Unnim como ejemplo. Hubo una vez que en un reino denominado España había 48 entidades financieras cuyos propietarios eran los impositores y sus gestores un conjunto opaco de figuras que iban desde designados por los Gobiernos de las regiones en las que las entidades tenían sus razones, hasta grandes empresarios y pasando por sindicalistas.
Aquellas entidades cuyos orígenes habían sido los empeños sociales y las mutualidades de ahorro en tiempos de miseria, se convirtieron en elementos fundamentales que hicieron muy posible el ‘España va bien’, de tal forma que cuanto mejor iba España más pujanza tenían esas entidades y cuanto más potentes esas entidades eran España iba mejor. En el colmo de la maravilla, esos entes no dilapidaban sus beneficios en cosas absurdas y obscenas, sino que tales ganancias revertían en el pueblo en forma de bendiciones: las obras sociales. El problema radicó en que mucha de su actividad se sustentó en la arcilla cocida, y al polvo se lo suele llevar el viento.
Ahora España va mal y las cañas que sostenían a muchas de aquellas entidades se han convertido en lanzas, por lo que su sostenibilidad se ha demostrado imposible, tanto que para salvar a algunas, a alguna, tras ser intervenida, ha sido vendida a un salvador por un euro, ha recibido casi mil millones en ayudas, y ha obtenido el compromiso de que la entidad que el Estado creó para comer porquería de las entidades financieras cuando tal sea preciso (degluciones que serán largamente recuperadas cuando la situación general mejore) se zampará otros más de mil millones. ¿Y la obra social?, bien, gracias.
Lo que está pasando no es más que la manifestación de un monstruoso exceso de capacidad, en el automóvil, en la distribución, en la fabricación de caramelos de menta, y en el subsector financiero. El mundo fue bien porque ese exceso de capacidad fue sistemáticamente creado y absorbido por el crédito que manaba de entidades financieras como las de nuestro flash de hoy, entidades financieras que fueron creando su propio exceso de capacidad a medida que más crédito iban concediendo. Cuando la capacidad de endeudamiento subsiguiente se agotó, el mundo dejó de ir bien y España comenzó a ir pésimamente, y muchas de las entidades financieras del reino empezaron a ir más pésimamente aún.
Como, por si alguna duda quedaba, después de Lehman se acordó que ninguna entidad financiera o semifinanciera de una cierta importancia podía quebrar, se pusieron en marcha artificios para evitar tales eventos (esa es una de las pocas cosas que se aprendió de la Depresión: que ‘los bancos’ no debían quebrar), artificios que pasaban por repartir (mutualizar, se le llama ahora en esta moda del eufemismo en la que hemos entrado) los costes de los salvamentos, con la vaga promesa de que se el coste se recuperará en un futuro rosa pálido que nadie ve, y con el convencimiento de que los salvadores pueden hacerlo solos porque si no estarían lo bien que todo el mundo dice que están.
En realidad pienso que lo que se busca con el proceso de salvamento son tres cosas. Una, garantizar los depósitos de aquellas personas que los tienen en la entidad salvada; otra, permitir que alguien, que se da por supuesto que es grande y saludable, se haga más grande para que pueda saludificar más el panorama financiero; otra más, para que la segunda cosa le salga barata al salvador. Porque no nos engañemos: en esas entidades de nuestra historia van a sobrar un superporrón de empleadas/os: lo habrán oído: se dice que entre 25 y 30.000. Unnim: 3.000 empleados en Catalunya, BBVA: 3.000 trabajadores en Catalunya. Del color que sea y en botella blanca: Malibú.
Por cierto. En estos momentos en el Fondo de Garantía de Depósitos hay 3.000 millones de euros. Por si no lo recuerdan ese fondo es el que tiene que cubrir, hasta 100.000 euros, los saldos de las cuentas de entidades financieras que tengan problemas que impidan su reintegro; y desde hace un tiempito, como su cuantía se decía era más que suficiente, también es empleado en rescates, ayudas e intervenciones varias que haya que hacer en entidades financieras problematizadas. Como en Unnim, por ejemplo.
::::::
¿Dónde está el truco de Mercadona? se pregunta la ciudadanía, pues en que el Sr. Juan Roig y su directiva han entendido que podían convertirse en contribuidores de la generación de PIB; ¿cómo?, posibilitando a la gente la adquisición de bienes esenciales a un precio más bajo que otros sin menoscabar la calidad de los mismos; ¿haciendo qué?, sofisticando más allá de donde se decía que era posible cada paso de la cadena logística de cada uno de esos bienes. ¡Anda!, y encima gana dinero y contrata a más trabajadores como fijos, ¡pues mira que bien!. (En cualquier caso hay quien dice que para tener la visión total de las cosas hay que bajar a la calle; en este caso: hablar con proveedores y empleados de la firma).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
No hay comentarios:
Publicar un comentario