Hay una comparativa que está seduciendo a los banqueros de Wall Street y a los inversores: 2011 es una repetición de 2008, la historia de dos crisis financieras desarrollándose en un bucle sin fin. Francesco Guerra, editor del WSJ, señala que un gran gestor de fondos murmuraba sombríamente este fin de semana pasado, cuando se dirigía a la oficina para prepararse para un turbulento lunes, “la sensación de déjà vu es casi enfermiza”. Aquellos que creen que 2011 es como 2008 tienen ya su propio Lehman Brothers. Solo tienen que sustituir la rebaja de rating histórica de S&P por el colapso del banco de inversión en septiembre de 2008.
“Ambos son un evento que hizo realidad lo impensable y devastó los mercados a nivel mundial”, dice Guerra.
Pero el desplome de las acciones no es suficiente para probar que la historia se está repitiendo.
Parafraseando una frase que a menudo se utiliza para justificar las burbujas, esta vez es diferente, y los banqueros, inversores y ejecutivos que miran los problemas de hoy a través del prisma de 2008 corren el riesgo de juzgar incorrectamente los problemas mundiales.
Francisco Guerra señala tres diferencias fundamentales entre la crisis financiera de hace tres años y la actual.
1. La más obvia. Las dos crisis tienen orígenes diferentes.
La del 2008 se extendió desde abajo hacia arriba. Comenzó en el exceso de optimismo de los compradores de vivienda, ascendió a través de la maquinaria de titulación de Wall Street, con un poco de ayuda de las firmas calificadoras de riesgo, y acabó infectando a la economía global. Fue la ruptura del sector financiero lo que causó la ruptura recesión.
La situación actual, por el contrario, viene de arriba hacia abajo. Los gobiernos de todo el mundo, incapaces de estimular sus economías y poner su casa en orden, han perdido gradualmente la confianza de la comunidad empresarial y financiera. Eso, a su vez, provocó una fuerte reducción del gasto del sector privado y la inversión, provocando un círculo vicioso que conduce a un crecimiento lento y alto desempleo. Los mercados y los bancos, en este caso, son las víctimas, no los agresores.
2. La segunda diferencia es quizás la más importante. Las compañías financieras y los hogares se habían alimentado con créditos baratos en el período previo a 2007-2008.
Cuando estalló la burbuja, la dieta de choque resultante fue un desapalancamiento masivo causando un shock recesivo.
Esta vez, el problema es el contrario. Los problemas económicos están incitando a las compañías y a los consumidores a ahorrar y alejarse de la deuda, provocando un consumo anémico y un débil crecimiento de la inversión.
3. La última diferencia es una consecuencia directa de las dos primeras. Teniendo en cuenta los orígenes, el desastre financiero de 2008 ha tenido una solución sencilla aunque dolorosa: los gobiernos tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez en masa-a través de bajas tasas de interés, rescates bancarios e inyecciones de liquidez en la economía.
Un funcionario de la Reserva Federal en ese momento lo llamó “shock y temor”. Otro lo resumió de la siguiente manera: “vamos a respaldar todo”.
La factura de todo aquello no fue barata, pero al final se logró evitar una depresión global.
Hoy en día, esa respuesta no está en el menú. Las tensiones actuales no están provocadas por una falta de liquidez (las empresas de Estados Unidos, por ejemplo, están sentadas sobre montones de dinero en efectivo) o por demasiado apalancamiento. Los balances corporativos y personales no están llenos de deuda.
El verdadero problema es la falta crónica de confianza de los agentes financieros entre sí y en la capacidad de los gobiernos para poner en marcha el crecimiento económico.
“Si usted necesita pruebas de eso, tan sólo mire los problemas en las “tuberías” del sistema financiero - desde el mercado repo al mercado interbancario – o pregunte a Standard & Poor’s o a los compradores de bonos de Italia y España, cuanto confían en los políticos para sacarlos de este lío”, dice Guerra.
La peculiar naturaleza de esta crisis significa que utilizar las armas de 2008 - desarrollar programas de QE - para combatir el problema no funcionará.
Incluso si los bancos centrales actuaran de esa manera, bombeando más dinero a una economía que ya nada en el dinero, proporcionará poco consuelo. Estos días, las grandes empresas depositan el exceso de fondos en depósitos bancarios, pero existe tanta liquidez y tan bajo rendimiento en los Tesoros estadounidenses, que el Bank of NY ha decidido cobrar una comisión por mantener su liquidez en las cuentas del banco.
Es poco probable que más inyección de liquidez sea bastante como para persuadir a las compañías a aparcar el dinero y devolverlo a la economía real.
Guerra señala que una solución dirigida por el mercado no es imposible. En algún punto, los precios de los activos estarán tan baratos que volverá a despertar el espíritu animal de los inversores y las empresas.
Como Warren Buffett escribió una vez a sus accionistas,” por lo general nuestras mejores compras se producen cuando los temores sobre la economía se encuentran en el punto más alto”.
La alternativa a esta opción, que podría ser penosa, es la esperanza de que los políticos en EE.UU. y Europa comiencen las reformas fiscales y laborales necesarias para volver a despertar la demanda y la inversión. Pero eso es algo que llevará su tiempo.
Para Francesco Guerra la realidad es que, a diferencia que en 2008, el dinero del gobierno no es bueno en las turbulencias financieras actuales.
Fuentes: Francesco Guerra (WSJ)
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