A finales de los 60 la cantidad de dólares que había impreso USA era monstruosa: tenía que financiar su expansión mundial, y como USA importaba de todo y como el dólar era convertible en oro, pues nada: a seguir.
En 1971 USA decretó el fin de la convertibilidad del dólar en oro y el precio del metal empezó a crecer (ya llevaba años creciendo), alcanzando en 1973 los 125 USD por onza: una enormidad en comparación del antiguo precio oficial; además, en ese año se produce la ‘vietnamización’ de la guerra de Vietnam, eufemismo para describir la salida de USA de Vietnam porque vio que allí ya no pintaba nada. (Después de 3 millones de muertos vietnamitas y de 59.000 muertos estadounidenses, sin contar tullidos ni discapacitados, claro: “Born the Fourth of July”, Oliver Stone, 1989).
La consecuencia de esa debacle del dólar fue la fuga masiva de las inversiones en activos domiciliados en dólares y la entrada de activos domiciliados en … ¡activos!, es decir, en commodities, y especialmente en petróleo porque en el submodelo entonces aún vigente, el de Demanda, el acceso a ofertas ilimitadas de petróleo a precios bajísimos era uno de los principios básicos sobre los que se este se basaba. La demanda masiva de petróleo -de inversiones en petróleo- llevó a una reducción de la oferta global de petróleo (a lo que se unió, casualidad casual, el conflicto árabe-israelí) y a aumentos de precios realimentados. Lo que vino después es conocido: aquella-cosa-a-la-que-se-denominó-estanflación.
Conocen lo que pienso: la estanflación no existe: es una situación en la que se da un muy bajísimo o nulo crecimiento y que siempre es consecuencia de cosas sucedidas atrás, y un aumento de precios ocasionados por aumentos de demanda que no corresponden a una situación real y, excepcionalísimamente: hoy, a derrumbamientos de la oferta producidos por catástrofes bíblicas no solucionables por el comercio internacional.
No sé si lo saben, pero las crisis hoy son muy diferentes a cómo eran antes. El Sistema Capitalista cambio radicalmente el proceso cómo se desarrollaban las crisis. Hasta el primer cuarto del siglo XIX las crisis eran calcadas unas de las otras: malas cosechas producían hambrunas, lo que provocaba el hundimiento de las manufacturas, y la caída del poco crecimiento económico que entonces se generaba; el proceso podía venir decorado con una guerra. La última crisis clásica tuvo lugar en 1780, y se cumplió el guión: hambres y guerra. Cuando en 1815 finalizaron las Guerras de Coalición y principian a verse los efectos de la Revolución Industrial, se acaban esas crisis y se acaban las guerras: en el siglo XIX apenas hubo guerras, todas fueron locales, y todas por razones muy concretas: la Guerra de Crimea, la Guerra Civil USA, la Guerra Francoprusiana, y poca cosa más. (Aquí empezaron las diferencias: en España tuvimos tres).
Y eso, ¿por qué fue así?, pues porque el maquinismo supuso el aumento de la oferta de todo a precios crecientemente competitivos (al principio a costa de explotar a los trabajadores, ya, pero eso, utilizando terminología actual, hubiese sido bautizado por la burguesía de la época de ‘daño colateral’), de todo, incluidas las commodities, commodities que en el momento nadie imaginó que podían acabase alguna vez, por lo que nadie se planteó que fuesen ilimitadas, eso vino después.
Las cosas fueron más o menos bien hasta que la productividad empezó a aumentar brutalmente en los años veinte y cuando oferta y demanda de dinero y de oro empezaron a no cuadrar entre si y a no cuadrar con oferta y demanda de bienes; todo eso empezó a poner nerviosa a ciertas personas a partir del Pánico de 1907.
Lo cierto es que la inversión en commodities fue descubierta ya en los años veinte como una defensa genial contra cosas raras que pudieran suceder en el mundo de ‘lo financiero’; ya: algunas de las gentes que invirtieron en commodities se pillaron los dedos en la Depresión, pero es que entonces el uso de futuros estaba en pañales: no era necesario. Tras la crisis, el nuevo modelo se basó en el ya comentado supuesto de creer que la oferta de commodities era ilimitada, y en seguir con los manejos monetarios esta vez basados en el dólar.
La crisis del período 1973 – 1979 supuso el cambio de submodelo: se pasó al de Oferta: el Suply Side, pero respecto a las commodities algo cambió: cada vez menos gente creyó menos que su oferta era ilimitada, y cada vez más gente consideró más que invertir el commodities era una opción viable y, a medio/largo plazo, válida.
Hoy, pienso que no es casualidad que haya sido a partir de mediados del 2007 cuando comenzase el incremento brutal en los precios de las commodities, en concreto algunos minerales y más en concreto algunas alimenticias así como el ya conocido petróleo. ¿Por qué, pienso, no es, casualidad?, pues porque a mediados del 2007 se pone de manifiesto el tinglado subprime: punta del iceberg del megaultraproblema financiero que se había ido formando desde principios de los 90: siendo ya era difícil y peligroso continuar haciendo mayoritariamente negocios en el mundo financiero, busquemos tierras más vírgenes y seguras, aunque a corto plazo los rendimientos no sean tan espectaculares.
Tal y como lo veo se empieza a invertir masivamente en commodities alimenticias y en petróleo y sus precios comienzan a subir, caen como reacción, pero toman una tendencia al alza desde la quiebra de Lehman, tendencia que ya no abandonan. Con el petróleo la cosa fue un poquito diferente, sobre todo más suave, al igual que con los metales no férreos, pero con las commodities alimenticias el camino seguido está siendo de manual, sobre todo porque el crecimiento demográfico ha abonado dicho camino: si en 1970 habitaban el planeta 3.600 millones de personas, en el 2010 lo habitan 6.900 millones.
Las malas cosechas han influido en el aumento de los precios, ¡evidentemente!, al igual que lo ha hecho la mayor demanda de grupos poblacionales que han experimentado un crecimiento en su renta, pero pienso que al igual que en los años 20 y en los 70 el componente especulativo está influyendo mayoritariamente en el alza de los precios de las commodities, máxime en el de las alimenticias, y máxime teniendo en cuenta que hoy sí se sabe que la oferta de commodities es limitada.
La productividad en el uso de commodities no alimenticias crecerá, pero con las alimenticias tenemos un problema. Saben que pienso que vamos hacia una deflación, lo que supone que durante unos años el precio de las commodities no alimenticias bajará bastante, pero que el de las alimenticias, a no ser que se volatilicen 2.000 millones de personas, decrecerá poco. En el mundo de lo financiero pienso que pocas cosas quedan por hacer: la crisis sistémica que hemos comenzado barrerá antiguos modos de hacer, por lo que la inversión en inmuebles (no ahora: los precios, pienso, van a bajar mucho, muchísimo) y en commodities tiene futuro.
Pienso que los precios de los alimentos van a subir, menos los de los alimentos sintéticos, y habrá hambres, y el crecimiento va a ser anémico durante años: muchos, y el desempleo del factor trabajo crecerá, en consecuencia: ¿dónde está el incremento de demanda ocasionado por mayor crecimiento / mayor renta / mayor capacidad de endeudamiento / mayor consumo?, pienso que en ninguna parte; pero como la oferta es la que es y la demanda especulativa tiende a más … .
Con las commodities pasa lo que está pasando, también con las valoraciones dadas / aceptadas de los activos financieros, y con la relación dólar – euro, como en 1907, como en los años 20, como en el 73, hasta estamos a las puertas de dos vietnamizaciones: la iraquización y la afganistización. Son crisisis y, a más a más, tenemos el agotamiento del modelo sin submodelos alternativos, por eso esto es una crisis sistémica.
(El cambio de las cosas, en las cosas: ¿se imaginan un titular como este en los años 60?: “Marchionne Faces Final Turin Test as WorkersClashonRights” ni en los 60, ni siquiera en los 80, cuando comenzó el declive del poder sindicar; pero es que tampoco en los 2000: cuando ‘el mundo iba bien’.
Son cuestiones de márgenes, de costes, de productividad, claro ¡siempre lo son!, pero pienso que es mucho más que eso. Pienso que si alguna duda quedaba sobre el hecho de que el factor trabajo se ha convertido en una commodity más, sucesos como el acontecido en la planta de Fiat la disipan. Fíjense en que ya ni siquiera es el ‘¡Yo, por menos!’: se ha dado un paso más: ‘¡Ha de ser por menos!, y el cuánto menos lo digo yo’.
Con respecto al factor trabajo se está produciendo un hecho bastante atípico: se está pergeñando un monoonio: un solo comprador: quienes compran, comportándose de igual forma en todas partes y dando lugar, en el fondo, a un solo comprador, comprando algo de lo que hay excedentes. Y así se va a seguir.
Por cierto, ya sabrán cómo ha acabado la historia de Fiat: los trabajadores de la planta de Miriafiori han aceptado el ‘cuanto menos’ marcado por la compañía: ¿había alguna duda de que así iba a ser?).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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