martes, 15 de noviembre de 2011

La última verdad

Pienso que Italia es el principio de la asunción del cáncer. La UE le ha dicho a Italia que tiene que reducir gastos y tiene que crecer más, hasta aquí normal, lo diferente ha sido la respuesta de la cabeza visible del país: el Primer Ministro ha dicho que nadie hoy en día puede dar lecciones de nada a nadie. Y lo mejor de todo es que es cierto.

Porque esa es la auténtica verdad: todos los países están fatal, todas las economías se hallan afectadas por el cáncer del agotamiento.

Se exigen reformas, se dice, para calmar a los mercados, pero lo cierto es que lo que se pide recortar, suprimir, eliminar, es aquello que no se pude seguir financiando porque no se crece lo suficiente para poder pagarlo ya que parte de lo que se ha estado creciendo ha sido a base de un crédito que se ha ido y que no va a volver, y también a base de considerar ilimitados unos recursos que no lo son.

Los mercados son sólo una cabeza de turco para culpabilizar de algo inevitable. Se dio a la población la oportunidad de tener lo que quisiera cuando lo quisiera: se le dio un nivel de consumo infinito, y se le atendió como nunca en la Historia: se le dio un nivel de protección social inconmensurable. Pues bien ese nivel de consumo no es sostenible ni es posible seguir prestando, porque no es financiable, ese nivel de protección social para toda la población existente.

Caerán compañías; el desempleo del factor trabajo aumentará; la actividad económica se reducirá; la recaudación se adelgazará, las rentas disminuirán; las deudas no se pagarán. Esa población que ayer se creyó rica porque le hicieron creer que era rica debido a que, para que hubiese crecimiento, era imprescindible que creyese que lo era, se empobrecerá. El poco crecimiento que haya será en muy escasos subsectores y lo producirán muy pocas compañías con altísima productividad. Y el desamparo social irá aumentando más y más.

Se perderá lo que se tuvo sin, verdaderamente, tener, aunque se creyese alguna vez haberlo tenido. En medio enemil triquiñuelas para ganar un tiempo que ya se gastó hace más tiempo.

Ahora se dice: ‘Las agencias de calificación son malas, feas y tontas’, y por eso la Comisión Europea estudia un procedimiento para limitar su poder de calificación a la hora de valorar la deuda de países rescatados; y, también, otro para permitir a inversores que se sientan engañados por la calificación dada a una emisión, denunciar a la agencia calificadora.

‘Las agencias de calificación son hoy malas, feas y tontas’, se dice hoy, pero ayer fueron esenciales para posibilitar que el mundo fuese bien: ayer. Mi lectura: las agencias de calificación tienen los meses contados: ya no son necesarias, cumplieron su función pero ahora ya no tienen que valorar nada para que alguien pueda comprarlo para después venderlo: ya no hay nada que vender ni nada que comprar.

Y porque ya no hay pestes: si las hubiese, las agencias de calificación serían los entes ideales para culpabilizarles de una epidemia y quemarles en la plaza del pueblo, como en el siglo XIV, exactamente.

También en esta línea se dice: ‘Berlusconi malo malísimo’: Pero Berlusconi fue elegido democráticamente, formó un Gobierno democrático y fue reafirmado, varias veces, por un Parlamento democrático; entonces, ¿a qué tanta alegría de que se vaya y a qué tanta inquina por los males que ha cometido?. ¿O es que estos males ayer no lo eran?, ¿o es que nada en la Italia de Berlusconi era democrático?.

Una crisis sistémica: el modelo está agotado: esa es la verdad última.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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