Sin quererlo (¿no?, ¿verdad?) se ha llegado a eso que se denomina una encrucijada. Ya hemos hablado de ello, ya se ha hablado de ello, pero vale la pena comentarlo un poco más. Y recuerden: las encrucijadas son una mala cosa, sobre todo si los dos caminos son malos.
Actualmente el planeta tiene dos supermegaproblemas, de hecho son eso que se dio en llamar (sólo que ahora en plural) ‘las madres de todos los’ problemas:
1) El planeta tiene una deuda que, pura y simplemente, no puede pagar. Cierto, cierto, unas economías, unos Estados, unas regiones, unos ayuntamientos, zonas o condados, unas empresas, unas familias, están mucho peor que otras, pero como la economía mundial se halla en una fase postglobal de su evolución, aunque, por ejemplo, las economías de Qatar o de Noruega estén aparentemente muy bien, el hecho de que China tenga una problemón con su deuda interna, que California lo tenga con sus deudas, que Igualada lo tenga con las suyas, o que la familia Smith o la familia Pérez padezca inseguridades para pagar lo que debe, o que las empresa Firiplús, S.A, Teraplis GmbH, y Atoplos Inc. las tengan con las suyas, les afecta a esas que están menos mal.
2) El planeta ha estado creciendo mucho en los últimos cincuenta años, muchísmo en los penúltimos diez, hasta el 2007, ha estado creciendo de una forma inimaginable doscientos años atrás y la mayoría de su población en términos proporcionales y mucha de su población en términos relativos ha vivido como nunca jamás hubiese soñado la gleba en el siglo XI, o los sans culottes que tomaron la Bastille a finales del XVIII o uno de los obreros industriales a los que se refirió Engels. El mundo ha crecido, pero lo ha hecho a base de comerse unos recursos que supuso inagotables, y su gente ha vivido cada vez mejor a base de ir disponiendo de un endeudamiento que en su momento todos menos los que dieron el sí para que fuese concedido, creyeron infinito.
La deuda ha llegado a un punto en que no se puede pagar, luego algo ha de hacerse con ella, el problema es que haga lo que con ella se haga, eso que se vaya a hacer tendrá consecuencias porque supone que bastantemuchos se van a quedar sin cobrar, y muchos van a perder casi todo lo que tenían para poder pagar algo de lo que deben, o va a cambiar de forma radical su situación jurídica (de ‘propietarios’ a arrendatarios) para no seguir debiendo lo que debían. En otras palabras, reajustar la deuda supone, hágase como se haga, el empobrecimiento generalizado de la inmensa mayoría de la gigantesca población del planeta. (Ya, ya, para alguien que resida en Bruselas algo así implica una caída es su estándar de vida muchísimo mayor de lo que implica para alguien que resida en un suburbio de Yakarta).
A la vez el crecimiento tal y como en estas décadas ha sido entendido ha finalizado su recorrido: ir-siempre-todos-a-más, porque, ni los recursos son suficientes para continuar por ese camino, ni la ‘financiación’ de esa forma de crecimiento a través del endeudamiento permanente y creciente es posible.
Además un posible teórico mantenimiento de uno u otro camino: un endeudamiento continuado al margen de límites físicos o el crecimiento creciente financiado con una deuda en aumento son imposibles: ambos, por lo que sanear esa deuda impagable está teniendo y va a tener unas consecuencias tremendas y no crecer al ritmo que se crecía va a tenerlas también e igualmente van a ser terribles.
Cuando ‘los mercados’ -los acreedores- piden restricciones y exigen saneamientos están diciendo que los deudores deben reservar parte de lo que crezcan para pagarles lo que les deben y van a seguir debiéndoles a medida que se vayan refinanciando deudas impagables; pero a esos mismos acreedores se les eriza el vello de la nuca cuando ven que sus deudores ni pueden crecer como crecían ni pueden crecer lo suficiente para pagarles. Y aquí está la alternativa.
Sanear supone no crecer, decrecer incluso, debido a los miles de efectos mariposa que se dan en cada rincón del planeta, pero si se quiere asegurar el cobro de algo de lo que se debe, algo se tiene que crecer, aunque la población se empobrezca hasta lo indecible porque se dedique casi todo lo poco que se crezca a pagar parte de lo que se debe.
¿Salida?. Pasar a otro modelo: quitar a deudas incobrables, dedicar los recursos escasos a aquello que sea necesario y posible; es decir, prepararse para moverse en un entorno de escasez en el que habrá que priorizar. Y sí: eso supone pasar a otra forma de vida porque algo como eso implica cosas.
(Sin cambiar de tema: en el 2011 la Seguridad Social española cerró con déficit. ¿Qué va a pasar?. Si se quiere mantener el sistema en su forma actual manteniendo el poder adquisitivo de las pensiones, o bien la SS aumenta sus ingresos o, sin menguar los ingresos, se reduce el número de perceptores. Para aumentar los ingresos, o se aumentan las bases de cotización o se crea un impuesto específico para financiar a la SS.
El problema para aumentar los ingresos de la SS radica en que cada vez es necesario menos factor trabajo, es decir, el escenario pienso que apunta hacia un muy elevado desempleo estructural combinado con un subempleo creciente, por lo que, o bien las bases de cotización crecen desmesuradamente o el incremento de ingresos será imposible, por lo que volveríamos a lo dicho en la segunda opción del párrafo anterior.
Existen otros dos elementos a considerar: en un escenario en el que el objetivo ya no es crecer siempre lo máximo posible a través del mayor consumo que sea posible, el papel de las pensiones como elemento financiador del consumo decae. Por otro lado, y teniendo en cuenta que ya no hay que pacificar a ninguna ‘enfebrecida clase obrera’ las pensiones han perdido el rol frenador que tuvieron durante la Guerra Fría. Si a eso añadimos que el número de pensionistas con una esperanza de vida en aumento no ha hecho más que crecer desde la instauración del sistema de pensiones, a lo que llegamos es a la imposibilidad de que el sistema pueda continuar en su forma y con su estructura actual para atender a los nacidos más allá del año 1960, en España y en cualquier economía con un sistema parecido. Y sí, de una forma totalmente consciente he dejado a un lado cualquier consideración que no fuese exclusivamente económica).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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