En otras ocasiones les hemos hablado sobre el momento clave que se está viviendo en el mercado laboral a nivel mundial. La automatización generalizada de procesos de producción provocará que la tasa de desempleo estructural suba varios puntos. La repercusión de este hecho es muy importante.
Algunos autores defienden que aunque el registro histórico sugiere que la automatización reduce el esfuerzo laboral, sigue generando empleos de forma consistente. Y esto es así porque el fin último de todo avance tecnológico tiene que tener una repercusión positiva en la vida del ser humano o no triunfará. A la larga, los avances tecnológicos han supuesto una mejora en las condiciones de vida generales. Puede ser que no en un momento dado para una profesión concreta, pero sí en el conjunto de la población a años vista.
A pesar de que la visión largoplacista parece esperanzadora, en el corto plazo el escenario es mucho más negativo. Recientemente, el economista jefe del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, dio un discurso en el Congreso de Sindicatos Londinenses, en el que afirmó que 80 millones de estadounidenses y 15 millones de británicos, perderán su puesto de trabajo por la automatización.
Para poner estas cifras en perspectiva, señalar que el sector agrícola en EE.UU. empleó a cerca de 143 millones de personas el pasado octubre. Son precisamente los puestos de trabajo con menor salario, como el del sector agrícola, los que tienen mayor riesgo por la automatización.
El siguiente gráfico elaborado por el Banco de Inglaterra y recogido por MarketWatch nos muestra la probabilidad media de automatización por ocupación. Vemos como procesos comerciales, de producción y venta tienen una media de automatización cercana al 80%. Precisamente estos trabajos son los que tienen un menor nivel de ingresos.
“En otras palabras, la tecnología podría actuar como un impuesto sobre la renta regresivo sobre los trabajos no cualificados. Se podrían ampliar aún más las disparidades de ingresos. La experiencia pasada nos muestra que los avances tecnológicos terminan impulsando la demanda de nuevos productos de nuevas industrias que requieren nuevos trabajadores. Sin embargo, las máquinas inteligentes incrementan la probabilidad de que el espacio que queda para las habilidades exclusivamente humanas se reduzca cada vez más. Lo que hace una década era impensable ahora es realidad, como el coche sin conductor”, afirma Haldane.
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