martes, 1 de noviembre de 2011

Aceite

En relación a la referencia que en mi texto del Jueves 13 hacía al precio del aceite, a la diferencia existente entre el precio pagado en origen y el pagado por quien compra, un lector me escribió lo siguiente:

“Sobre su artículo, en relación del comentario sobre el precio del aceite que paga el consumidor y lo que percibe el productor, quisiera preguntarle al profesor si no le extraña que, en el caso de la alimentación, tratándose de bienes básicos, que no se impida el oligopolio que forman las grandes superficies (ya no quedan pequeñas tiendas de comestibles). En un mercado en el que supuestamente se da el libre comercio, ¿no tiene nada que decir el Tribunal de la Competencia?

Los agricultores se arruinan y cierran sus negocios, los consumidores pagan precios muy altos por los alimentos y las grandes superficies se llevan margenes desorbitados ¿Es que nadie tiene nada que decir?”.

No le respondí porque no me fue posible, pero lo hago ahora: ¿Qué problema encierra este problema?, pues que, para su pesar (del problema) este no es un problema sistémico.

También en referencia a la referencia que hice al precio del aceite en el texto del 13.10.2011 recibí otro escrito de otro lector; este:

“Ha hecho referencia al aceite de oliva. Soy Ingeniero Agrónomo y trabajo en (nombre de un mercado central de abastos de una ciudad española), le comento lo siguiente: Ese diferencial de precio entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor, se explica de forma parecida a una burbuja express que suele durar muy poco tiempo: temporadas o meses (que es lo que dura la producción).

A gran Escala existen lobbies que actúan sobre los precios a la baja o al alza en función de sus intereses a través de diferentes metodologías y suele ser al principio de temporada que los precios suelen ser altos, y una vez se hunden los precios ya no se levantan o cuesta mucho.

La diferencia de estas burbujas express con la que todos conocemos es que aquí los que pierden casi siempre son los consumidores y los productores. En el medio lo que hay son intermediarios o comisionistas, que incrementan el precio a partir del precio de compra desde un 10% hasta X%. Finalmente vienen los pelotazos que los pega el frutero o el de la tienda de la esquina (puede incrementar el precio el 100%) o finalmente las grandes plataformas, que se están haciendo con el monopolio, asestan el palo final al consumidor y al productor.

Los intermediarios pueden ganar entre 100.000 y 200.000 euros por barba al año sin problemas, van en (nombre de una marca de automóviles de lujo) y (nombre de otra marca de automóviles de lujo) y les importa un pimiento los agricultores, sólo quieren facturar más y más.

Un producto recién salido de una cooperativa o packing (tiene unos gastos fijos de procesado y transporte) no suele ser mucho. Pueden existir mermas (que se descuentan al productor), pero no suele ser el caso del aceite. Ese producto entra como en la bolsa/subasta para venderse todo al principio y luego queda en stock para ir sacándolo. El productor no tiene capacidad de negociación, salvo casos limitados. Si no quiere perder el producto tiene que venderlo por lo que le den.

La carne, la leche, etc. etc. es igual… Son productos perecederos, esto genera presión y esa presión se traslada a los precios y al proceso comercial. También se puede perder mucho dinero por mermas.

Finalmente decirle que la mayoría de los beneficios del sector agroalimentario se han invertido en comprar pisos, coches, etc., casi nunca se invierte en innovación o en mejora de la productividad o en investigación. Ya hay grandes corporaciones que producen a gran escala pagando sueldos de risa a los operarios, por debajo del mínimo y en situaciones de semi exclavitud. Por ejemplo (nombre de una empresa del subsector) que es una multinacional, se trae a los (ciudadanos de un país asiático) y los tiene 10 horas/al día por 500 euros al mes, y así un largo etc. En (nombre de un país latinoamericano) y (nombre de otro país latinoamericano), mejor ni hablar de lo que se hace para producir”.

Sobre todo lo que se dice en el último párrafo suena familiar, ¿no?; de episodios como ése la Historia de España está llena: propietarios que explotaron a ‘sus’ jornaleros y que luego especularon con los beneficios obtenidos sin mejorar su sistema productivo. Lo peor de todo es que esos episodios, como todos los malos episodios, tienden a repetirse.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS.Scholl of Management. Universidad Ramon Llull.

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