos sufrir: si no
se conoce no se piensa, se ignora, se fija la vista en aquello que sea
más bonito e inmediato, y se ignora lo más lejano a fin de no temer lo
que pueda venir y creer que será mejor aquello que ha de llegar. Otra es
la de indagar, la de saber, la de intentar ver venir la próxima lluvia e
intentar conseguir y compartir un paraguas entre cuatro; la de jamás
callar y elevar la voz susurrando por encima de la música circundante.
Pienso que la segunda es la correcta, aunque cada vez sea más difícil
de seguir debido a las dejaciones y renuncias en las que se ha incurrido
a fin de ganar comodidad, seguridad, bienestar, o, al menos, eso es lo
que se ha vendido.
Insisto, mañana, hoy, caben dos actitudes: la de no querer saber a fin
de ignorar, y la de conocer a fin de intentar prever. La del avestruz y
la del ave que se sabe que cuanto más alto vuele más campo de visión
tendrá. Y no lo olviden: van a haber intereses, muchos y muy potentes
para que se siga adoptando la postura del avestruz: quienes menos saben y
menos quieren saber más fáciles son de manejar porque tienen más miedo a
decir y a lo que pueda pasar, por lo que conceptos ya olvidados como
revisionismo, desinformación y censura disfrazada de bien común, van a
volver. Y esos intereses disponen de unas excepcionalmente buenas
herramientas.
Fin del paréntesis. Mañana FMI.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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