La guerra de los depósitos se avivará aún más en los próximos meses. Con el encarecimiento de la financiación externa, las entidades procuran atraer nuevos depósitos, lo que eleva el volumen de lo que pueden destinar a préstamos.
La perspectiva de que España pudiera sufrir alguna bajada de rating es lo que se encuentra detrás, según fuentes del sector, de esta encarnizada batalla para ofrecer intereses muy por encima del precio oficial del dinero, desatada hace ya algunas semanas.
Esta guerra también es un ejercicio de resistencia que se quiere imponer a la competencia, especialmente a las cajas de ahorros, que son las que tienen más dificultades para contrarrestar las ofertas de pasivo más agresivas. La campaña más sonada ha sido la de Banco Santander, que con el 4 por ciento ha descolocado a sus competidores y los ha arrastrado a seguir sus pasos, bien con el lanzamiento de otros depósitos o bien con contraofertas individuales para retener a sus clientes.
Aunque esta política no es sostenible a largo plazo, por las pérdidas iniciales que provoca la captación con estos tipos de interés, la bajada del rating obligará a más de una entidad a plantearse los depósitos como una alternativa viable a la financiación en los mercados. Además, por esta vía, se retienen o captan clientes, la otra batalla que está viva en el sector para este año.
Las entidades sostienen, y por ello se lanzan los depósitos, que la clave del éxito consiste en vincular a los impositores para que sigan ligados a la entidad y se vuelvan rentables con otros productos. No todos piensan de esta manera, BBVA, por ejemplo afirma que para las entidades financieras sólo supone una subida temporal de los fondos captados, pero que desaparecen, con el cliente, cuando acaba la oferta. Otros son aún más radicales.
Bankinter considera que esta práctica consiste en hacerse el harakiri, por que a la larga se produce una contracción del crédito que alienta el círculo vicioso de la recesión. Si desaparecen o no los clientes con su dinero será algo que se verá en meses. Lo que nadie discute es que estas ofertas agresivas han elevado el número de los temidos (por la banca) subasteros.
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