Estados Unidos se enfrenta a una nueva ronda de recortes en el gasto
del gobierno federal, esta vez estos recortes amenazan con disminuir el
crecimiento del PIB en por lo menos 0,5 puntos porcentuales y con
precipitar una pérdida de al menos un millón de puestos de trabajo. Los
recortes generalizados del gasto, los llamados “secuestros” del gasto
reducirían el gasto en $85 mil millones, lo que significa para este año
un recorte de alrededor del 8% en los programas de defensa y de un 5% en
los programas domésticos – y con recortes adicionales de similares
montos en dólares cada año hasta el año 2021, señala la profesora de la
Haas School of Business de la Universidad de California, Laura Tyson, en
un artículo en Project Syndicate.
Todas las funciones importantes del gobierno –seguridad nacional, ayuda
exterior, investigación básica, ayuda de emergencia y educación, sólo
para nombrar unos pocos ejemplos destacados – sufrirían un golpe
inmediato y considerable en lo que se refiere a su financiación. Estos
recortes, junto con la subida de impuestos acordada en el mes de enero,
quitarían alrededor de 1,25 puntos porcentuales del crecimiento del PIB
del año 2013, destinando a la economía a otro año de recuperación tibia e
incrementos decepcionantes en cuanto a puestos de trabajo.
El verdadero objetivo de los defensores del secuestro de gastos es
lograr un gobierno federal más pequeño – un objetivo que a menudo se
oculta detrás del argumento de que el gasto público excesivo asfixia el
crecimiento económico. Aunque este es un argumento políticamente
convincente, porque aviva los temores del público relativos a un déficit
fuera de control, se ve desmentido por los hechos.
El anémico gasto del gobierno, no el libertinaje en el gasto, ha sido
un factor de importancia detrás de la deslucida recuperación de la
economía. De acuerdo con un informe reciente (recent report) de la
Oficina de Presupuesto del Congreso, los grandes recortes del gasto que
realizaron los gobiernos estatales y locales – y, más recientemente, la
reducción significativa que se llevó a cabo en el gasto federal – han
contribuido a la inusual y prolongada debilidad de la demanda agregada.
En discursos recientes, el presidente de la Reserva Federal de EE.UU.
Ben Bernanke y la vicepresidenta de esta institución Janet Yellen han
descrito la política fiscal que se aplica a nivel local, estatal y
federal como un poderoso viento en contra que desacelera el retorno de
la economía al pleno empleo. En el año posterior a la finalización de la
recesión, el gasto discrecional, a nivel federal, estatal y local,
impulsó el crecimiento casi al mismo ritmo que lo hizo en recuperaciones
anteriores.
Pero, desde entonces – y en contraste con recuperaciones anteriores –
la política fiscal se ha convertido en contractiva, reduciendo la
demanda agregada y refrenando el crecimiento. Los gobiernos estatales y
locales han reducido el gasto y sus nóminas de salarios de forma
significativa. Y las compras federales de bienes y servicios han ido
disminuyendo desde el año 2010, cuando el gasto temporal adicional en el
paquete de estímulo del año 2009 llegó a su fin.
Incluso sin el mencionado secuestro, el gasto real per cápita del
gobierno (real per capita government spending) (incluyendo tanto compras
y pagos de transferencia) ha disminuido durante la presidencia de
Barack Obama, mientras que aumentó durante todas las anteriores
presidencias desde la de Richard Nixon. (De hecho, el crecimiento per
cápita del gasto fue mucho más rápido en las administraciones
republicanas de Ronald Reagan y George W. Bush que bajo las de los
presidentes demócratas Jimmy Carter y Bill Clinton). Y, aún sin el
secuestro, se determina que el déficit del presupuesto federal va a caer
(set to fall) a un ritmo más rápido durante los próximos dos años de lo
que cayó en cualquier periodo de dos años desde la desmovilización
posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Como resultado de una deficiencia profunda y persistente en la demanda
agregada, la economía de los EE.UU. ha estado operando muy por debajo de
su nivel de producción potencial. El PIB real cayó en un 8% (fell by
8%) con respecto a su potencial no inflacionario en el periodo
2008-2009, y se ha mantenido en alrededor de un 8% por debajo de su
anterior patrón de crecimiento desde ese entonces.
Esto se traduce en privarse de alrededor de $900 mil millones en bienes
y servicios sólo este año – un desperdicio tremendo que se refleja en
una tasa de desempleo del 7,9% y una tasa de pobreza del 15%,
significativamente superiores a las tasas promedios de los últimos 30
años. Y el desperdicio se acumula con el tiempo (the waste accumulates
over time): cuanto más tiempo la economía opera muy por debajo de su
capacidad, es más lento el crecimiento de su capacidad futura como
consecuencia de la disminución en la asunción de riesgos, la privación
de inversiones y la erosión de la base de conocimientos.
La pérdida significativa de la producción potencial actual y futura es
aún más notable, ya que se ha producido a pesar de un esfuerzo sostenido
y sin precedentes por parte de la Reserva Federal para impulsar la
demanda y acelerar la recuperación. Los funcionarios de la Reserva
Federal han expresado repetidamente su preocupación relativa a que una
recuperación débil prolongada irá a causar dolor en el futuro en la
forma de un menor crecimiento a largo plazo.
Motivados por esta preocupación, la Reserva Federal ha mantenido la
tasa de interés de corto plazo cerca de cero – su límite inferior
efectivo – durante más de cinco años, con la promesa de mantenerla allí
hasta el año 2015, y ha estado comprando cada año cerca de $1 millón de
millones de bonos del gobierno a largo plazo. Como resultado, el
rendimiento nominal del bono a diez años del Tesoro (yield on the
ten-year Treasury bond), una medida ampliamente utilizada para
determinar los costos de endeudamiento del gobierno federal, ronda cerca
del 2%. Esta tasa es más alta que la mínima histórica del 1,4%
alcanzada en el año 2012, pero menos que la mitad del nivel previo al
año 2008 y menos de un tercio de su promedio de 40 años. En términos
reales, las tasas de interés, tanto a corto plazo como a largo plazo, se
mantienen en terreno negativo.
Investigaciones recientes (Recent research) han determinado que el
multiplicador para la política fiscal discrecional – el cambio en la
producción causado por un cambio en el gasto discrecional del gobierno –
es mayor cuando las tasas de interés nominales son bajas y existe una
cantidad importante de recursos infrautilizados. Estas condiciones
describen la economía de Estados Unidos en el momento que enfrenta, una
vez más, una nueva ronda de recortes en el gasto del gobierno que podría
tener efectos multiplicadores negativos sobre el PIB y el crecimiento
del empleo.
De hecho, estos efectos pueden ser mayores de los esperados en
comparación con las estimaciones de multiplicadores convencionales, que
se basan en dos supuestos: que la economía está cerca del pleno empleo, y
que la contracción de la demanda provocada por un recorte en el gasto
público se verá compensada por una caída en las tasas de interés.
Ninguna de estas suposiciones se aplica a la realidad de hoy en día.
Peor aún, los recortes generalizados del gasto que lleva a cabo dicho
secuestro no hacen ninguna distinción entre los programas eficaces y
esenciales y los programas que representan intereses especiales o que
han sobrevivido dejando atrás su propósito original. Tales recortes
arbitrarios probablemente han de infligir más daño a la economía en
comparación al que causarían recortes de la misma magnitud que sean
cuidadosamente dirigidos.
El secuestro es el producto del estancamiento ideológico y político. No
tiene ninguna justificación económica. A largo plazo, van a ser
necesarios recortes de gastos adicionales que sean cuidadosamente
dirigidos, como parte de un paquete equilibrado para estabilizar el
ratio deuda/PIB. Pero, estos recortes no son necesarios en la
actualidad. De hecho, tales recortes serían contraproducentes ya que
pondrían en peligro la vacilante recuperación de la economía.
Fuentes: Laura Tyson (Trad. Rocío L. Barrientos)
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