Se acerca la fase final para la crisis griega. El gran interrogante es quién debe pagar los platos rotos. En Grecia, aún queda mucho sufrimiento por delante. Los ciudadanos de a pie pagarán durante años. Igual que los contribuyentes de la Eurozona y el Fondo Monetario Internacional. Pero los bonistas no deberían salir indemnes del desastre.
Los inversores tienen tanta culpa como cualquiera. Deberían perder por lo menos el 50% de su dinero. Después de otro destrozo en los mercados de bonos la semana pasada, se acabó la charla y empezó la acción. El primer ministro griego, George Papandreou, pidió ayuda por 45.000 millones de euros (60.000 millones de dólares) a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional.
La UE y el FMI van a tener mucho trabajo. Tendrán que controlar las finanzas de Grecia y a la vez lidiar con la posibilidad de un incumplimiento de pago.
Grecia tiene una deuda nacional de unos 300.000 millones de euros. Un paquete de rescate de 45.000 millones de euros no lo arregla. Si el FMI puede convencer a los mercados de que Grecia es nuevamente digna de crédito, la deuda podría ser refinanciada. Si eso no es posible, sólo quedan dos opciones: o habrá que encontrar más dinero, o tendrá que haber un incumplimiento de pago administrado.
Goldman Sachs dice que es inevitable algún tipo de castigo -la confiscación parcial de los reembolsos de los bonos-. El principal economista del banco para Europa, Erik F. Nielsen, advirtió la semana pasada a los inversores que "estén atentos a signos de que el Gobierno pudiera ofrecer un arreglo voluntario de reestructuración de deuda en algún momento en los próximos meses".
Las consecuencias de no pagar la totalidad de la deuda griega pendiente son evidentes para todos.
Si Grecia no paga, incluso de una manera ordenada, los rendimientos se dispararán para otros países fuertemente endeudados, como España y Portugal. Si Grecia no paga sus deudas, los inversores exigirán un precio más alto por correr el riesgo de un incumplimiento de pago en alguna otra parte de la eurozona.
A continuación, un impago puede desencadenar pérdidas entre los bancos de la zona del euro. Sus gobiernos tendrían que volver a rescatarlos. Podría ser el inicio de la Crisis Crediticia Segunda Parte. Nadie quiere eso. No obstante, los bonistas deberían compartir la carga financiera del rescate, junto con los contribuyentes de Grecia y la Eurozona, así como también los estados miembros del FMI.
Primero, se necesitan dos partes para crear una crisis de bonos. Por cada tomador de préstamo imprudente hay un prestador imprudente. El Gobierno griego habrá mentido sobre su déficit presupuestario y habrá sido innecesariamente extravagante durante los años de bonanza. Pero no se obligó a nadie a prestar dinero al Gobierno griego. Los inversores tendrían que haberse preguntado adónde iba el dinero y cuán sostenible podía ser el crecimiento económico griego. No lo hicieron. Se limitaron, por el contrario, a ver que los rendimientos superaban los de la deuda alemana o francesa, y se precipitaron a lo que prometía ganancia fácil.
Segundo, los rescates a los bancos transmiten el mensaje equivocado. Ya vimos entidades que recibieron ayuda pública por hacer malas apuestas sobre los mercados hipotecarios. Ahora estamos a punto de ver cómo los rescatan por hacer malas apuestas sobre deuda soberana. Parece haberse establecido la idea de que las pérdidas de las entidades financieras siempre terminan siendo pagadas por otro. Es un principio muy malo. Grecia sería un buen lugar para trazar un límite.
Tercero, nunca nadie prometió que la deuda griega sería garantizada por el resto de la Eurozona. Los tratados que crearon la moneda única son muy explícitos. Establecen claramente que no tiene que haber rescates entre miembros del euro.
Podría decirse que los líderes de la UE ya llegaron demasiado lejos al ofrecer asistencia financiera a Grecia. Pero cargar con las pérdidas y salvar a los bonistas indicaría que las palabras en los tratados eran irrelevantes. Si los bonistas no leyeron la letra pequeña, es un problema de ellos.
Un incumplimiento de pago total podría generar una carnicería en los mercados. Las tasas de interés subirían en otras partes. La credibilidad del euro podría quedar reducida a hilachas. Implicaría pagar un precio demasiado alto.
Pero los bonistas deben perder como mínimo la mitad de su dinero. Los contribuyentes griegos pagarán impuestos más altos, se jubilarán más tarde y tendrán recortes en el gasto público. Los contribuyentes de la eurozona están pagando, al igual que los estados miembros del FMI. Si los bonistas salen de esto sin ningún castigo, será demasiado injusto.
FUENTE: http://www.eleconomista.es/mercados-cotizaciones/noticias/2099508/04/10/Los-bonistas-de-Grecia-deben-recibir-su-merecido-.html
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