Llevamos más de cuatro años de tendencia alcista en los principales mercados de valores del mundo. Se han superado los promedios históricos de estas tendencias de ciclo, y como he repetido en otras ocasiones, cada vez existe un mayor temor a que los niveles alcanzados no estén justificados por fundamentales.
Pongamos un ejemplo de esta creciente incertidumbre. Jack Bouroudjian, consejero delegado de Bull and Bear Partners, afirmaba ayer que en toda su carrera profesional, nunca había estado tan bajista.
"El mercado está sobrevalorado. Las acciones han cotizado históricamente con descuento respecto al PIB, excepto en dos ocasiones en los últimos 50 años. A finales de 1990 cotizaban en el 148% del PIB, y en 2007 cotizaba al 118% del PIB. Desafortunadamente las dos veces fueron seguidas de una seria corrección. Estamos ahora en un 110%".
Maggie Mahar, en su libro “Bull!: A history of the boom and bust, 1982-2004”, muestra claramente el establecimiento de ciclos en los mercados, en los que se suceden tendencias alcistas y bajistas seculares. Maggie Mahar investiga con precisión quirúrgica las causas y los cambios de actitud durante el último gran mercado alcista secular, de 1982 a 1999, y el crash que le siguió. ST50 recoge 20 de las principales ideas de este libro, que nos ayudarán a detectar cuando se está produciendo un giro de una tendencia mayor. Dada la extensión de estas señales dividiremos el artículo en dos partes. Hoy publicaremos las 10 primeras, y mañana las otras 10:
1. La mayoría de los estudios de la psicología inversora, reduce el comportamiento humano a una serie de simples reacciones instintivas: la codicia desenfrenada seguida por el miedo ciego. Charles Dow esbozó algo más sutil en The Wall Street Journal donde escribió entre 1899 y 1902. Reconoció que los inversores no se lanzan a comprar en un mercado alcista, y cuando este termina, no se entregan vencidos al nuevo mercado bajista.
Tanto los mercados alcistas como los bajistas comienzan lentamente. Siempre existe una disposición de los inversores a creer que las condiciones existentes son permanentes. Cuando se ha reducido el brillo en el mercado, es difícil que la gente crea que esto es el preludio de un período de menor actividad y caídas. Cuando los precios han subido y la economía está en auge, siempre se dice que aunque alzas anteriores han finalizado en un escenario parecido, “ahora hay circunstancias particulares que harán que la prosperidad sea permanente”.
Los seres humanos son lentos para aceptar el cambio, y más cuando estos ciclos pueden durar una década o más.
2. El mercado de valores no es el tipo de juego en el que una de las partes pierde lo que otro gana. Es el tipo de juego en el que, durante ciertos períodos de tiempo, casi todo el mundo puede ganar, o casi todo el mundo puede perder.
3. Parece que un nuevo mercado no puede comenzar hasta que el corazón del último alcista se ha roto, y por lo general, se necesita más de un crash para que esto suceda.
4. Para mantener sus puestos de trabajo, los gestores de fondos sabían que tenían que tratar de cumplir, si no superar, al S & P 500. La única forma en que ellos pueden esperar subidas de dos dígitos es a lomos de los grandes líderes del mercado. Por definición, esto significa invertir el ahorro de los inversores en un mercado de acciones caro, a menudo justo antes de alcanzar el pico.
5. Mantener una inversión a largo plazo funciona muy bien en un mercado alcista. En un mercado bajista importante, puede ser una política absolutamente desastrosa.
6. A pesar de todos los pecados por omisión o acción que los ejecutivos de Wall Street y de los medios de comunicación hubieran cometido, por ejemplo recomendando comprar AOL en 400 veces beneficio, muchos observadores empiezan a sugerir que los inversores deben tomar la responsabilidad de sus decisiones de inversión. Este es el mismo argumento que pone la industria tabacalera, y la analogía no es desacertada. La compra de acciones y fondos de capital se convierten en algunos casos en una adicción, pero a nadie se le pone una pistola en la cabeza para que invierta.
7. En noviembre de 1974, estaba recién casada, y mi marido y yo decidimos que deberíamos empezar a ahorrar. Así que nos fuimos a un corredor de bolsa y le dijimos que queríamos comprar algunas acciones. Todavía me acuerdo de lo que nos dijo: “Realmente no creo que esto sea una buena idea. Una pareja joven y bonita como vosotros, no debería estar poniendo su dinero en algo tan arriesgado como las acciones.” Esto puede ser un indicativo de suelo, cuando los propios brokers no quieren vender sus acciones.
8. Pero la mayoría de los inversores no tuvieron la suerte de entrar en las primeras fases del siguiente mercado alcista. En lugar de eso, la mayoría compró las acciones cuando el mercado estaba “caliente”, a mediados de los 60, y después vieron como las bolsas se movían de forma lateral durante una docena de años o más. Si un inversor compró el S&P 500 en 1968 y mantuvo su posición, después de 14 años su rentabilidad sería exactamente cero.
9. Una recesión normalmente tiene dos etapas, y el sentimiento de los inversores pasa por dos fases bastante predecibles. En primer lugar está la etapa guillotina con fuertes caídas. Eso crea miedo. Es lo que ocurrió en 1974. Luego, la segunda etapa va más despacio, y existe la sensación de que nos conduce a la muerte (financiera). El inversor es golpeado por un mercado agitado, y luego poco a poco desgastado. En lugar del miedo aparecen sentimientos de apatía, falta de interés y, por último, la desesperanza. Eso es lo que sucedió en el resto de los años setenta.
10. A principios del 82, en una carta a los accionistas de Berkshire Hathaway, Warren Buffett describió la inflación como "una gigantesca tenia corporativa" que se atracaba de las ganancias empresariales. Incluso un negocio que ganara el 8% o el 10% sobre el capital, no tendría posibilidad de expandirse, reducir su deuda o incrementar sus dividendos reales. En 1982 Buffet siguió siendo pesimista sobre las tendencias inflacionistas de largo plazo, pero estaba equivocado. En la primavera la marea empezó a cambiar, y para final de año, Washington anunció que el índice de precios al consumo había aumentado un 3,8 por ciento. Los mercados de valores anticiparon los cambios en la economía, y el rally que comenzó en agosto no había hecho más que empezar.
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