lunes, 5 de septiembre de 2016

Mis padres, como otros tantos, nunca tuvieron depresión postvacacional

Desde que hace una década, año arriba o a abajo, se pusiera de moda la depresión postvacacional, los telediarios, los medios hablados y escritos, internet, bares, cafeterías, parques y colas de gente esperando el autobús, lo repican, como el repicar de campanas, hasta provocar un efecto rebaño y concluir que todo el mundo que se ha ido de vacaciones, que no ha sido todo el mundo, por cierto, siente en sus cuerpo náuseas, fatiga, cansancio interior y exterior. Incluso ganas de suicidarse. Los psicólogos lo explican muy bien en los medios. Es como la canción de "hoy no me puedo levantar" pero con la letra ad hoc. Para mí es el síndrome es como el gas de la risa. Un Reino de España, que demanda empleo por todos los rincones se relaja buscando remedio para los que teniendo trabajo han podido disfrutar de unas vacaciones ¿Qué es lo que queremos? A buen seguro, muchos quieren que lancen los Gobiernos dinero desde los helicópteros, que los 400 euros, que muchos se llevan por el morro todos los meses pasen a ser 1.000 y que ¡viva la vida, a vivir, que son dos días. Hablo de este asunto con gente, que ha cumplido 70 años y se rasgan las vestiduras: los psicólogos deberían difundir lo contrario: el deseo de conservar el trabajo y la alegría de ver tu silla sin ser ocupada por otro. Pero eso que se lo cuenten a Rita "la cantaora"...


Mis padres, fallecieron muy jóvenes. En estos momentos estarían preparando la cosecha de girasol en los campos sedientos de la Mancha a la vez que buscando trabajadores de la vendimia. En noviembre comenzarían la semenetera, si el tiempo fuera propicio. En diciembre y hasta marzo, compaginarían la recolección de la aceituna con la poda de los viñedos. Todo a golpe de doblar el espinazo. Manos callosas, rostros con surcos bien trazados por el sol, el frío y el viento...
En el caso concreto de mis padres, enero abría la veda para la venta de carne de cerdo a la antigua. Mi padre se levantaba a las 4 de la mañana en busca de los cochinos, que previamente había apalabrado. A las 5 aparecía el "mataor", que con exquisita agilidad abría y diseccionaba los guarros en un abrir y cerrar de ojos. Perniles, jamones, lomos, solomillos, hígados, cabezas humeaban en contraste con la temperatura bajo cero del amanecer. Entonces, mi madre cogía su burro y a vender por pueblos y pedanías. Volvía bien entrada la noche con los pies fríos, mojados muchas veces por la lluvia o la nieve. A veces me pedía que le llevara la contabilidad. "Hoy has ganado más que ayer", le decía. Mi padre me daba un pequeño pescozón en la cabeza "Tú cuenta y calla y no le digas a nadie nada...
Primaveras explosivas, en buenos tiempos, muertas en épocas de sequía, que antes eran menos que ahora. Veranos de segar a mano, con mi padre dormido en el asiento trasero de un tractor comprado entre cuatro. Se levantaban a las 3 de la mañana a segar. Luego lo acarreaban a la era. Primero las mulas hacían la parva. Luego, los tractores con los trillos. Terminada la cosecha esperaban los vientos de la noche para levantarse con rapidez inusitada: era la hora de aventar. Cualquier suspiro de viento valía...
Y hasta pocos años de morir, criando sus gallinas, cerdos, pollos, conejos. Su huerta espléndida: tomates, pepinos, judías y patatas para todo el año. Descansen en paz...
Es una historia anacrónica y muy personal. Pero es la historia de miles de campesinos, albañiles, autónomos repartidos por el todo el Reino de España. Una historia, un relato breve, sucinto, que no está tan alejado en el tiempo...
Uno de cada tres trabajadores sufrirá depresión postvacacional al reincorporarse a su empleo después de las vacaciones, según Lee Hecht Harrison, división del Grupo Adecco. Además, parte importante de los dos tercios restantes padecerá un cuadro de fatiga o estrés directamente vinculado a ese cambio entre las vacaciones y la vuelta a la vida laboral.
El síndrome o depresión postvacacional es habitual en países con "largos periodos vacacionales", como España, donde el grueso del descanso se concentra fundamentalmente en los meses de verano, y suele durar unos 15 días, asegura la firma.
Consiste en la falta de energía, de motivación o tristeza que se genera en algunos trabajadores tras un periodo de vacaciones, y nace de una ruptura en el proceso de adaptación o transición entre el tiempo de ocio y descanso y la vuelta a la rutina de trabajo.
Según ha señalado la directora de Lee Hecht Harrison, Nekane Rodríguez de Galarza, el entorno adquiere un papel protagonista en este proceso, ya que "los entornos de negatividad en el trabajo, en los que se realizan tareas repetitivas o en los que aparecen jefes poco motivadores, suelen provocar una mayor sensación de desánimo a la vuelta de vacaciones".
Aunque la empresa no ha trazado un perfil de trabajador concreto al que afecte esta depresión, sí ha apuntado que las personas más susceptibles de caer en este síndrome son aquellas con menor tolerancia a la frustración y las menos resilientes.
Asimismo, es más probable que lo sufran los trabajadores que realizan largos periodos vacacionales que aquellos que tienen sus vacaciones divididas a lo largo del año, debido a la mayor desconexión y el desarrollo de hábitos diferentes durante ese tiempo.
"Un hábito necesita 21 días para implementarse y un mes de vacaciones es tiempo más que suficiente para que una persona se acostumbre a los nuevos hábitos de vida", ha advertido Rodríguez de Galarza.
A pesar de que el principal síntoma es la apatía, seguida por el cansancio o la falta de energía y de concentración para realizar las tareas, también puede manifestarse mediante trastorno del sueño, nerviosismo, estrés o tristeza.
En los casos más extremos, el trabajador afectado puede experimentar ansiedad, dolor de cabeza y malestar general. Sin embargo, cada persona puede experimentar esta dolencia de una manera distinta.
CÓMO LUCHAR CONTRA EL SÍNDROME POSTVACACIONAL
Para combatirlo, Lee Hecht Harrison recomienda adelantarse para prevenirlo y hacer que la transición de las vacaciones al trabajo sea lo más suave posible.
Algunas medidas en esta línea son levantarse pronto unos días antes de reincorporarse al trabajo para acostumbrarse con antelación a los horarios habituales, volver del lugar de vacaciones unos días antes, repartir los días de vacaciones a lo largo del verano e interpretar de forma positiva la vuelta a la rutina, sin pensar que el trabajo es una carga.
Para combatir el síndrome postvacacional, aconseja retomar el trabajo de forma gradual, sin prisas y evitando grandes cargas de trabajo durante los primeros días; así como realizar actividades saludables y llevar una buena alimentación.
twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero
Moisés Romero

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