La reciente condena a siete años de cárcel al intermediario financiero 
del banco suizo UBS Kweku Adoboli en Reino Unido, por un fraude estimado
 en US$2.300 millones, ha vuelto a poner en la palestra el rol de los 
actores del mundo de las finanzas y sus manejos turbios.
 Antes del escándalo, el operador de bolsa de origen ghanés y educado en
 suelo británico era considerado una estrella en ascenso en su empresa. 
¿Pero qué sucedió para que este joven exitoso de 32 años se derrumbara 
precipitosamente? ¿O la deshonestidad es, tarde o temprano, algo que 
tienta a todos los agentes de bolsa? Se pregunta Laurence Knight, de la 
BBC.
 ¿Por qué los corredores de bolsa pierden la honradez en el camino? ¿Le 
pasa a la mayoría o son casos aislados? ¿O es precisamente lo que los 
hace jugar sucio, lo mismo que los motiva a trabajar?
 Antes de responder a estas preguntas debo aclarar que durante seis años
 trabajé en un banco de inversión. Mi trabajo no era de agente de bolsa 
pero sí debía interactuar con ellos a diario.
 Bruno Currier fue el encargado de entrenarme en 2002, junto a otros 200
 graduados, y transmitirme los conocimientos básicos de los mercados 
financieros.
 "Un intermediario financiero es alguien que se plantea obtener beneficios a corto plazo", me dice Currier.
 "El foco en el objetivo es tan potente que a veces los fines justifican los medios", añade.
 Esto concuerda con mi propia experiencia. La autoestima de muchos 
agentes depende casi exclusivamente de las ganancias y las pérdidas que 
generan para el banco y, por ende, del bono que reciben como 
consecuencia.
 Una transacción favorable demuestra que saben lo que hacen, y cuánto 
más grandes son las ganancias, queda más en evidencia todo lo que saben.
 Y en cuanto a los bonos gigantescos, su importancia radica más en el 
estátus que en el beneficio material que le aportan al operador.
 En el caso de Adoboli, él mismo negó que su motivación haya sido 
obtener un beneficio material personal. El agente dijo que estaba 
obsesionado en aumentar las ganancias, por la presión de obtener buenos 
resultados.
 En sus declaraciones, Adoboli da a entender que sus pérdidas se 
debieron más a la mala suerte que a su comportamiento irresponsable.
 Coeficiente intelectual vs. coeficiente emocional
 ¿Pero por qué los bancos contratan a gente cuya conducta es digna de un apostador?
 "Los bancos ponen el énfasis en la competencia técnica", dice Currier. 
En cambio, al coeficiente emocional no se le presta mucha atención, 
añade.
 Según Currier, muchos corredores de bolsa no tienen la capacidad de 
comprender sus propias emociones y cómo estas afectan a los demás.
 La imagen del agente como un ser agresivo, al que no le tiembla el 
pulso a la ahora de asumir riesgos atrae a los candidatos con estas 
características.
 Además, son los mismos agentes los que eligen a los futuros corredores que trabajarán para ellos.
 Pero, demás está decir, no todos están hechos de la misma madera y 
Currier quiere dejar en claro que a lo largo de su carrera se ha topado 
también con muchos operadores de bolsa de estándares éticos elevados.
 Tres clases
 Mi experiencia personal es que hay tres variedades, y cada una de ellas depende de la clase de mercado en el que trabajen.
 Los más típicos son los que trabajan en los mercados más simples, más 
rápidos y más competitivos, como el de monedas o acciones.
 Luego, están aquellos que se ocupan de opciones financieras o transacciones más complicadas.
 Son los más listos, los que necesitan tener una intuición sobre los 
procesos matemáticos involucrados en la operación y los que, a veces, 
explotan cuando los cálculos les fallan.
 Y, finalmente, están los que se dedican por meses a una transacción grande y que ganan millones de dólares.
 Ellos también son reflexivos e inteligentes, pero sus pensamientos 
están dirigidos principalmente a las tácticas de negociación y la 
contabilidad.
 Psicología masculina
 Casi la totalidad de los que yo he conocido se encuentran entre las dos primeras categorías.
 Y la gran mayoría son hombres. ¿Por qué? La respuesta está en la 
psicología masculina. Según un estudio de 2007, los agentes son más 
exitosos cuando tienen niveles elevados de hormonas como la adrenalina, 
el cortisol y la testosterona.
 Estas hormonas los preparan físicamente para la batalla, haciéndolos más persistentes e interesados en asumir riesgos.
 El éxito en las transacciones provoca a su vez un aumento en los 
niveles hormonales y, por ende, el agente se siente capaz de tomar aún 
más riegos.
 Una de las desventajas es que el ganador se siente inquieto, y ahí es 
cuando muchas veces, le explica a la BBC John Coates, banquero y coautor
 del estudio, a muchos agentes se les va la situación de las manos.
 Continuar apostando
 La última pieza del rompecabezas es la trampa mental en la que se ve 
atrapado el agente cuando se le acumulan las pérdidas y se le acerca una
 fecha límite para presentar sus ganancias.
 Tiene dos opciones: confesar sus pérdidas o doblar su apuesta con la 
esperanza de recuperar rápidamente lo que ha perdido antes de que lo 
descubran.
 El problema para el banco es que en algún momento las pérdidas 
generadas por el corredor llegan a un tope. Él sabe que lo peor que le 
puede llegar a pasar es perder su trabajo y enfrentar cargos criminales.
 Mientras tanto, el banco deberá hacerse cargo de las pérdidas.
 Si el corredor opta por doblar su apuesta, puede que lo siga haciendo 
hasta que las sumas de dinero perdidas se vuelvan astronómicas.
 Adoboli dobló su apuesta dos veces y en ambas ocasiones el mercado le jugó en contra.
 Su caso me hace pensar en cuántos agentes deshonestos hay por ahí, que tienen la gran fortuna de pasar inadvertidos.
 Fuentes: Laurence Knight - BBC
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