Parece que estamos viviendo un período de mayor optimismo sobre las
perspectivas españolas, pero debemos abstenernos de unirnos a este
sentimiento, ya que pronto se desvanecerá. En el gran debate sobre la
economía, a veces nos olvidamos de la aritmética simple del reequilibrio
económico. Esta aritmética, nos guste o no, limita severamente nuestras
opciones. Durante muchos años, gracias en parte a las malas políticas
en España, pero principalmente a los agresivos intentos de Alemania de
conseguir crecimiento y superávit comercial a costa de sus vecinos
europeos, España y muchos otros países de Europa, soportaron enormes
déficits comerciales.
Es fácil culpar a la codicia de los españoles y a la incompetencia de
los gobiernos por el lío en el que España se ha encontrado, pero las
políticas que Alemania puso en marcha a finales de 1990 garantizaron que
el país germano pasara de un enorme déficit a un masivo superávit.
Al entrar en el euro, los países perdieron, además de su moneda, la autonomía sobre los tipos de interés, y así fue inevitable que los países europeos con un nivel de inflación por encima de la media, se vieran obligados a responder a los excedentes comerciales alemanes, ya fuese aumentando el desempleo o forzando el consumo, corriendo con grandes déficits comerciales que procedían del superávit comercial de Alemania. No había otra opción.
Al entrar en el euro, los países perdieron, además de su moneda, la autonomía sobre los tipos de interés, y así fue inevitable que los países europeos con un nivel de inflación por encima de la media, se vieran obligados a responder a los excedentes comerciales alemanes, ya fuese aumentando el desempleo o forzando el consumo, corriendo con grandes déficits comerciales que procedían del superávit comercial de Alemania. No había otra opción.
Estos déficits tuvieron que ser financiados con préstamos procedentes
de Alemania, dejando a España con una carga de deuda enorme. Como España
no podía incurrir en un déficit comercial sin pedir prestado en el
extranjero, sólo podía pagar su deuda si tenía un superávit comercial.
Pero aún hay más, ya que los españoles ricos están sacando grandes
cantidades de dinero del país, a fin de protegerse de la crisis de deuda
que se avecina, el superávit comercial español debe ser lo
suficientemente grande como para satisfacer tanto la fuga de capitales
como los pagos de la deuda.
Michael Pettis, profesor de finanzas de la Universidad de Pekín y gurú
económico, señala que en la práctica sólo hay tres maneras de que España
pueda alcanzar un superávit comercial lo suficientemente grande.
La primera opción
La primera opción requiere que Berlín revierta aquellas políticas que
obligaron a un superávit comercial alemán a expensas de sus vecinos
europeos. Alemania debe reducir sus impuestos y aumentar el gasto lo
suficiente para que el país incurra en un déficit comercial lo
suficientemente grande como para permitir que España incurra en el
superávit opuesto, algo que debe hacer si quiere pagar su deuda.
Esto, por cierto, es exactamente lo que John Maynard Keynes exigió
hacer a EE.UU. a finales de 1920 si se quería evitar una crisis
global. EE.UU. ignoró a Keynes, y la crisis se produjo justo como él
predijo. Alemania, con la misma incomprensible obstinación que Estados
Unidos en la década de 1920, se niega a hacer lo que es necesario para
prevenir una crisis.
Pero, y este es el punto clave, si Alemania no se mueve rápidamente
para revertir su superávit comercial, España sólo tiene dos formas de
crear un superávit comercial a pesar de la obstinación alemana.
La segunda opción
En este camino exige que los salarios españoles sean cada vez menores
por el elevado desempleo. Esto permitirá a España tener un superávit
comercial lo suficientemente grande.
Si los salarios españoles caen en relación con los de Alemania, España
podría tener un superávit comercial. Los productos españoles serán más
competitivos en los mercados internacionales. Pero la verdadera razón de
por qué España tendría un superávit comercial después de muchos años de
desempleo, es porque los trabajadores españoles simplemente no tendrán
mucho poder adquisitivo.
La tercera opción
La tercera opción de España es abandonar el euro y devaluar su moneda.
Esto provocará una caída inmediata de los precios y los salarios en
relación a Alemania.
Ninguna de estas opciones será fácil, pero es importante que nos demos
cuenta de que si Alemania no se ajusta, Madrid no tendrá más remedio
que elegir. Ambas opciones harán que la deuda se eleve en términos
reales, y probablemente obligará a las empresas españolas, e incluso al
Gobierno, a entrar en default, pero en ambos casos España comenzará a
tener amplios superávit comerciales.
Por mucho que los líderes en Madrid, Bruselas y Berlín odien admitirlo,
estas son las únicas tres opciones abiertas para España. Cualquier otra
propuesta política que no esté en consonancia con una de estas tres
vía, no será posible.
El camino que han elegido
El camino que han elegido
Por el momento, España ha elegido implícitamente la opción del
desempleo, con la esperanza de que sea capaz de ajustarse en uno o dos
años y, finalmente, reanudar la normalidad. Ningún país, después de
todo, puede soportar el dolor que España está sufriendo hoy en día sin
un grave deterioro en el aspecto social y político.
Sin embargo, la historia y el sentido común nos enseñan que la idea de
que después de uno o dos años más de ajustes, España habrá resuelto sus
problemas de deuda y de desempleo, no tiene sentido. Se tardará mucho
más tiempo. Si España quiere seguir por el mismo camino, debemos estar
preparados para sufrir al menos otros cinco años de desempleo
extremadamente alto, una erosión de la capacidad productiva de su
economía, y un caos político.
O puede dejar el euro. Dada la rapidez con la que el ambiente político
se está deteriorando, hay muchas posibilidades de que esto ocurra.
Lamentablemente, tendremos que esperar unos años más para que el
Gobierno pueda impulsar una economía estable y mejore el aspecto social
antes de que elija la devaluación. Pero con el tiempo así sucederá.
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